Si Ómicron es mucho más transmisible y, tal como se está advirtiendo en todo el mundo, dispara olas con infecciones record, ¿qué pueden hacer los gobiernos al respecto? Si el nivel de inmunización es considerable en un país como Argentina que ya superó el 70 por ciento de la población inoculada con dos dosis, ¿cuándo se podría frenar el ascenso? ¿Todos y todas terminarán por contagiarse? Los científicos consultados por Página 12 para esta nota no hacen futurología, pero construyen sus puntos de vista en base a sus conocimientos previos y el estudio de las experiencias actuales en otras partes del globo. 

“Como ocurre en todo pico, en general, la subida es violenta. Esta variante afecta a todos los susceptibles de infectar porque, a diferencia de las olas previas, veníamos con muy pocos cuidados. Con el temor comienzan los recaudos y las curvas comenzarán a bajar. La pregunta que nos hacemos siempre es si llegará a cero, o bien, si quedará algún margen para luego volver a cobrar fuerza”, se pregunta el biólogo molecular Ernesto Resnik. Si bien resulta imposible estimar una fecha, lo cierto es que llegará un momento en que la inmunidad sea tal que el virus ya no encontrará cómo seguir propagándose. Después de todo, no hay que olvidar que el patógeno utiliza la maquinaria celular humana para continuar su replicación.

Así lo considera Juan Manuel Carballeda, investigador del Conicet en el Laboratorio de Virus Emergentes de la Universidad Nacional de Quilmes. “Con el nivel descontrolado de infecciones, los casos disminuirán porque los enfermos se aíslan”. Lucía Cavallaro, presidenta de la Sociedad Argentina de Virología y profesora en Farmacia y Bioquímica de la UBA, lo sintetiza con claridad: “La base de vacunación ayudará a la contención de la diseminación del virus, a la que se sumará la gente que tuvo la enfermedad y queda inmunizada, y el retorno de ciertos cuidados que se habían relajado”. Y remata: “Luego de alcanzar cifras tan elevadas, tendrá que descender”.

Aunque se ha observado que las plataformas vacunales ofrecen una protección considerable para evitar cuadros graves, hospitalizaciones y fallecimientos, no se puede dejar todo librado a la acción del virus. Aunque eventualmente sea más leve la enfermedad generada por Ómicron, contar con más infecciones, implica contar con más hospitalizados y, por tanto, con más fallecimientos. Si bien la ocupación de camas de terapia intensiva se mantiene baja, ya se puede percibir un incremento. Si el 1° de diciembre, solo había 632 camas ocupadas, el 31 de diciembre ese número se había elevado a 1.009. Señalar que el virus sea “más leve” puede generar una falsa sensación de seguridad en la población que, confiada, actúa como si la pandemia hubiese terminado.

Vacunación: el ritmo del verano

El gobierno, sin embargo, tiene en claro que la pandemia no culminó y, en efecto, acelera el ritmo de la campaña de inmunización. Una de las decisiones más importantes comunicadas a principios de la semana pasada fue la reducción del lapso para recibir el refuerzo. Un 12 por ciento ya recibió la tercera dosis, porque el margen lo permite: ya llegaron a territorio nacional más de 100 millones de vacunas y se aplicaron 76 millones. De hecho, el jueves también se batió otro record: se informaron 477 mil dosis aplicadas.

Las vacunas son fundamentales. Los números ayudan a confirmarlo: según datos del Ministerio de Salud, durante las últimas cuatro semanas, la mortalidad (por millón de habitantes) fue de 5.06 en población con una dosis, de 4.73 en población con dos dosis y de 10.76 en población no vacunada. Según el ministerio de Salud bonaerense, las personas no vacunadas tienen 18.8 veces más posibilidades de requerir internación en cuidados intensivos que las vacunadas. Cavallaro lo expresa en este sentido: “El problema que tenemos es la gran cantidad de individuos con una sola dosis y que están protegidos pero no alcanza. Se suman, por supuesto, al pool de individuos no vacunados”. Luego proyecta: “Ellos serán, esencialmente, quienes impactarán en el sistema de salud y provocarán las internaciones y muertes. Son quienes no poseen una respuesta inmune montada en el organismo, por lo que el virus se replica durante días en sus cuerpos y también tienen más chances de contagiar al resto”.

Como en Argentina la vacunación contra covid no es obligatoria sino voluntaria, la herramienta que utiliza el Estado es el pase sanitario, que comenzó a regir el 1° de enero. A esta medida se suman las nuevas disposiciones del Ministerio de Salud, esencialmente, la reducción del lapso de aislamiento para los vacunados. Una disposición que, sumado a los nuevos puntos de testeo, apunta a descongestionar el sistema de diagnóstico, colapsado durante las últimas semanas.

¿El último round?

“Si bien se sugiere y nos gusta pensar que estamos en el fin de la pandemia, la realidad es que no está demostrado que este virus sea menos virulento que el virus original y las variantes previas. Por ahora, se observa que cuando Ómicron infecta a individuos no vacunados o no protegidos naturalmente, puede causar cuadros de enfermedad graves”, subraya Cavallaro.

“En este momento de la pandemia está coexistiendo el pasado, el presente y el futuro: la ola de infecciones, las variantes y las vacunas que funcionan y el Covid endémico en el horizonte. Pero no estamos ni en el pasado ni el futuro. El presente es complejo pero esperanzador”, suelta Resnik, con audacia. De esta manera, sugiere que el Sars CoV-2 podría convertirse en un “problema manejable”.

Los más optimistas sostienen que se trata “del principio del fin de la pandemia”. Un ejemplo que ayuda a construir una versión esperanzada –aunque todavía continúa en estudio– es Sudáfrica, unas de las primeras naciones en que emergió la nueva variante. De casi 38 mil casos reportados el 12 de diciembre a un promedio de siete mil informados durante los últimos tres días. ¿Estamos cerca del final, o bien, podría emerger una variante más letal en el futuro? Con matices, los tres expertos interrogados responden lo mismo: la evolución, en tanto proceso azaroso, no suele brindar demasiadas pistas. “Las variantes aparecen y desaparecen por azar. Las teorías de que los virus evolucionan hacia formas más contagiosas y más leves tiene una validez teórica que en la práctica no suele confirmarse”, comenta Resnik. En acuerdo a esta postura, Carballeda comenta: “No tiene sentido pensar que la evolución es hacia algún lugar. Si tenemos suerte, la variante predominante será más inofensiva pero eso es más que nada suerte. No podemos predecir qué variante va a ser la predominante”.

La pandemia se convertirá en algo manejable solo a través de las vacunas. Pero hay más: existen antivirales efectivos que podrían mejorar de manera notable la capacidad de los sistemas de salud de dar respuestas en el futuro. La premisa es que siempre falta menos, el problema es que nunca se sabe cuánto es menos.

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