A pesar de su contemporaneidad, Lollapalooza Argentina siempre guarda un espacio especial para la historia de la música popular contemporánea local. Este hábito no confeso lo estrenó Pedro Aznar en 2015, secundándolo León Gieco y Palo Pandolfo dos años más tarde. En tanto que Fito Páez fue figura en 2019. En esta vuelta al ruedo del festival, después del hiato al que lo obligó la pandemia, ese lugar lo ocupó nada menos que uno de los fundadores del rock argentino: Litto Nebbia

En una edición dominada por el trap y el hip hop, al menos en lo que a delegación nacional se refiere, el legendario cantautor rosarino supo hacerse escuchar en la tarde del sábado. Lo hizo antes que su paisana Nicki Nicole, y luego de los platenses El Mató a un Policía Motorizado, en el Samsung, uno de los dos escenarios principales erigidos en el Hipódromo de San Isidro.

“Fue una sorpresa que me hayan invitado”, llegó a compartir el músico a los medios, antes de subirse al escenario junto a su banda. Por ello, Nebbia preparó un repertorio acertado para la ocasión, a sabiendas de la oportunidad única que tenía de que lo viera un público nuevo y distinto al que suele ir a sus recitales. Este prócer del rock comenzó su viaje intergeneracional con “Cadenas y monedas”, canción de 1971 a la que le secundó “Nueva zamba para mi tierra”. Entonces desenfundó un infalible popurrí de clásicos de Los Gatos. Primero desenvainó “El rey lloró”, siguió con “Viento dile a la lluvia” y remató esa instancia épica con nada menos que “Ayer nomás”, que recibió la ovación de un aforo que paulatinamente iba sumando público. Y en esa comunión de centennials y millennials (en algunos casos haciéndoles el aguante a sus padres), el artista interpretó un tema acertado para ese momento: “Quien quiera oír, que oiga”.

Durante esa hora, Litto Nebbia estuvo acompañado por unos músicos de lujo. Comenzando por el guitarrista Ariel Sanzo, vínculo que comenzó a mediados de la década pasada, cuando este ilustre rosarino lo invitó a ser parte de su nueva banda La Luz, y que continuó en un toma y daca entre ambos que incluyó El palacio de las flores (disco de 2006 que aunó a Nebbia y Andrés Calamaro). También disfrutó de la complicidad de Leopoldo Deza, y los hermanos Nica y Tifa Corley (ambos integrantes de la banda Los Reyes del Falsete). Bien respaldado, entonces, el frontman alternaba entre la guitarra y el teclado. Si bien esa performance empezó a tomar forma con “El bohemio”, canción con la que salió a escena en 1972 en el legendario BA Rock, al momento de hacer “Sólo se trata de vivir” muchos jóvenes lograron reconocerlo. Al punto de que alzaron sus celulares para testimoniar este paso por el evento.

Antes de invocar el himno incluido en su álbum Creer (1980), Litto Nebbia había hecho “Canción para los inocentes”. Un tema básicamente dirigido a esa audiencia joven que directa o indirectamente lo conocía, o que llegó a descubrirlo gracias a esta ocasión. Si para “Libremente” empuñó la viola, en “Nunca encontraré una casa como la que hay en mí” (título de su más reciente álbum de estudio, publicado el año pasado), ya el músico había escrito un capítulo memorable no sólo en su extensa trayectoria sino en la historia del festival. Aunque todavía no estaba todo dicho. Y en “Yo no permito” aprovechó las pantallas del escenario para repasar en imágenes algunas de sus momentos más perdurables. Sin embargo, aún quedaba una más para consumar esta actuación: “Armonía (Es lo que necesito)” (de Danza del corazón, álbum de 2004) le puso el broche a uno de los cruces generacionales más felices de este Lolla.