“Resulta que las medusas son seres aparentemente simples, pero verdaderamente complejos. Fascinan y asustan en partes iguales. Siempre están en los océanos aunque nadie las detecte”, relata el manifiesto con el que decidieron presentarse en las redes sociales y así dejar algo bien en claro: por más que no sean visibles, hay muchas mujeres navegando.

En septiembre de 2021, los dueños de la embarcación Memo Memulini (que ha sabido ganar múltiples competencias internacionales) decidieron impulsar un proyecto diferente: querían que el barco fuera parte de la histórica Copa Rolex Circuito Atlántico Sur –que se desarrolla en aguas argentinas y uruguayas– pero el turno de continuar la historia ahora era de sus hijas. Por eso vieron en la reconocida regatista olímpica Dominique Knüppel la posibilidad de capitanear este proyecto.

“Lo primero que me preguntaron fue ‘¿Vos creés que una tripulación solo de mujeres se puede llevar adelante? ¿Te parece viable? Porque mirá que se necesita fuerza…’ y mi respuesta automática fue que sí, que por supuesto que se podía. En mi experiencia he tenido que entrenar muchísimo físicamente para competir y me considero una persona fuerte, pero con eso una no marca la diferencia. Si bien en el barco necesitás fuerza, también hace falta mucha maña, habilidad, y ahí las mujeres somos especialistas”, detalla la representante uruguaya en Tokio 2020. Dominique sólo puso una condición: que la tripulación estuviera dispuesta a competir de la manera más profesional posible y que ‘se dejara todo en la cancha’. “No había razón para achicarse antes de arrancar”, asegura.


Siempre estuvimos

“Me llegó un whatsapp preguntándome si me sumaba a la propuesta, si la veía posible… y lo primero que me pregunté fue: ‘¿Cómo llegamos a 12?’ A mí se me cruzaron cinco nombres nomás, así que dudé un montón, aunque al final salió perfecto. Entre todas conectamos con 24 mujeres dispuestas, y finalmente 12 formamos este proyecto”, cuenta Justina Pacheco, la timonel de Medusa. Ella también tiene una vasta carrera en el deporte náutico, ya que desde muy pequeña se embarcó en competencias y aventuras, como cruzar el océano Atlántico en una travesía de 58 días navegando desde Montevideo a Barcelona en un velero de 40 pies –12 metros aproximadamente, tal como el Memo Memulini–.

El proyecto inicial no consistía solamente en competir, sino que además era un desafío de sororidad: poder darle la oportunidad a mujeres que tal vez querían regatear pero no se les había generado la oportunidad, o nunca lo habían hecho en un barco tan grande.

Las ganas, el compromiso, la concentración y la inmediata confianza entre todas fueron las claves para que la experiencia en el Circuito fuera increíble, no sólo desde lo deportivo sino también como instancia de aprendizaje.

La unión hace la fuerza

“Entre todas alquilamos un apartamento para hacer base y en los tiempos libres no nos queríamos separar. Cenábamos juntas, salíamos a caminar juntas… El último día, cuando nos despedimos, pensábamos qué bueno sería vivir juntas más tiempo”, recuerda entre risas Justina. Las 12 integrantes de Medusa son de distintas ciudades uruguayas (Paysandú, Rocha, Punta del Este y Montevideo) y una de ellas de Buenos Aires. También son variadas sus edades (que van desde 19 a 40 años) así como sus recorridos dentro de la náutica.

Incluso una de ellas, Magalí García, se las ingenió para ser tripulante en el agua y madre lactante en el puerto. Al finalizar cada jornada, su pareja –también regatista, pero que durante esta competencia eligió ocupar el rol de cuidador de los niños– traía a la pequeña Lucía al barco para que mamá pudiera alimentarla y después continuar con sus tareas.

Todas estas singularidades hicieron que el grupo ensamblara de una manera que aún a ellas las sorprendió. “La energía que generamos ayudó un montón en la dinámica a bordo, porque había buena onda, y si en situaciones extremas complicadas por el viento, yo podía hablar más fuerte y dar una orden, nadie se lo iba a tomar mal. Porque si nos equivocamos en una maniobra, se puede romper algo”, explica Dominique. Como “lo que pasa en el agua, queda en el agua”, una vez finalizada la regata, el grupo se reunía para reflexionar y corregir la técnica de cara a la siguiente partida, y para comentar cómo transitó cada una ese día en su rol, para luego, en caso que fuera necesario, modificarlo para sentirse cómoda y así cumplir su función al máximo nivel.

Un mar de dudas

“El mundo de la navegación es pequeño en la región y a muchas de nosotras ya nos conocían, así que nos dieron el beneficio de la duda… ¿Podrán mujeres en un barco tan grande? ¿Y si a mitad de camino se cansan? ¿Y si se les rompe tal cosa?. Incluso la primera vez que regateé en el timón me dijeron ‘Estás loca, tené cuidado, no sientas presión, podés abandonar si querés’, y fue un ‘No, nosotras podemos’, así que esta vez ni se me cuestionó”, justifica Justina.

Los deportes náuticos son caracterizados como masculinos, ya que se necesita de fuerza para poder desplegar las velas y soportar las inclemencias del clima, y no hace falta tanta tripulación para poder cumplir esas tareas. Sin embargo, a la hora de la competencia, muchos reconocieron el sorpresivo desempeño de las Medusas: “Un hombre nos dijo ‘Chicas, miren que las velas son muy grandes, ¿a quién van a poner en el palo? Inflada no la va a poder subir porque pesa muchísimos kilos’. Ese comentario nos planteó una duda pero finalmente nos vino a felicitar por las maniobras con que resolvimos cada situación”, rememora la capitana.

Otro de los factores que influyen en la desigualdad de género es la brecha económica: la mayoría de los dueños de los costosos barcos son hombres. Por eso, otro de los objetivos de Medusa Sailing es acercar más mujeres al deporte, generar oportunidades, aconsejar a qué clubes asistir y qué tareas comenzar a hacer para involucrarse y ocupar lugares a base de esfuerzo pero también curiosidad y voluntad por aprender.

Ser referentes

Si bien las Medusas son muy conscientes de lo que la navegación genera en cada una de ellas, no tienen muy en claro aún lo que ellas generan en los demás, y como prueba de ello, Justina cuenta una anécdota: “En la Rolex, de repente había una lancha siguiéndonos y nos gritaban ‘¡Aguante las Medusas!’. Nos preguntamos entre nosotras quién era, y no era ningún conocido… era una señora que nos conoció por las redes sociales y vino a alentar. Después en el puerto se acercaron más mujeres que nos vieron en la televisión y nos querían saludar”.

Mujeres que inspiran a otras, referentes para las generaciones que vienen detrás y confirman, una vez más, que los deportes no distinguen género. Como también dice el manifiesto: “Aunque no nos ven, ¡les prometemos que nos estamos multiplicando!”.

*Noelia Tegli