Los temas teatrales siempre tuvieron cabida en Corregidor, pero se incrementaron y organizaron en colecciones sistemáticas especialmente a partir de los primeros años de la posdictadura, cuando Manuel Pampín dio espacio en su catálogo a las iniciativas de Osvaldo Pellettieri (Buenos Aires, 1945-2011), investigador y docente de la  Universidad de Buenos Aires, quien ya venía colaborando con Pampín en el área de tango. Muestra de gratitud al estudioso es la edición del volumen colectivo Homenaje a Osvaldo Pellettieri difundida por Corregidor en 2013. 

  En 1987 trabajábamos con Pellettieri en las cátedras de Literatura Argentina en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y de Historia del Teatro Latinoamericano y Argentino de la carrera de Artes de la UBA. Acabábamos de fundar el Getea (Grupo de Estudios de Teatro Argentino, UBA). Ese año formé parte del público que, lleno de entusiasmo, asistió a la presentación, en el Centro Cultural San Martín, de los dos primeros tomos de la colección “Dramaturgos Argentinos Contemporáneos”, con obras de Ricardo Halac y Oscar Viale y estudios preliminares de Osvaldo. Recuerdo que participó en el panel el crítico y editor Emilio Stevanovich, quien señaló que durante la dictadura, luego de varias décadas de florecimiento, las publicaciones teatrales –entre ellas su fundamental colección “Talía”– habían mermado o definitivamente se habían disuelto y que uno de los desafíos de la democracia recuperada era reconquistar el territorio perdido. La colección “Dramaturgos Argentinos Contemporáneos” venía a cumplir esa función –sin exagerar– patriótica, necesaria. Aquellos dos volúmenes fueron recibidos como el comienzo de un renacer y, efectivamente, poco a poco las ediciones teatrales fueron reconstruyendo y creando un público lector. Pronto siguieron los tomos de Eduardo Rovner y Mauricio Kartun (en los que pude colaborar con entrevistas a los autores), y luego Ricardo Monti, Javier Daulte, los 21 textos de Teatro Abierto 1981, Osvaldo Dragún. Esa misma colección se amplió con dos títulos ensayísticos del investigador argentino radicado en Canadá Miguel Ángel Giella: Teatro argentino bajo vigilancia (uno de los primeros estudios de visión integradora sobre el movimiento de Teatro Abierto) y la miscelánea De dramaturgos. Teatro latinoamericano actual. Paralelamente, Pellettieri y Giella fundaron en Corregidor otra colección, dedicada a la ensayística: “Imagen del Drama”, que incluiría los tomos Teatro argentino de los sesenta (Polémica, continuidad y ruptura) y Teatro Latinoamericano de los 70, con colaboraciones de prestigiosos académicos nacionales y extranjeros. Corregidor fue acompañando de esta manera el crecimiento y afianzamiento de la teatrología en nuestro país. A comienzos de la década del 90, Pellettieri complementaría la colección “Dramaturgos Argentinos Contemporáneos” con otra serie: “Clásicos del Teatro Argentino”, en la que salió un tomo de Alberto Vacarezza. Esta línea se reelaboraría más tarde, a partir de 2004, en la colección “Los Fundamentales del Teatro Argentino”, cruce de clásicos y contemporáneos representados por un texto canónico acompañado de un estudio: obras esenciales de Roberto Cossa, Carlos Gorostiza, Javier Daulte, Rafael Spregelburd, Daniel Veronese, Eduardo Pavlovsky, Osvaldo Dragún, Alejandro Tantanian, Mauricio Kartun, José González Castillo. En 2007 Pellettieri empieza a dirigir la colección Nueva Investigación Teatral, con trabajos de Paola Hernández y Silvina Díaz, entre otros.

  Al margen de las series articuladas por Pellettieri, Pampín da a conocer títulos teatrales de Daniel Dalmaroni, Diana Amiama, Pablo Albarello, Luis Sáez, Roberto Maiocco, KadoKostzer y Sergio García Ramírez, Elio Gallipoli, Jorge Núñez, Guillermo Montilla Santillán, Alejo Beccar, Alejandro Genes, entre muchos otros dramaturgos. No se queda atrás con la ensayística, de la que publica obras de consulta insoslayable: Historia de las varietés en Buenos Aires 1900-1925 de Osvaldo Sosa Cordero (en 1978, durante la dictadura), y más recientemente los dos tomos monumentales de la Historia del teatro argentino (I. De los rituales hasta 1930; II. 1930-1956: crisis y cambios) de Beatriz Seibel (más de 1300 páginas), Escribir teatro. Dramaturgia en los tiempos actuales, de Ricardo Halac o Escribo para estrenar. Memorias. Textos. Testimonios, de Roberto Cossa (investigación, diálogos y edición por Guillermo Gasió).  

En 2016, cuando me hice cargo de la dirección del Instituto de Artes del Espectáculo (IAE) en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, fui a ver a Pampín a Corregidor para proponerle una colección que se llamaría “Artes del Espectáculo”, que diera a luz trabajos sobre teatro, danza, cine, música, performance y artes liminales de los investigadores del IAE. Me dijo que sí y trabajamos actualmente para la salida de los primeros títulos.

  El libro es un aliado del teatro; sienta una memoria y preserva a su manera huellas del acontecimiento teatral, difunde en librerías, bibliotecas, archivos y universidades de toda la Argentina y el mundo, contribuye a multiplicar las puestas en escena al hacer accesibles los textos a numerosos elencos. Es herramienta de visibilización internacional. Mucho le debe, en consecuencia, el teatro argentino a la labor de Manuel Pampín. Quienes amamos el teatro y lo consideramos expresión de lo mejor de la vida nacional, agradecemos a Pampín su incalculable aporte a la cultura teatral argentina y latinoamericana.

Estos textos pertenecen al libro Manuel Pampín: un editor argentino, de Jorge Lafforgue, que publicó Colihue.