Morbius     4 puntos

Estados Unidos, 2022.

Dirección: Daniel Espinosa.

Guion: Matt Sazama y Burk Sharpless.

Duración: 109 minutos.

Intérpretes: Jared Leto, Matt Smith, Joseph Esson, Adria Arjona, Jared Harris, Tyrese Gibson y Corey Johnson.

Estreno en salas únicamente. 

La maquinaria Marvel no se detiene. En la misma semana que estrena en la plataforma Disney+ el primero de los seis episodios de la serie Moon Knight, con Oscar Isaac e Ethan Hawke, llega a las carteleras comerciales de todo el mundo Morbius. Se trata de un nuevo desprendimiento del universo de Spider-Man lanzado apenas seis meses después del anterior, Venom: Carnage liberado -que a su vez era una secuela de Venom (2018)- y a casi cuatro de la ultra taquillera Spider-Man: No Way Home, que con cuatro millones de espectadores se convirtió en la película de superhéroes más vista en la Argentina y, obviamente, en la de mejor performance en taquilla desde el comienzo de la pandemia. 

Lo que en la última aventura arácnida era puro juego y la puesta de la inaprensible lógica del multiverso al servicio de la comedia autoconsciente, aquí adquiere un tono lúgubre y de tortura constante, en línea con el (anti) héroe del título, interpretado con su habitual intensidad perturbada por Jared Leto.

Como Venom, Michael Morbius es uno los villanos del superhéroe eternamente adolescente. Uno de ínfulas trágicas y dolientes y cuyas ambiciones iniciales, lejos de la búsqueda de conquistar el mundo, pasan por paliar lo que ha sido una vida de sufrimiento y marginación a raíz de una extraña enfermedad degenerativa que, desde chico, lo ha mantenido junto a su amigo Milo (Matt Smith) limitado en sus movimientos físicos. En línea con varios rivales del alter ego heroico de Peter Parker, Michael es un tipo inteligentísimo que utilizó su necesidad individual como motor de un desarrollo científico que, en este caso, le permitió crear sangre artificial. Hasta gana un Premio Nobel -que rechaza- por su aporte a la bioquímica. Con esa sangre combinada con ADN de murciélago consigue lo que parecía imposible: piernas fuertes y capaces de sostenerse erguidas.

El problema es que tiene que alimentarse con ese brebaje primero cada seis horas y luego cada cuatro. Si no lo hace, el muchacho se convierte en un vampiro de fuerza sobrehumana que sacía su sed de líquido rojo saliendo de gira para clavar los colmillos en yugulares ajenas. Dirigida por el sueco de origen chileno Daniel Espinosa (Protegiendo al enemigo, Life: vida inteligente y Crímenes ocultos), la película propone una desganada cruza entre la iconografía vampírica y la estilización proveniente del cómic, asentándose principalmente en el complejo y contradictorio mundo interno de un protagonista tironeado entre sus necesidades vitales y la conciencia de las consecuencias de ellos. O al menos esa es la intención, porque Morbius (película y personaje) adolece de cualquier matiz o atisbo de profundidad dramática.

Distinto es el caso de Milo, al que no le importa nada que no sea mordisquear cuanto cuello se le ponga delante y, por lo tanto, terminará enfrenado con su ex compañero de aventuras. Con un relato deshilachado, como si en algún momento del montaje se hubiera perdido el hilo conductor, Morbius termina siendo más (o menos) de lo mismo: efectos especiales, diálogos supuestamente profundos dichos con seriedad de velorio y, obviamente, un par de escenas pos créditos que abren puertas a nuevas expansiones de la saga.