Ella es, así se traduce el nombre de la organización que fundó Nadia Sánchez con tan sólo 28 años-–She Is, en inglés-- para ayudar a mujeres colombianas víctimas del conflicto armado que atravesó el país durante más de cincuenta años. Así define también el eje central de su trabajo, que propone un modelo de inclusión social que transforma las historias de las víctimas en emprendimientos productivos para luego generar ingresos para sus familias y comunidades. Por su trabajo en las zonas rurales de Colombia, fue distinguida por la Organización de Estados Americanos (OEA) y elegida representante por Latinoamérica en el Women Economic Forum de la India. Nadia Sánchez compartirá su experiencia en el Primer Encuentro Sobre Equidad de Género y Empoderamiento de la Mujer Latinoamericana, que se realizará el miércoles 31, en la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET). Del encuentro también participarán las periodistas integrantes de Ni Una Menos Mariana Carbajal y Marta Dillon, representantes del Área Genero de la ONU, diputadas nacionales, intendentes y gobernadoras.

--¿Cómo trabaja She Is para empoderar a las mujeres víctimas de la guerrilla?

--Empoderar significa acceder a oportunidades, generar ingresos y alzar la voz sin necesidad de un otro. Acá hay un contexto diferente y es que todas las mujeres con las que trabajamos han sido víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado; las FARP, el ENL y el paramilitarismo han sido procesos atroces. La mayoría de estas mujeres han perdido a toda su familia y están en situación de pobreza. El proceso de empoderamiento comienza primero en dignificar su memoria histórica, es decir, dignificar su pasado, escucharlo, entenderlo y procesarlo en un emprendimiento. Cuando resignifican ese pasado y pueden visibilizar su historia se sienten escuchadas, se sienten lideres y lo transforman en oportunidades.

--¿Qué tipo de emprendimientos?

--Con algunas mujeres formamos el emprendimiento Telares de memoria histórica, donde ellas tejen a mano con la técnica patchwork ilustrando todo el procesos del antes y después del conflicto armado en sus vidas. Hacen cubrecamas, telares y cuadros para la venta y exposición. Con mujeres de la comunidad Wayu --una de las más azotadas al norte del país que incluso funciona con un sistema patriarcal-- hacemos las mochilas wayu que tienen un significado cultural muy importante. Cada mochila tarda doce días en hacerse, toda a mano, e incluye figuras que representan la cultura y la tradición de la comunidad indígena. Son comunidades muy pobres que no tienen acceso al agua ni a la energía y con las mochilas wayu vamos por el mundo contando su historia y generando sostenibilidad para la comunidad. También hay emprendimientos con muchísimos otros tipos de artesanías a partir de los cuales se busca reducir las inequidades de género.   

--¿Cuáles son las principales fuentes de inequidad de las mujeres latinoamericanas?

--Las más urgentes están en el ámbito político y económico, que genera trabas para que las mujeres accedan en igualdad de condiciones a la toma de decisiones y a la participación en la política pública y sufran una enorme brecha salarial en el ámbito económico. Estas son las dinámicas más fuertes que provocan inequidad. De ahí se desprende lo social también, cómo las mujeres más pobres pueden acceder a sus derechos.

--¿El escenario es similar en toda América Latina?

--En general sí, aunque cada país tiene sus particularidades. Por ejemplo, Colombia puntualmente está inserta dentro del marco del conflicto armado. En Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina, en cambio, las mujeres están transitando el camino por un mayor acceso a la participación política. La violencia hacia las mujeres y los femicidios están presentes con la misma magnitud en toda latinoamérica, ahí sí no existen diferencias; por eso, también, es por lo que más tenemos que luchar.

--¿El objetivo sería lograr la paridad en la representación política?

La paridad es indispensable tanto en la política como en la economía y debe discutirse también en el resto de los ámbitos, aunque por supuesto hay que empezar por el de mayor incidencia en la toma de decisiones. En Colombia estamos tratando de que se apruebe un decreto de paridad para que más mujeres puedan participar. En el marco del proceso de paz, por ejemplo, la participación de las mujeres era mínima y en los últimos dos años logramos que por lo menos un tres por ciento de las mujeres tuviera participación, porcentajes que siguen siendo muy bajos. Argentina tiene el beneficio de que ya tuvo una presidenta mujer y con eso marcó la brecha. En Perú la paridad existe, las mujeres acceden al poder porque tienen que cumplir una cuota e incluso se creó un Ministerio de la Mujer que forma parte de las decisiones públicas y de la influencia política, es un ejemplo a seguir. Para lograr el empoderamiento tenemos que romper los techos de cristal, la paridad es indispensable.

--Pero a la vez, las mujeres que llegan a ocupar lugares importantes en la política son atacadas y bastardeadas por su condición de mujeres.

--La sociedad no estaba preparada para tener presidentas mujeres y por eso las trabas y ese techo de cristal se impuso más fuerte que nunca; pasó lo mismo aquí, en Chile y en Brasil. En Colombia tenemos una senadora que es homosexual, lucha contra la corrupción y está punteando las encuestas para la presidencia de 2018, pero Colombia es un país conservador que no admite la diferencia ni la libre elección sexual y por eso es muy difícil que llegue al poder. En latinoamérica las mujeres sólo ocupan entre el 15 y el 18 por ciento de los cargos públicos, pero la situación es mucho más grave en el sector privado. Por ejemplo en el sector petrolero de Colombia solo hay una mujer presidenta entre 216 empresas.

--En los últimos años el movimiento de mujeres protagonizó marchas multitudinarias como el Ni una menos y el Paro de mujeres acá en Argentina que traspasaron las fronteras. ¿Cómo influyen en las conquistas de derechos?

--Argentina siempre ha sido un ejemplo para los movimientos de toda Latinoamérica. Las mujeres argentinas tomaron ese rol de ser pioneras para que otros países se movilicen y Colombia ha sido uno de los países que se hizo eco. Somos las mujeres las que tenemos que hacernos cargo y unirnos para visibilizar nuestra razón de ser en la sociedad. De ahí surge el concepto de sororidad, un término que nace del apoyo de una mujer a otra mujer, del empoderamiento de una mujer hacia otra. De eso se trata She Is, visibilizar a las mujeres desde las mujeres primero. Luego recién podrá existir un Él por ella, como propone el movimiento global.

--Pero mientras haya pocas mujeres que acceden a los puestos de decisión van a seguir siendo ellos por ellas.

--Exacto. Por eso la participación política de las mujeres y la paridad son más que necesarias. Y existe además una doble segregación de aquellas mujeres que están inmersas en conflictos o contextos de mucha vulnerabilidad. En Colombia, por ejemplo, las mujeres víctimas de conflictos armados lideran sus propias mesas de víctimas pero la participación que ellas tienen en la política es nula. ¡Y se están formulando políticas públicas para ellas! Hay una ley –que es la ley de las víctimas- y ellas no tuvieron ninguna participación en la elaboración de esa ley. Estamos generando políticas públicas sin los verdaderos protagonistas. Hacen las políticas públicas para la mujer y las mujeres no estamos. No podemos luchar contra la violencia hacia la mujer y que en el sector público haya sólo un dos por ciento de mujeres, ¿qué coherencia tiene?

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