Las derechas se han armado con todas las municiones posibles para perseguir hasta en los pasillos de las universidades las pocas islas progresistas que aún quedan en el mundo. En Francia, la ofensiva conservadora tiene como blanco un amplio sector del progresismo al que han estampillado con la etiqueta de “Woke”. Antes se decía bolche, rojo, comunista o zurdito. Ahora se pone a todo el mundo bajo el mismo techo para calificar a quienes están atentos a las discriminaciones, a las exclusiones sociales, de género o de raza. Las corrientes más nobles del progresismo, aquellas que han desarrollado una mirada más igualitaria de la sociedad, se ven descalificadas, despreciadas y hasta perseguidas por pertenecer a una suerte de movimiento al cual se le ha colgado un sustantivo: ”el wokismo”.

Aunque resulte alucinante, el pasado 7 y 8 de enero, el ministro francés de Educación, Jean-Michel Blanquer, asistió en la solemne universidad de la Sorbona a un coloquio contra el “wokismo”. Bajo el título “Después de la desconstrucción: reconstruir las ciencias y la cultura”, el coloquio sirvió de plataforma para atacar a los pensamientos que se articulan principalmente en torno a la defensa o protección de las minorías segregadas, el “neofeminismo”, el pensamiento queer, las corrientes indígenas o las teorías decoloniales cuyo empujón resurgió en América Latina a finales de los años 90 a través del Grupo Modernidad / Colonialidad con figuras como Enrique Dussel, Arturo Escobar, Santiago Castro-Gómez, Ramón Grosfoguel, Catherine Walsh y Walter Mignolo. 

Desde hace ya varios años, el concepto de decolonialidad se ha deslizado en el seno de las universidades francesas y provocado un enorme debate entre quienes adhieren a un concepto que impugna la persistente influencia colonial de Occidente y quienes, al contrario, acusan a los decoloniales de fragmentar a la sociedad y reducirla a identidades separadas, de poner todo bajo la dualidad dominantes/dominados.

Enrique Dussel ha observado que la modernidad no es más que un sistema a través del cual Occidente y su mito de civilización ideal se instala como modelo universal. El coloquio de la Sorbona tenía precisamente esa meta: defender el universalismo de Occidente en contra de los pensamientos pluriuniversales. 

Qué significa el término woke

El ministro francés de Educación acusa a los llamados “woke” de fragmentar la unidad republicana y separar a los ciudadanos en una serie de identidades basadas en su origen, su sexualidad o su género. Con el adjetivo “woke” se designa despreciativamente a quienes han optado por ese enfoque plural. El termino de “woke” y su sustantivo “wokismo” es un derivado de la palabra “awake” (despierto), es decir, estar consciente, despierto, en estado de alerta y comprometido ante la amplia gama de exclusiones e injusticias de que son objeto las diversas minorías. 

El término, como tal, fue utilizado por Martin Luther King en junio de 1965 durante un discurso pronunciado en la Universidad de Oberlin (Ohio). King invitó a los estudiantes a permanecer “despiertos” y comprometerse en la lucha. En el Siglo XXI, uno de los grupos que más ha adherido al llamado de Martin Luther King es el movimiento estadounidense "Black Lives Matter" que surgió en 2013 en el seno de la comunidad afro estadounidense como respuesta a lo que se consideró como el racismo sistémico de la sociedad.

En Francia, con la palabra woke la derecha sintetiza una mescolanza cuyos componentes son la decolonialidad, lo que se llamó en un momento el “islamo izquierdismo” para desacreditar a los progresistas sospechosos de servir la causa de los islamistas más radicales al no criticarlos para no caer en el racismo, a los militantes contra el racismo, a la comunidad LGTB, a las feministas u otros sectores sensibles a las múltiples exclusiones. 

El papel de la "cultura de la cancelación"

Los conservadores acusan al wokismo de ser una suerte de “policía del pensamiento”, de instaurar un régimen de ideas en el cual se descalifica cualquier otra vocación, de promover la moralidad de lo correcto y, sobre todo, de proponer un “comunitarismo” en lugar de una sociedad abierta. Según explican los organizadores del coloquio de la Sorbona (El Observatorio de la Decolonialidad), el wokismo “introduce un orden moral incompatible con el espíritu de apertura y de pluralismo”. Ese cuestionamiento se dirige a la vertiente más actual, o sea, la llamada “cancel culture” o “cultura de la inhabilitación”. Se trata de una conducta importada de los Estados Unidos mediante la cual se denuncia públicamente a personas, grupos o instituciones que tienen comportamientos o hacen declaraciones consideradas socialmente inadmisibles.

Es lícito reconocer que la izquierda ha abusado de la “cultura de la cancelación”, sobre todo a través de las redes sociales donde suele incendiar a los pensamientos que no adhieren enteramente a sus valores. Precisamente, la derecha ha sacado provecho de ese abuso y montado una contra ofensiva cultural cuyo centro, sin embargo, es la decolonialidad y la influencia que ese concepto ha tenido en las universidades. Como pone en tela de juicio el principio inamovible de universalidad tan arraigado a Europa, el wokismo constituye un adversario peligroso. En este sentido, el responsable francés de la cartera de Educación declaró en la radio Europe 1 que “el wokismo es un nuevo oscurantismo. Hay que saber mirar lo que viene a destruir la democracia y la República: el wokismo forma parte de todo eso”. 

El nuevo enemigo interior

En una columna publicada en el vespertino Le Monde, el sociólogo François Dubet, si bien admite que es probable que el pensamiento wok pueda ser un poco “molesto”, también resalta el carácter “inquietante” de un coloquio en el que, escribe, ”se trató de fabricar un enemigo interior, un enemigo dispar, enmascarado pero coherente, que apunta, al mismo tiempo, a destruir la razón y los valores republicanos”.

No es ningún azar si el coloquio lo organizó el Observatorio de la Decolonialidad. Ese “enemigo interior” es, precisamente, la decolonialidad. El observatorio fue fundado por un grupo de 16 universitarios cuyo credo es el siguiente: “en el seno de la enseñanza superior y de la investigación nos enfrentamos hoy a una ola sin precedentes de defensa de la identidad. Es un movimiento militante que se propone imponer una crítica radical de las sociedades democráticas en nombre de una pretendida decolonialidad”. El texto asegura luego que “ese movimiento ideológico está procediendo a una ocupación metódica de los puestos de prestigio, lo cual lo hizo salir de la marginalidad a pesar del extremismo, la intolerancia y la venganza que lo caracterizan”.

En suma, envuelto en el ropaje del anti wokismo, el antagonismo entre la versión occidental de la historia y del colonialismo y las otras versiones se instaló en el corazón del sistema educativo francés. La derecha no tolera que se ponga en tela de juicio el “fundamento” de su sistema colonial de dominación en el centro de sus instituciones de capacitación. 

El modelo colonial en crisis

La teoría decolonial es un instrumento transgresivo para desconstruir el modelo colonial Occidental que se expandió con la destrucción de otras civilizaciones. El decolonialismo enuncia que, lejos de haber desaparecido, las relaciones de dominación colonial continúan muy arraigadas. Se trata, dice la teoría, de un “colonialismo interior” (González Casanova), de una ideología inconsciente que sigue llenando imaginarios políticos y culturales. 

La decolonialidad tiene muchas ramas, incluso en el cine. La película de Pino Solanas “La Hora de los Hornos” está considerada como uno de los ejes más fuertes de la decolonialidad, sobre todo porque se planteó como un cimiento del llamado “tercer cine” a través del colectivo Cine de Liberación fundado en Argentina (1960) por Fernando Solanas, Octavio Getino y Gerardo Vallejo. La Hora de los Hornos estaba divida en tres partes: "Neocolonialismo y violencia", "Acto para la liberación" y "Violencia y liberación". Con esa película como propuesta, Cine de Liberación produjo un manifiesto donde planteaba un cine diferente al cine de autor europeo, no comercial, y dotado de una función política que se articulaba en torno al “documentalismo revolucionario”.

La historia puede dar curiosos sobresaltos. La teoría decolonial recobró su sustancia en América Latina y el primer acto real de la ofensiva oficial francesa contra el wokismo y la teoría decolonial se llevó a cabo en 2021 (13 de octubre) en la Casa de América Latina de la capital francesa. Lo organizó el ministro francés de Educación, Jean-Michel Blanquer. El titular de la cartera lanzó allí un grupo de reflexión, un “laboratorio de la República” para luchar contra los “pensamientos de la fragmentación” que socaban la “unidad de la República”. Las derechas europeas se han asustado porque se les coló entre las sábanas un crítico radical de sus intimidades. Con sus dogmas y sus exageraciones, la decolonialidad y el wokismo han reanimado, al menos en Francia, el debate sobre el lugar del otro en la sociedad, los derechos de las minorías, la exclusión y, de paso, prestado un poco de oxígeno a una izquierda en estado de capitulación avanzada.

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