Para el fútbol argentino, pero especialmente para la Selección, la “altura” supone un problema sobredramatizado. En los últimos cincuenta años se acumularon numerosas historias alrededor de partidos difíciles a miles de metros sobre el nivel del mar. Del “equipo fantasma” de Tilcara al “corte de Cruz” en Bolivia, pasando por el 6 a 1 y las distintas experiencias de Messi: la suspensión justo antes de viajar a La Paz, o sus tres goles en Quito para clasificar a Rusia 2018.

Desde hace siete eliminatorias, cuando la Conmebol decidió una clasificatoria de todos contra todos, Argentina está obligada a visitar tanto la capital de Bolivia -a 3600 msnm- como la de Ecuador -a 2800-. Cada viaje se vive como una expedición: la cruzada argentina en el alto. La previa es tensa. Los partidos, comúnmente ásperos. Y los resultados pocas veces favorables.

Fuera de lo previsto, la eliminatoria actual ofreció un escenario histórico. La Selección ganó en La Paz temprano (octubre de 2020, fecha 2) y viajará a Quito para el cierre, en un partido sin tensiones, ya que no sólo está clasificada, sino que probablemente Ecuador también lo esté para entonces.

► A Qatar en Atacama

Con el boleto al Mundial en el buche y Messi licenciado en París, el “año Qatar 2022” inicia a la Selección a través de un trance inesperado: Chile, su próximo rival, decidió alejarse 1500 kilómetros del Estadio Nacional, su aforo tradicional, para jugar en Calama, la ciudad más alta del país. Lo va a esperar a 2200 metros sobre el nivel del mar, en el Zorros del Desierto, una cancha para algo más de diez mil espectadores y muy cerca del desierto de Atacama. Por primera vez en su historia, Chile va a hostear un partido oficial fuera de Santiago. Y también, por primera vez en la suya, Argentina va a viajar tres veces a la altura en una misma eliminatoria.

A cuatro partidos del final, Chile está fuera de clasificación y obligado a ganar al menos dos de los duros turnos que le quedan. Encima, Arturo Vidal, su figura principal, está suspendido los próximos tres. Cierra con Brasil de visitante y después Uruguay, en lo que podría ser un mano a mano fatal. Pero, antes de eso, tiene que ir a La Paz. Entonces tomará el partido ante Argentina en el norte chileno como una adaptación a la altura cinco días de aquel otro. Y, de no mediar una catástrofe, repetiría escenario en la fecha final, ante el cuadro charrúa.

El Zorros del Desierto data de 1952, aunque en ese entonces lo bautizaron Estadio Municipal de Calama y sólo servía para torneos amateurs. Recién tomó envergadura y crecimiento a fines de los ’70, cuando se fundó en Calama el Cobreloa, protagonista del fútbol chileno en la década siguiente, con cuatro títulos y hasta dos finales de Libertadores, hoy máximo campeón fuera de Santiago.

Cobreloa debe su nombre a la provincia de la cual Calama es capital, Loa, y al metal brillante de la zona. Allí se encuentran algunos de los yacimientos más importantes del oro cobrizo en el planeta, como el de la mina Chuquicamata, en pleno desierto de Atacama.

Otros equipos del norte chileno también fueron eventualmente locales en el Zorros de Calama: Cobresal (el cobre en el nombre, otra vez), Antofagasta e Iquique, que alguna vez recibió ahí a Independiente. Por eso, en 2015 el estadio tuvo su última reinauguración, adaptándose a normativas FIFA para poder volver a anfitrionar compromisos continentales.

► A.k.a. "El Infierno"

El nombre definitivo salió de una compulsa popular entre calameños: eligieron a una de las especies más representativas del desierto. Ese fue el oficial. Aunque ya desde antes, los rivales que padecieron ese ambiente de esa altura árida le habían puesto su propio apodo: “El Infierno”.

Chile jugó en el Zorros del Desierto apenas dos veces. Nunca por los puntos, aunque la primera por motivos similares a los de ahora: un amistoso poco serio en 1985 frente a un equipo danés como prelación de un viaje a La Paz que terminaría en empate. Y la otra con Marcelo Bielsa, goleada a Zambia en la altura a tres semanas de Sudáfrica 2010.

Para Argentina, el desafío en el árido norte chileno implica un imponderable que no pone en riesgo lo urgente pero somete a prueba lo importante: la autoestima de un equipo que viene dulce y necesita conectarse, más aún sabiendo que esta vez no habrá muchos amistosos antes de Qatar.

Encima, a diferencia de La Paz y Quito, donde los partidos son de día, Chile va a recibir a la Argentina en una noche fría, agudizada por la amplitud térmica de la altura y el desierto. De golpe, veinticinco grados pueden bajar a seis. Y el viento, quizás, aparezca como protagonista. El horario del partido, a diferencia de lo habitual, no será en punto ni y media, sino a las 21.15. Un cuarto después de las nueve. ¿Cuán importantes serán estos detalles a la hora de contar los porotos?

► Amedrentar, ¿pero a qué costo?

El inesperado cambio de sede generó polémicas. Está claro que la federación chilena eligió mudar los dos últimos partidos de local a la cruda región de Antofagasta con el fin de amedrentar a sus rivales, Argentina y Uruguay, ambos criados en el llano. Y lo hace, incluso, a un costo muy alto: abandonó un aforo de 50 mil personas para jugar en una ciudad que el gobierno chileno retrocedió en enero a Fase 3, siguiéndola de cerca por un posible estallido de covid.

Capacitado para albergar doce mil personas, tras varias reducciones, el Zorros del Desierto fue autorizado a poco más de la mitad de su aforo. Para eso fue necesaria primero una aprobación express de la Conmebol, quien en simultáneo mantiene un litigio por disturbios en el último partido local de Chile, del que aún debe una sanción de encuentro a puertas cerradas.

Naturalmente, las entradas se agotaron cuando se pusieron a la venta, el mismo lunes de la semana pasada, nueve días antes del partido. Chile se juega el cuero para volver a un Mundial en un escenario distópico: en el desierto, a más de dos mil metros, y ante un aforo disminuido, incluso nulo, ya que durante la semana previa la federación chilena analizó la posibilidad de devolver los tickets y cerrar las puertas.

Como si fuera poco, los propios locales rezongan. “La mayoría de los que jugamos afuera tampoco estamos acostumbrados a Calama”, se plantó Mauricio Isla, recién llegado del Flamengo de Río. Siguieron otros, como Paulo Díaz, de River. A los pocos días, Isla dio positivo. Es el cuarto seleccionado desafectado por covid y se dispara otra alerta. Alexis Sánchez, el único formado futbolísticamente en Calama, llegó de Milán dos días antes del partido. Varios nacieron en el norte, pero ninguno en la altura. El único que cuenta con cierto training es Víctor Dávila: el iquiqueño juega en León de México, una ciudad a casi 1900 metros sobre el mar.

El lunes se difundió la noticia de una amenaza de bomba en el aeropuerto de Calama. La noticia invadió los medios dedicados a la previa del partido. Después de una “minuciosa inspección”, el descargo oficial fue que se trató de una “falsa alarma”. Tal como hizo ante Bolivia, en La Paz, Argentina decidió aterrizar allí recién el hoy por la noche, a 24 horas del partido. El jueves, cerca de la medianoche, vamos a saber si esta expedición al Zorros del Desierto dejó o no una nueva historia sobre la altura para contar.