Desde París

Triple billar en torno a la ocupación rusa de Ucrania. El ejército ruso intensificó su ofensiva en varios puntos de Ucrania al mismo tiempo que Rusia y Ucrania mantenían las primeras negociaciones en Bielorrusia y que el presidente francés, Emmanuel Macron, volvía a entrevistarse por teléfono con Vladimir Putin para pactar las condiciones que podrían poner fin al conflicto. Tanto la negociación directa como lo hablado por Macron y Putin no contienen, hasta ahora, elementos que bajen el escepticismo. Moscú incrementó sus acciones militares en la segunda ciudad del país, Jarkov, con la perspectiva del diálogo entre las delegaciones rusas y ucranianas. El exministro de Cultura ruso, Vladímir Medinski, encabeza las negociaciones y ha dicho que se busca llegar a un acuerdo que “contemple los intereses de las dos partes”. El ministro de Defensa ucraniano, Oleksii Reznikov, al frente de la delegación de su país recalcó que la condición consistía en un “alto el fuego” inmediato y la partida de las tropas rusas de su país. Las conversaciones proseguirán este martes primero de marzo.

Casi todas las cartas parecen estar en las manos de Putin, y ello pese al inédito paquete de sanciones adoptado en las últimas horas por la Unión Europea y el grupo de los países más industrializados, el G7. Las medidas ya provocaron un desplome del rublo con una caída del 20% y el Banco Central ruso multiplicó por dos su tasa de intereses (9,5 a 20%). A este cañoneo de sanciones se sumó la FIFA cuando, este lunes, excluyó a Rusia del Mundial de fútbol de Qatar (2022). Pese a este cerco, el jefe del Estado ruso tiene la ventaja militar, por partida doble: la primera es que está por tomar el control de la ciudad de Berdiansk y ello ubica a las fuerzas rusas muy cerca de apoderarse de Mariupol. Se trata de la localidad portuaria del mar de Azov. Si Moscú consigue controlar Mariupol tendría a su alcance el famoso corredor que comunica con Crimea, la cual Moscú anexó en 2014, y el Donbás, que es el objetivo prioritario de Rusia. Ese es el sentido de la conversación telefónica entre Macron y Putin. La presidencia rusa emitió un comunicado con el nuevo pliegue de condiciones que presentó a Macron en el cual figura el “reconocimiento de la soberanía rusa en Crimea”, no reconocida por Occidente. Putin también exigió “la desmilitarización y la desnazificación del Estado ucranio” así como un “estatuto neutro” previo a toda solución. París, a su vez, adelantó que se le había solicitado a Putin que no se bombardeara a los civiles, que no se destruyeran las infraestructuras civiles y que no se vulneraran las rutas. 

Según el Palacio presidencial del Elíseo, el mandatario ruso “confirmó su voluntad de comprometerse” con esos puntos. París también insistió sobre “la necesidad de un alto el fuego” y la importancia de mantener un canal de diálogo abierto. El presidente francés propuso “seguir en contacto en los próximos días. Volveremos a intercambiar”. Putin ha ido sumando muchas piezas poderosas sobre este tablero bélico con una anticipación muy eficaz. No es menor el hecho de que, el domingo pasado y en toda discreción, tuvo lugar un referendo en Bielorrusia que abre la puerta una modificación de la Constitución para poner término a la “neutralidad” de Bielorrusia y a la prohibición de que en su territorio se instalen armas nucleares. El 65% de la población aprobó la consulta.

Europa está a la vez orgullosa de sus decisiones inéditas y el mismo tiempo bloqueada para ir más lejos. No puede recurrir a la Alianza Atlántica (OTAN) y como carece de una defensa común tampoco intervenir en conjunto. El reparto de responsabilidades entre la OTAN y la UE limita una respuesta militar, tanto más cuanto que la vocación de la UE es no volver a los tiempos de guerra que ya conoció el continente. La “activación” de la respuesta nuclear anunciada el lunes por Putin hace también temer un conflicto abisal.

La OTAN y la ONU

La OTAN participó en varias misiones que tampoco le competían y dejó a su paso una siembra de muertos y naufragios: lo hizo en Kosovo (1999), en Afganistán (2003) y, más recientemente, participó en la coalición internacional que puso fin al régimen libio del presidente Muamar Gadafi (2011). En Afganistán perdió la guerra junto a Estados Unidos y en Libia, en 2011, decapitó un país y desencadenó la mayor crisis humanitaria del Siglo. De esa intervención (Unified Protector (OUP) , solicitada por las Naciones Unidas, derivó la huida de millones de personas a través del mar Mediterráneo rumbo a Europa. Antes, en Kosovo, a partir de 1999, asumió otra misión a pedido de la ONU cuyo resultado puede resumirse en la frase que dejó ese conflicto: "daños colaterales”. Cada vez fue el Consejo de Seguridad quien solicitó su intervención. No lo hizo esta vez por tres razones: Rusia es una potencia nuclear: ni Europa ni la OTAN quieren un enfrentamiento directo con Rusia: para intervenir, entre otras condiciones, la OTAN requiere que se lo pida el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En este mes de febrero, el Consejo estaba presidido por Rusia y, por consiguiente, Moscú no iba a solicitar una intervención contra si misma.

Ucrania pide entrar a la UE

La UE y la OTAN se dividen las tareas; la UE se encarga de gestionar las crisis fuera de la Unión y la OTAN se ocupa de defender los territorios de los 30 países de la Alianza Atlántica. Ucrania no es miembro ni de la UE, ni de la OTAN. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, reiteró el lunes 28 de febrero su pedido con vistas a que la Unión Europea acepte a su país como miembro mediante “un procedimiento especial”. Habrá que esperar. De hecho, la UE golpeó a Rusia como lo que es, un gigante económico, y se quedó atorada en su pequeñez geopolítica y militar. Con todo, este conflicto si trastornó el rumbo: por primera vez en su historia reciente, la UE salió de su molde cuando acordó entregar armas a Ucrania mediante un fondo de ”asistencia” por un monto de 450 millones de euros. El conflicto en Ucrania empujó a Europa a ingresar en otro mundo. 77 años después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) los europeos dejaron de lado su credo de paz sobre el cual se construyó la Europa que conocemos. El giro es gigantesco, incluso si la ayuda puede parecer modesta. Los países de Europa del Este desempeñaron un papel decisivo en este cambio. Ocupada por los nazis primero y por los soviéticos después, Europa del Este ve resurgir el espectro de una nueva ocupación. Hasta países como Suecia rompieron la doctrina que consistió en no suministrar armas a un país en guerra. La última vez que lo había hecho fue en 1939, cuando Finlandia fue atacada por la Unión Soviética. Este lunes 28 de febrero la UE amplificó su rango de acción. Accedió a coordinar la compra de las armas que Ucrania le solicite y habilitar sus satélites para respaldar con “inteligencia” a Kiev.

El gas

Las urgencias energéticas también condicionan a la UE. La Comisión de Bruselas y los Estados miembros bloquearon los haberes del Banco Central de Rusia, sacaron a ciertos bancos rusos del sistema internacional de intercambios bancarios SWIFT y hasta propusieron prohibir que canales rusos como Rusia Today y Sputnik emitieran en los países de la UE (medida, por otra parte, muy difícil de aplicar). Sin embargo, lo único que hubiese hecho retroceder a Rusia no lo tocaron: el gas. Es un ingrediente tanto más decisivo cuanto que ni siquiera en los momentos más tensos de la Guerra fría Rusia dejó de suministrar gas a Europa y esta de comprarlo. Las exportaciones de gas ruso son tan claves para Rusia como para Occidente. Europa es el primer cliente de Moscú, para quien las exportaciones de gas representan 60% de las divisas que obtiene. A su vez, Europa es el primer cliente gasífero de Rusia con una dependencia global del 40%. El porcentaje alcanza el 65% en Alemania y 75% en países como Austria y la corona de naciones que fueron antaño satélites de la URSS: países bálticos, Hungría, Polonia, Republica Checa, Eslovaquia. El canciller alemán, Olaf Scholz, decidió detener el proceso mediante el cual se iba a poner en funcionamiento el gasoducto ruso Nord Stream 2, el cual pasa por debajo del mar Báltico y llega directamente a Alemania y, de allí, a Europa. Sin embargo, este pipe-line, cuya construcción acabó en 2021 y al que siempre se opuso Estados Unidos, aún no estaba en funcionamiento. En cambio, el otro gasoducto, el Nord Stream 1, sí suministra gas desde 2012 y nadie, ni en Alemania ni en otro país, evocó suspender los suministros. Hay, además, otros tres gasoductos ruso-europeos en actividad: Yamal, Brotherhood y Soyouz. Ni Argelia, ni Turquía, ni Azerbaiyán ni Estados Unidos están en condiciones de reemplazar todo el gas proveniente de Rusia.

El futuro viene con otro problema inmenso. La gestión de los refugiados y desplazados. Para la UE es un rompe cabezas. La magnitud de lo que se espera no tiene ejemplos recientes: cuatro millones de refugiados, 7 millones de desplazados y 18 millones de personas afectadas por la guerra. Esas son las proyecciones que surgen de la reunión del pasado domingo entre los Ministros de Interior de la UE. ” La guerra será larga”, dijo Macron. Y como todas, imposibles de prever. Una catástrofe mayor acecha a Europa. Sin embargo, hubo tiempo y medios diplomáticos para evitarlo.

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