El 9 de mayo pasado ya había culminado la jornada laboral de Damián Straschenco. Preparó sus cosas y se dirigió a la salida del Complejo Nuclear Atucha ubicado en el partido de Zárate. No pudo salir, las alarmas detectaron la presencia de material radiactivo que, tras unos estudios, determinaron que tanto él como la botella de agua que portaba estaban contaminados. Straschenco emitía 132 milisieverts (msv) cuando el mínimo recomendado es de 20. La investigación preliminar de la empresa, Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NASA), coincidió con lo denunciado por el trabajador: “un acto deliberado y malintencionado”. Ahora, la justicia federal de Campana investiga el “atentado”.

El hecho es grave con posibilidades de crecer a gravísimo porque no se trató de un error de manipulación de uno de los elementos radiactivos con los que se trabaja en la central nuclear. Por lo tanto, el punto a determinar es cómo llegó esa agua pesada a la botella de agua que Straschenco ingirió. El trabajador presta servicio en un área que no tiene contacto con estos elementos y, sobre todo, está físicamente a 200 metros de ese sector. Por otra parte, la botella se encontraba en una oficina que el sindicato del Luz y Fuerza de Zárate, enrolado en la CTA Autónoma, tiene en Atucha y que estaba cerrada con llave. Straschenco es el secretario general de esa organización gremial.

Según el estudio que ordenó NASA se detectó la presencia de agua pesada en la botella y al realizar las mediciones correspondientes se terminó que ascendía a 132 msv cuando el estándar mínimo que aplica NASA es de 20 msv. Funcionarios de la empresa indicaron a PáginaI12 que la cantidad de radiación recibida es preocupante pero no mortal y con los tratamientos médicos previstos, según protocolos nacionales e internacionales, retornará a la vida normal en poco tiempo más.

Straschenco reconoció que “desde ese día, médicos de la empresa y del Centro Atómico Ezeiza pusieron en marcha el tratamiento con pastillas e inyecciones en la primera semana”. Ahora el nivel de contaminación bajó y “seguiré bajo tratamiento hasta que no tenga más radiación”, dijo. Por ahora prefirió no avanzar en cuáles pueden haber sido las motivaciones que provocaron el atentado porque, como reconoció, la investigación la lleva adelante el juez de Campana, Adrián González Charvay.

“No quiero conjeturar”, dijo y agregó que “sospechas puede haber pero deben probarse y no quiero adelantarme a la investigación porque sería irresponsable. Toda la información fue puesta a disposición del Juzgado”.

Una posición similar asumieron las autoridades de NASA pero de todas manera ya abrieron, tal como indica la normativa, un sumario interno para determinar cómo se produjo el ataque. La observación de las cámaras de seguridad será fundamental en la investigación interna que también el juez tendrá en sus manos.

En la historia del desarrollo nuclear argentino no hubo problemas de fuga o contaminación. Este es el primero y que esté relacionado con un atentado generó en NASA mayor inquietud sobre todo por la sensibilidad que existe en mundo en cuanto al uso de la energía nuclear.

Por otra parte, fuentes de la empresa, reconocieron que la cantidad de agua pesada que se colocó en la botella de Straschenco no fuera mortal es una prueba de que quien lo hizo tiene un grado de conocimiento en la materia.

El dirigente sindical víctima del atentado remarcó que “en los 40 años de Atucha y en los 60 años de la energía nuclear en nuestro país nunca pasó algo como esto” y resaltó “la responsabilidad con la que se trabaja” en la Argentina que siempre utilizó la energía nuclear con fines pacíficos.

Sin embargo, Straschenco reiteró que “en este caso se violaron procedimientos de seguridad. Ese elemento no podía nunca haber salido de la zona radiológicamente controlada, ya que se trata de agua pesada que sólo se encuentra dentro del reactor”.