El eslogan que resume la renovada pasión por la Selección Argentina y que colma los ámbitos futboleros, suena simple y motorizado: “La Scaloneta”. El mote lo tiene como protagonista a Lionel Scaloni, actual entrenador del conjunto albiceleste. El ex jugador, oriundo de Pujato -pueblo situado al sur de la provincia de Santa Fe, en el departamento San Lorenzo-, hoy está en boca de todos por sus atractivos números al mando del conjunto argentino y consciente o no, agiganta el entusiasmo de cara al Mundial de Qatar 2022.

Pero en esta historia las cosas no siempre fueron así. Al principio al DT santafesino le costó el consenso de los argentinos. Su llegada a la Selección fue por la puerta de atrás y su juventud más la poca experiencia como técnico, lo pusieron en un terreno que inicialmente albergó más dudas que certezas. Con el detonante del Mundial de Rusia 2018 y el mal trago que dejó el paso de Jorge Sampaoli, los ánimos estaban reticentes a nuevos experimentos. Sin embargo, al borde del "que se vayan todos", Claudio Tapia, con la guillotina a punto de caer en su cabeza, fue por todo: en noviembre de 2018 lo confirmó a Scaloni como DT oficial. A partir de ahí, el interinato quedó a un lado y lo que vino después fue el desafío mayor, la papa caliente. Con la sociedad sedienta de éxitos y con poco margen para malos resultados, se puso al frente de una dura evaluación que tuvo un importante objetivo final: volver a despertar atracción por la Selección.

“Más allá de mi juventud, creo que todo el tiempo estamos aprendiendo, y más con la evolución que tiene el fútbol. Ancelotti, Bielsa, Tabárez, pensá en cualquier técnico de esa trayectoria: seguramente hace diez años no jugaban como ahora, piensan el fútbol de otra manera, se van actualizando. Mi caso es igual: seguro que hace tres años pensaba de una manera y después me fui dando cuenta de que lo que yo pienso tiene que estar relacionado con los jugadores que tengo. Y uno entonces piensa: 'O seguimos con la mía o cambio los jugadores'. Decidimos que lo mejor era adaptarnos a los jugadores, que son más de tenencia de pelota, buena circulación”, dijo Scaloni en una entrevista a mitad de 2021, cuando le preguntaron por su aprendizaje al mando de Selección.

El hombre de Pujato siempre trató de conservar la calma. Dejó de escuchar el runrún letal de periodistas e hinchas y armó un plantel de jugadores con mayor predisposición para el equipo. Su atención se posó en jóvenes provenientes de equipos sin tanta atracción mediática y así asomaron Rodrigo De Paul (responsable del pase a Di María en el gol contra Brasil que permitió ganar la Copa América 2021), Emiliano “Dibu” Martinez, Cristian “Cuti” Romero, entre otros, y los actuales juveniles Alejandro Garnacho, Tiago Geralnik, Nicolás Paz o Luka Romero, que convocó para los compromisos finales por las Eliminatorias: Venezuela y Ecuador.

A Messi le quitó toda la presión y desarrolló un plan de juego en donde lo gravitante sea lo colectivo, más que una individualidad. Sin dudas el 10 es protagonista fundamental en esta orquesta, pero sabe que los intérpretes que lo acompañan van a tocar las notas que corresponden para formar la melodía. Con Di María el caso es similar. Scaloni planteó una invitación a que vuelvan a jugar, a que vuelvan a divertirse y sorpresivamente, frente a todo escepticismo, de a poco fueron regresando las sonrisas de los consagrados.

Si uno abre los números de Scaloni, encuentra con que sorprenden a propios y ajenos. La primera hazaña a rescatar es la que le permitió al DT santafesino escribir una página más en la historia de la albiceleste: la Copa América 2021. La recordada final contra Brasil en la que Di María se lució con un gol por arriba de Ederson Moraes, fue un antes y un después y posibilitó que el conjunto argentino volviera a congraciarse con este trofeo después de 28 años.

Así las cosas, la estadística revela una racha de 31 partidos sin perder y los números son alentadores. Con un total de 45 encuentros disputados, el saldo arroja 28 victorias, 13 empates y 4 derrotas. Después del reciente 1 a 1 ante Ecuador -por el polémico penal que cobró Raphael Claus para los dirigidos de Gustavo Alfaro - la situación dice que Scaloni, o mejor dicho, "La Scaloneta", igualó la histórica marca de juegos invictos que Alfio Basile construyó entre 1991 y 1993. Pero los números no lo obnubilan. Discreto con la prensa, no habla de más y se mantiene atento a su trabajo diario y a las necesidades del equipo. Lo que pasa afuera es un agregado que forma parte del cotillón de la pasión y ensancha los temas a tratar en los canales de televisión.

"Me llena de orgullo que la gente se sienta identificada (con la Selección). Después, todo lo que pasa en la cancha, en la calle, me pone incómodo porque no soy de expresar mucho. Pero bueno, el agradecimiento es enorme. Pero lo que se está viviendo, ojalá sea siempre. Porque no he visto Selección que no se brinde, no es que estos chicos se brindan más que otros, ahora se dieron las cosas. La gente tiene que entender que cuando no estemos y estos chicos no estén, los que vengan, serán lo mismo. Jugar con esta camiseta siempre será lo máximo. Ojalá la gente entienda eso porque esa conexión es básica y te da un plus. Después, gana uno y si pensamos sólo en ganar, ahí es donde erramos", dijo el DT santafesino, en la previa a viajar a Guayaquil.

Si uno presta atención, al igual que con Pablo Aimar o Roberto Ayala o Walter Samuel (toda gente del universo Scaloni), en cada declaración hay un mensaje que revela una nueva identidad, una clave de entrada a un territorio de formación que parece ser parte de un legado para las nuevas generaciones que están arribando a este deporte.