Cuando comenzó, allá por los inocentes tiempos de 2017, el drama crminal Ozark no era la propuesta más promisoria de Netflix. Parecía tomar influencias de otros productos de manera demasiado obvia. Los personajes se veían parecidamente sospechosos a otros ya vistos antes. Allí estaba la típica familia de clase media alta en fuga, separada de los prósperos suburbios de Chicago para caer en un pueblito de Missouri. El consejero financiero Marty Byrde (Jason Bateman) y su esposa Wendy (Laura Linney) tenían que encontrar alguna manera para lavar 500 millones de dólares de un cartel del narcotráfico.

La misma palabra "Ozark" tenía cierto oscuro misterio, al menos para los espectadores no estadounidenses. Ozark suena como "dark", con angulosas zeta y ka. Pero aunque en lo específico la serie se diferenciaba de otras, la receta resultaba familiar, si no directamente derivativa. Había un toque de True Detective, una pizca de Bloodline y una generosa porción de Breaking Bad en ese concepto de "Papá se dedica al crimen".

"Jason Bateman se vuelve mediocre", dijo la revista Rolling Stone, descartando sin más a Ozark como "un grandes éxitos de la TV hecho por una banda de covers muy eficiente". Otros coincidieron. Ozark era un perezoso intento de cabalgar un caballo que ya había ganado. ¡Esforzate más, Netflix! ¡Ganate nuestra preciada cuota de atención! Nuestros ojos eran los mimados en esos días, quisquillosos, caprichosos. No había muchas razones para pensar que Ozark no se sumaría a la gran pila de "buenos intentos".

Cinco años después, los Byrde siguen en la suya. Ozark está de regreso con una temporada extendida, la cuarta y última, dividida en dos tandas de siete episodios, la primera de las cuales acaba de subir a la plataforma. Su reputación creció de manera lenta pero sostenida, una verdadera rareza en un momento en el que las nuevas series solo tienen una oportunidad para captar la atención del espectador rápidamente y no dejarlo ir. El primer episodio comienza con una ráfaga de actividad: los Byrde son ahora prósperos propietarios de un casino, pero de algún modo su lista de antagonistas es más larga que nunca. Cuando lleguen los últimos episodios, será uno de los finales más esperados de la temporada 2022. No hay manera de saber si el epílogo los verá conducir felizmente hacia el atardecer, pero no parece muy probable en una serie que básicamente cuelga a los malos de un árbol y les lanza piedras.

El inesperado triunfo de Ozark se debe en parte a esas viejas y queridas cualidades de la buena escritura, la buena actuación y dirección. Clásico. Los violentos giros de Ozark, su ominoso clima, son aliviados por un humor inteligente. Frente a tanta miseria, ¿qué otro camino queda más que el comentario agudo? Tiene una estética oscura absolutamente propia, que hace un opresivo uso del paisaje, con esos bosques amenazantes y amplias superficies de agua, iluminadas por un sol lechoso.

Julia Garner brilla como Ruth Langmore.

Desde el principio, Julia Garner resultó asombrosa como la ingeniosa Ruth Langmore. La intérprete fue justamente celebrada con varios premios (incluyendo el Emmy a la mejor actriz de reparto en una serie de drama). En las manos de Linney, Wendy ha evolucionado de algo así como una esposa del montón a una heroína por derecho propio, impredecible, avariciosa, sedienta de poder. Aunque Jason Bateman fue más conocido en el pasado por su performance cómica, como el hombre que debe mantener junta a la errática familia Bluth en Arrested Development, ha mostrado en La joven vida de Juno que tiene mano para encarnar el tipo agradable pero con algo espeluznante de fondo. Su furtiva sonrisa parece decir que con todo su aspecto respetable, en otro mundo podría hacer cosas terribles. Ozark le dio la posibilidad de mostrar cuán terribles: un sórdido, tramposo antihéroe.

Pero esas cosas no son suficientes de por sí para construir el gran momento que Ozark disfruta ahora. Hay una cualidad difícil de definir, también; algo en la atmósfera que no es enteramente producto del esfuerzo propio. La única serie que disfruta una trayectoria similar es Better Call Saul, que coincidentemente también se acerca a su final. Como Ozark, Better Call Saul se volvió más rica, más compleja y más confiada a través de sus seis temporadas. Un show fue desdeñado como un robo a Breaking Bad, el otro era una precuela de Breaking Bad, y es posible que ambas hayan superado al original. Especialmente si se piensa que quizás Breaking Bad haya sido un poquitín sobrevalorada. La cuestión es que, de todos los grandes dramas desde Los Soprano, solo Mad Men presenta una visión optimista de los Estados Unidos de América, y estaba ambientada en el brillo de la posguerra de los '50 y '60.

Ciertamente dice algo que tantos de los grandes dramas producidos en ese país tengan que ver con las drogas. The Wire tenía crack y heroína; en el centro de Breaking Bad estaba la metanfetamina, igual que Better Call Saul. Ozark juega contra el legado de la epidemia de opioides, con su constante realimentación del mercado de heroína. En este mundo, cualquiera puede ser un enemigo: no solo los gangsters y los policías y los políticos corruptos, sino también tu familia, tus clientes, tus jefes, miembros del público que están aún más optrimidos. Baltimore, Albuquerque, el lago de los Ozarks: son los rincones abandonados de Estados Unidos, lejos de la fiebre del oro tecnológica o los reyes financieros de vida relajada. Las drogas enfrentan a los individuos contra sí mismos, y el tráfico de drogas enfrenta a los estadounidenses entre sí. En una vida sutilmente diferente, Marty y Jimmy, un consejero financiero y un abogado, nunca podrían haber operado en las sombras. Y sin embargo allí están, revolcándose en las ruinas. No solo se quebraron ellos: el sistema está roto.

El novelista E. M. Forster ha dicho que los personajes mejor redondeados son aquellos que pueden cambiar su opinión de manera plausible. Tras el pacto faustiano inicial de Marty, el descenso de los Byrde en la criminalidad ha sido una consecuencia creíble del mundo en el que se metieron. Ozark utiliza su pequeño lienzo para hacer una pintura de un país en decadencia, en la que la moralidad es opcional. Es una historia tan vieja como el país, pero la televisión no simepre tuvo una mirada tan pesimista. El conocido panorama, y sus personajes, ha crecido a proporciones épicas. Nada mal para una banda de covers.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.