Más de cinco mil cassettes se acumulan como contundente evidencia de la devoción radial de Marcelo Mogetta. Ese archivo, personal y subjetivo, está marcado también por historias de búsqueda, abrazado por anécdotas como las de sus viajes a Buenos Aires con el único fin de poder registrar ciclos emblemáticos, como el Radio Bangkok de Lalo Mir, Bobby Flores y Douglas Vinci. Desde ese lugar de escucha, Mogetta supo también aunar la pasión por la radio y los viajes, un vínculo que lo atraviesa hasta el presente. En ese transitar elaboró un reservorio histórico en el que, incluso en la enorme cantidad de horas que cinco mil cassettes representan, no abundan las obras propias. Porque aún cuando su nombre está asociado a programas históricos de la radio rosarina, su propia producción se preserva en un archivo tan intangible como invalorable: la memoria colectiva de su audiencia. "Yo ni siquiera me acordaba cuándo fue el primer programa de Un Tiro al Aire, pero me lo recordó un escucha", sintetiza el responsable del programa que el próximo sábado celebrará los diez años desde su aparición en Lt8 con una emisión en vivo que se desarrollará en el Gran Salón de Plataforma Lavardén, y que contará con la participación especial de Ciro Fogliatta (acompañado por Las Blusettes) y del dúo Remake que integran Ike Parodi y Víctor Parma.

A diez años entonces del primer capítulo de Un Tiro al Aire, los viernes (de 22 a medianoche), sábados y domingos (de 20 a 22) Mogetta sostiene un ciclo que rompe con los viejos estereotipos de la Am, dejando su impronta ya no sólo desde una grilla musical poco condescendiente con las imposiciones del mercado (o lo que de él queda), sino también con una mirada periodística que sigue acentuando la búsqueda de historias que no suelen encontrar cabida en los grandes medios.

 

"Siempre digo que la radio es el medio en el que tenés más posibilidades de sentir, hacer y decir lo que quieras".

 

Ese sello personal también atravesó de alguna manera a aquellos programas emblemáticos con los que, sin embargo, Mogetta no logró alcanzar la cifra que ahora celebrará con Un Tiro al Aire: en el podio aparecen La Manzana que Pudre el Cajón (que llegó a nueve temporadas en Rock&Pop), El Mañanero (con ocho años por la TL105) y Locos por la Radio (con seis años en Lt8). "Siempre festejé los aniversarios de los programas, pero este es especial, nunca había llegado a los diez años. Y nunca se sabe cuánto puede durar esto, por estar los medios de comunicación en manos de quienes están; por hacer un programa de noche; por, justamente, estos craneotecas que caen con ideas renovadoras y consideran al horario nocturno como periférico, marginal. Y, de hecho, así los llaman: son horarios marginales".

‑ Esa situación también permite un campo de libertad que no podrías tener en otro horario.

‑ Absolutamente. A mí no me quedó otra, porque no caí en este horario por elección, sino por decisión de un gerente que había en ese momento, hace diez años. Sé perfectamente cómo son las cartas en este juego radiofónico, entiendo la radio como un medio de comunicación que tiene que tener programación las 24 horas. Lo que pasa es que en los últimos años, y cada vez con mayor frecuencia, la noche, la madrugada, se desdeña, se ningunea, se margina. Bajo ese precepto de que a la noche, a la madrugada, no pasa nada, se prescinde de tener informativistas, por ejemplo. A tal punto es así, que todos estos genios de la comunicación empiezan a segmentar lo que consideran horarios centrales, entonces ahora me entero que hay primera mañana y segunda mañana. Los horarios centrales para mí son una pelotudez: Dolina logró establecer un clásico de la historia de la radio yendo de 0 a 2 de la mañana, en diferentes radios. A la centralidad de los horarios los hace uno. Que estés haciendo un programa a la mañana, que sí tiene un mayor nivel de encendido, no es garantía de que vayas a hacer un buen producto radiofónico. Podés hacer una cagada en radio y estar a las 10 de la mañana, o podés hacer La venganza terrible, durante 25 años, de 0 a 2 de la mañana. Y andá a decirle a los fanáticos del programa que no es un horario central.

En ese contexto, Mogetta entiende que no son estos tiempos auspiciosos para el medio radiofónico. "Hay un bastardeo muy grande de la radio, y éso el amante del medio lo siente", analiza el periodista, y ejemplifica: "Hoy creo que nadie tiene incorporado el nombre de un programa, porque ni los nombres intentan dejar un sello, una marca. Hoy es 'el programa de...', el que conduce tal... Muchas radios tienen 'La mañana de Peresotti', 'La tarde de Barros Schelotto', 'El mediodía de Moreno y Fabianesi'... Creo que hasta en éso hay un bastardeo de la radio: no importa ni el nombre. Pero el escucha de radio es demandante, te pide, no te perdona una, porque está oyendo, no está escuchando, y hoy se encuentra con ese bastardeo del medio. Un amante de la radio, cuando escucha un programa donde se siente partícipe, lo defiende a muerte. Se encuentra con una burbuja de oxígeno. Y la noche te permite algo de éso: laburás más en soledad porque no se invierte en informativistas, locutores, columnistas, cronistas, móviles. Si esas son las cartas que tengo a mano, las utilizo a mi favor. Eso te permite laburar con mucha más música, entrevistar a quien quieras. En mi caso es lo que hago, entrevisto a quien me parezca interesante y digno de tener una charla al aire".

 

"Hay gente que tiene necesidades. Me interesa que los micrófonos de Un Tiro al Aire estén abiertos para esa gente".

 

Esa búsqueda personal se ha convertido también en una marca del ciclo, que además de sostener un fuerte vínculo con músicos y artistas (a nivel local y nacional), también da cabida a historias como las de Mercedes Sahores (la primer argentina en hacer cumbre en el Everest), el maquinista de La Trochita, el padre Raúl Martínez (quien era párroco de San Carlos Minas cuando, en 1992, el pueblo fue arrasado por un alud) o la de los cuatro jóvenes estudiantes de una escuela franciscana en Pampa de Achala que, escapando de los malos tratos por parte de los curas, murieron congelados en las Altas Cumbres, en septiembre de 1986. "Hay una canción sobre ellos, que se llama 'Los angelitos de Achala'. De esa historia me enteré viajando. Los viajes son el combustible de mi vida, son un motor inspirador muy grande. Viajo y siempre una nota me traigo", reconoce Mogetta.

Y distingue: "Hay gente que está en el llano, gente que tiene necesidades, en algunos casos premuras más acuciantes que las nuestras, y me interesa que los micrófonos de Un Tiro al Aire estén abiertos para esa gente. Para los clubes de barrio por ejemplo. Hay muchos clubes recuperados por pibes muy jóvenes que se pusieron a laburar, como la gente de El Luchador, Torito, del Federal. Siempre los llamo para que hablen, para que cuenten qué pasa. Sino acá, en aras del progreso, los proyectos inmobiliarios te demuelen la historia, el presente, y después nos quejamos por los pibes que están con el paco, o que son soldaditos. Hay un discurso hipócrita en eso, porque los mismos que hablan de los marcos contenciosos en el que están los pibes son los que hacen los negocios inmobiliarios. Yo me crié en clubes de barrio, y los voy a defender a muerte".

‑ En ese sentido, Un Tiro al Aire es también un espacio de resistencia.

‑ Siempre digo que la radio es el medio en el que tenés más posibilidades de sentir, hacer y decir lo que quieras. En otros medios eso no pasa. En medios gráficos tu elucubración periodística pasa por otros tamices superiores, por un jefe de sección, un secretario de redacción, etcétera. En televisión también. En radio alguien te puede decir que no se habla de algo, pero podés hacerlo igual. Eso sí, después tenés que hacerte cargo, vos sos el responsable de manejar esa libertad que te da el medio. Uno puede ser un obsecuente, un genuflexo, un felpudo, y hay gente que es especialista en éso de trepar para llegar no sé a dónde. Yo soy feliz haciendo lo que me gusta, lo que siento que tengo que hacer. Sintiendo que el programa de radio, en 120 minutos, es una burbuja de oxígeno, para mí y para los escuchas. Creo que está hecho con absoluta honestidad, y de eso me jacto. Creo que hago un programa honesto, con una honestidad cómplice por parte de los escuchas.