Múnich, en vísperas de una guerra      6 puntos

Dirección: Christian Schwochow

Guion: Ben Power, basado en la novela Múnich, de Robert Harris.

Duración: 130 minutos.

Intérpretes: George MacKay, Jannis Niewöhner, Jeremy Irons, Ulrich Matthes, August Diehl, Liv Lisa Fries, Sandra Huller.

Estreno en Netflix.

El 30 de setiembre de 1938, Adolf Hitler, el primer ministro inglés Neville Chamberlain, il Duce Benito Mussollini y el premier francés, Édouard Daladier, firmaron lo que pasaría a la historia como el Acuerdo (o “los acuerdos”) de Múnich. El nerviosismo no dejaba dormir a Europa desde dos semanas antes, cuando Hitler anunció una inminente invasión de Checoeslovaquia. La supuesta razón de este movimiento militar era la integración al Reich de los Sudetes, zona checoeslovaca cuya población era de origen germánico. Conviene tener en cuenta que para entonces el Führer ya había hecho suya a la vecina Austria, en lo que se conoció como “Anschluss” (traducido en su momento como “fusión”, aunque también quiere decir “anexión”). El acuerdo firmado en Múnich ese 30 de setiembre, que Chamberlain y Daladier presentaron como un triunfo de la paz, fue que el bondadoso hombre del bigote prometía conformarse con los Sudetes, sin tocar el resto de Checoeslovaquia. El 15 de marzo de 1939, el pragmático líder hizo lo que seis meses antes había prometido no hacer, y que en seis meses más repetiría en Polonia: invadir todo lo que se le cantara invadir. Con o sin acuerdos firmados.

Basado en una novela de Robert Harris (autor entre otros del texto en el que se basa el reciente J’accuse, de Roman Polanski) y dirigido por el alemán Christian Schwochow, el film británico Múnich, en vísperas de un guerra hace eje en ese encuentro o confrontación de superpotencias. Pero no desde su eje sino desde costados tangenciales. Son los dos polos opuestos representados por dos graduados de Oxford, promoción 1932. Se trata de Hugh Legat (George MacKay) y Paul Von Hartmann (Jannis Niewöhner), con la bonita y bastante liberal Lewnya (Liv Lisa Fries) entre ambos, cumpliendo el papel decorativo que las actrices de la industria tuvieron a su cargo hasta unos 65/70 años atrás. Los tres son los mejores amigos, en tanto graduados de Oxford son representantes de una élite y entre ellos surgirá la grieta de entreguerras. Legat representa a la democracia occidental que se siente amenazada por el surgiente fascismo. Paul a su turno hace una mención preocupante a la “nueva Alemania”. Lewnya, por supuesto, no parece darse por enterada de que el mundo está por entrar en una de sus colisiones más brutales.

Corte a seis años más tarde. 1938. Entre una taza del inevitable té y tostadas con manteca, Neville Chamberlain (Jeremy Irons, en papel que le calza tan a medida como un traje confeccionado en Saville Street) lee con calma el Times de la mañana, como si fuera un gentleman corriente de Londres. Sus asistentes empiezan a inquietarse ante su calma excesiva, frente a un Hitler (Ulrich Mathes, sin dudas el peor que haya dado el cine en la última centuria), que evidentemente no recibe al Prime Minister en son de paz sino para enroscarlo en una trampa que hasta el camarero de Chamberlain parece ver con más claridad que su Lord. Es aquí donde los antiguos amigos y presuntos enemigos, Legat y Paul, se reencuentran tras casi una década de lados que se suponen opuestos, cada uno de ellos como asesor de sus respectivos líderes. Ya se sabe que junto con los buenos modales, el hooliganismo y el crimen como una de las bellas artes, el espionaje es uno de los mayores aportes que la cultura británica haya hecho a la humanidad. Por lo cual no faltan sorpresas, cartas guardadas y utopías extremas, en tren de frenar el avance del loco nacido en Braunau am Inn.

Aunque no desborde de intensidad, Múnich, en vísperas de una guerra no por eso deja de verse con agrado. Un poco como una de aventuras, que no llega muy lejos en ese punto, pero entretiene. La razón para no cometer un magnicidio, cuando se está a apenas unas pulgadas de hacerlo, suena un poco a un exceso de fair play, y la filípica final en off, apostando por la paz y la concordia ante un megalománo que quiere exterminar a la mitad de los habitantes del planeta, suena a texto de Billiken, revista a la que el viento de la historia hundió en la nada hace más de medio siglo.