Resulta relevante saber cuáles son las causas del conflicto en Ucrania, y sus consecuencias del cambio geopolítico y de las de carácter económicas y políticas para Argentina. Interrogarnos acerca de por qué es tan importante comprender un conflicto espacialmente lejos, pero al mismo tiempo tan involucrados en sus efectos inflacionarios. Un conflicto de impacto global en que el mundo se polariza de un lado u otro de la contienda, y en el que la derecha se identifica con Ucrania y busca presionar al Gobierno por una posición alineada con Estados Unidos. 

¿Es posible una visión ecuánime del conflicto? ¿No es necesario tener una posición neutral y de no alineamiento activo en esta situación? El conflicto tiene consecuencias económicas inflacionarias en el marco de debilidad política del Gobierno. ¿Cuáles son las condiciones para el éxito de las políticas antiinflacionarias en este contexto? ¿Cuáles son los intereses que están en juego de la Argentina en la nueva coyuntura mundial y, a la vez, los riesgos de un alineamiento tradicional con los países del G-7 en el conflicto entre Ucrania y Rusia?

1. Causas del conflicto

Si bien la decisión de iniciar una guerra contra Ucrania por parte del presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, representa una clara violación a los principios consagrados en la Carta de Naciones Unidas, como lo son los de Integridad Territorial y Soberanía, amparándose en el derecho a proteger a las minorías rusas que viven en las provincias separatistas de Donbás y Luhansk, y a la pérdida de neutralidad de Kiev al querer formar parte de la OTAN siendo limítrofe con Rusia, también hay consideraciones de seguridad nacional de la Federación Rusa que deben ser incorporadas al análisis del porqué de esta decisión. 

En realidad, el derecho internacional preconizado por las Naciones Unidas hace ya rato que no existe, no hay un poder vinculante de parte de esta institución, solo declaraciones, y lo que existe de poder es un Consejo de Seguridad ya obsoleto, formado por los ganadores de la Segunda Guerra Mundial con poder de veto. Entre las razones que desatan el conflicto, una significativa es que tampoco se había cumplido por parte del gobierno de Ucrania con los acuerdos de Minks sobre el cese del fuego del Donbás y el reconocimiento como territorios autónomos especiales

La creciente multipolaridad choca con el objetivo de retomar la hegemonía por parte de Estados Unidos y pensar la convivencia entre las naciones en un mundo donde ya no hay un único poder hegemónico que impone las reglas como existió hasta hace más de una década, y donde la negociación debería prevalecer sobre una imposición sobre los demás pueblos. Así, la presión por avanzar con estados de la exURSS incoporándolos a la OTAN, cuando ya el Pacto de Varsovia había dejado de existir, se continuó alentando por la necesidad de recuperar el liderazgo frente al mundo multipolar, a partir del crecimiento tanto económico, comercial y tecnológico de China y de su alianza con Rusia y otros países emergentes del Sur Global.

Por último, en la situación actual los actores que indujeron a esta situación que presionaron para la entrada de Ucrania a la OTAN no bajan sus apuestas. Así, mientras unos siguen mandando dinero y armas a Ucrania para resistir, Zelensky prohíbe partidos políticos de la oposición y hace lo imposible para demostrar que busca negociar pero sin conceder nada, en una guerra que es un desastre para su pueblo. El ejército ruso avanza sobre diversas ciudades y la capital Kiev buscando una ocupación integral del territorio y promover así un acuerdo diplomático con los verdaderos dueños del poder: Estados Unidos, la OTAN y la UE. 

2. Consecuencias no calculadas

a) Inflación y turbulencia económica global. Una situación no calculada por los actores de las sanciones es que no sólo Rusia iba a sufrir por las aplicadas en las esferas comercial, financiera y cultural, sino que las padecería la economía mundial, puesta que ésta entraría en complicaciones crecientes. 

La inflación es una de ellas por escasez de productos porque Ucrania y Rusia son principales productores de trigo, petróleo, gas y fertilizantes, lo que provoca aumentos de sus precios en el mercado internacional. Una situación que lleva al desabastecimiento en los países centrales y de recesión más inflación. Una inflación difícil y complicada de bajar porque se trata de una que ya estaba en alza previamente por la pandemia.

b) Un boomerang para Estados Unidos. La amenaza y la acción concreta de aislar a Rusia financieramente y del área del dólar, una de las armas de poder y soberanía global con que cuenta Estados Unidos, ahora podría convertirse en un golpe para el dólar como moneda principal de reserva mundial. 

A partir de estos acontecimientos, la India usará el rublo con Rusia y Arabia Saudita el yuan para su petróleo con China. Las sanciones de Estados Unidos a Rusia, excluyendo a este país del sistema interbancario SWIFT, podría terminar siendo una amenaza para el poder hegemónico del dólar como divisa internacional de reserva. 

La entrada de la moneda china en los contratos para el crudo reduciría también la dominación del dólar sobre el mercado global. Además, es probable que las sanciones a Rusia se diluyan con el tiempo. 

Como señala el economista Jeffrey Sachs: “Después de producir enormes estragos y angustias a corto plazo en todo el mundo, con el aumento vertiginoso de los precios del petróleo y la interrupción de las principales cadenas de suministro de productos básicos, se crearán innumerables oportunidades de arbitraje para que Rusia venda sus productos valiosos a entidades fuera del alcance de las sanciones estadounidenses. China y otros no estarán dispuestos a aplicar un régimen de sanciones que bien podría usarse contra ellos a continuación. Por lo tanto, Rusia no estará tan aislada como parecen pensar los Estados Unidos y Europa. Después del impacto inicial de las nuevas sanciones, es probable que sus oportunidades comerciales crezcan, no disminuyan”.

c) El develamiento del doble estándar occidental. Por un lado, Estados Unidos si bien logró ganar una fuerte adhesión de Occidente a su posición antirrusa por la invasión, tanto por razones jurídicas, por el discurso comunicacional, por las imágenes televisivas del horror que tiene toda guerra, construyendo sentido común de un enemigo perfecto, por otro lado, también se devela un doble estándar de su accionar y discurso. 

Prohibió fuentes de información que no fueran las filtradas por sus propias agencias o de las provenientes directamente de Rusia, además lo hizo con elementos culturales de expresiones que no tenían nada que ver con la guerra (literarias, musicales, científicas, deportivas de la Federación Rusa), y hasta se admitió en las plataformas principales de Facebook y Google difundir mensajes de odio al agresor. 

Al mismo tiempo se silenció en los medios toda otra voz que no manifestara la visión occidental del conflicto y de otros países, y en diversos espacios no controlados se manifestó el contraste entre la difusión de las imágenes y la condena a esta invasión y la serie de bombardeos en las últimas décadas a Yugoslavia, Libia, Siria, Irak, Yemen, Palestina

d) El vuelco de Rusia sobre Asia. Independientemente de cómo termine la guerra, Rusia va a sentir el aislamiento económico-financiero. Ya tiene problemas de desabastecimiento y potenciales default con bancos y cierre de empresas. Asimismo, su gobierno ha emprendido una campaña de censura contra periodistas y personalidades públicas que repudiaron la ofensiva en Ucrania. Probablemente va a reconvertir su economía vía nacionalizaciones e ir hacia un modelo más estatista de capitalismo y China se va a ver favorecida. 

El efecto mayor tiene que ver con su vuelco sobre Asia. Si bien Rusia tiene dos almas -la europea representada por San Petesburgo y la euroasiática representada por Moscú- la incidencia del conflicto es un abandono de toda pretensión de vincularidad con la UE y de repliegue sobre Asia, esta tendencia que ya tenía antecedentes se profundizada ahora con este conflicto y sanciones, también le genera otras posibilidades de contragolpear a los países que la sancionan u hostiles. 

3. Cambios en el escenario internacional

El tablero mundial está cambiando a partir de esta guerra. Las placas tectónicas de la unipolaridad ya hace tiempo se habían debilitado y en el marco de una multipolaridad sin un orden global institucional, se va conformando una nueva figura del conflicto: el fin de un modelo de globalización neoliberal y de apertura capitalista ya erosionado con el conflicto comercial y tecnológico con China, que ahora entra en una faceta entrópica, y se va hacia otro modelo donde en todo caso ya no hay un solo bloque triunfante y hegemónico que uniformiza al resto del mundo con sus valores y estándares, sino, por lo menos, dos. El occidental y el asiático, pero donde este último muestra mayor dinamismo, crecimiento económico y generación de una nueva institucionalidad multilateral bancaria, financiera y de cooperación, sustitutiva de la de Bretton Woods, así como el avance del yuan como moneda alternativa de reserva. 

El no éxito de las sanciones económicas a Rusia para obligar a su retirada de Ucrania va generar más espacio militar a la OTAN, la UE se militariza pero a la vez se orienta a la polarización contra Rusia, como si la resolución del conflicto pudiese ser de índole militar y sancionatorio en lo económico financiero. Y eso es un error, la solución no es militar sino diplomática.

Al mismo tiempo, se fortalece la alianza entre Rusia y China, o al menos no se logra poner a China distante de Rusia y en rol de acusador. Rusia se va replegando sobre China y Asia, abandona Europa y, en caso de lograr sus objetivos de mantener la neutralidad de Ucrania, la UE junto con la OTAN serán perdedores de la coyuntura. 

Así la estrategia asignada por Estados Unidos a la Unión Europea, como señala Boaventura de Sousa Santos “es de que se profundice la dependencia europea, no solo en el ámbito militar (ya garantizado por la OTAN) sino también en el económico, es decir, en términos energéticos. La política exterior (y la democracia) de Estados Unidos está dominada por tres oligarquías (no sólo hay oligarcas en Rusia y Ucrania): el complejo militar-industrial, el complejo gasífero, petrolero y minero, y el complejo bancario-inmobiliario. Estos complejos tienen ganancias fabulosas gracias a las llamadas rentas monopólicas, situaciones privilegiadas de mercado que les permiten inflar los precios. El objetivo de estos complejos es mantener al mundo en guerra y crear una mayor dependencia de los suministros de armas estadounidenses. La dependencia energética de Europa en relación con Rusia era inaceptable. Desde el punto de vista de Europa, no se trataba de dependencia, se trataba de racionalidad económica y diversidad de socios”.

El mundo de pospandemia parecía admitir dos posibilidades: la de un nuevo humanismo global, luego del hecho social total de la amenaza de la covid, el del “estamos en el mismo barco”, del que debíamos trabajar más cooperativamente para resolver los problemas que nos afectaban y que sólo podrían resolverse con la anuencia de todos: la pandemia, el cambio climático, la desigualdad creciente entre las sociedades, las migraciones, la necesidad de encarar cambios en la arquitectura financiera internacional. 

Sin embargo, Estados Unidos con Biden fue a un escenario cada vez más confrontativo con China, igual o más que Trump, tanto en sanciones y contención económico militar. Pero lo cierto es que el ‘todos en el mismo barco’ y la apuesta a la multipolaridad y al multilateralismo progresivo no iba con la existencia de facto de dos modelos de capitalismo o de economías que están en pugna. 

Uno, donde lo que predomina son las corporaciones en la decisión estratégica, la concentración, la desigualdad y particularmente el sistema financiero, donde aún en pandemia muchas plataformas y grupos financieros capitalistas concentrados se hicieron más ricos. El otro, donde lo que predomina es el Estado, la política y un capitalismo fuertemente regulado. 

4. ¿Cómo afecta el conflicto a Argentina?

En primer lugar los efectos más evidentes para un país del extremo Occidente son por los aumentos de los precios básicamente de los alimentos y del petróleo y gas, de la inflación que es a su vez ya un problema global, en medio de la crisis mundial que dejó la pandemia. 

El problema inflacionario no es consecuencia solo de la guerra, ya venía de antes, de la pandemia de la inflación inercial, de su carácter multicausal y con tasas de dos dígitos por varias décadas, pero la guerra lo acentúa y requiere de medidas extraordinarias (como se desarrollaron al inicio de la pandemia) para asegurar los alimentos en la mesa de los argentinos y no seguir con la pérdida de ingresos de los sectores trabajadores.

Asimismo, el país se verá afectado por el aumento de las importaciones energéticas, lo que tensionará al mercado, generando un proceso inflacionario que afectará -y ya lo está haciendo- los precios de la canasta alimentaria. Nuestro país es un importador neto de energía, por lo que el aumento de los precios del gas y el petróleo le impacta negativamente: por un lado, constituye una presión sobre la cuenta corriente y, por otro, agrega presión sobre las tarifas que son un elemento de negociación con el FMI dado el monto que representan en el presupuesto del Estado. Por otra parte, el precio del Gas Natural Licuado (GNL), que el país importa, es otra de las variables que va a alterar la economía y se espera que incida directamente en el precio de las tarifas de servicios públicos.

Pero también tiene una incidencia política porque este impacto requiere de una batalla antinflacionaria como la declarada por el Gobierno Nacional, y la serie de medidas que intentan estabilizar el precio del pan y establecer acuerdos con los productores.

La colisión con los sectores más concentrados del agronegocio es inevitable si el Estado pretende conservar algún resorte, al menos, en materia de la formación de precios de los alimentos. Esto no se resuelve con moderación y con diálogo, sino con regulaciones y relaciones de poder. De lo contrario el Gobierno habrá sellado su suerte si no puede frenar la corrida inflacionaria y la pérdida de ingresos de la población. 

Las medidas anunciadas para hacer frente a la inflación, por ahora, suenan a poco teniendo en cuenta la gravedad de la coyuntura. El riesgo de no tener éxito es la profundización de la desafección de la política y la pérdida de esperanza en la población. La clave es aumentar la calidad de vida de la población.

La unidad es clave para extender la solidaridad, mancomunar los esfuerzos de aumentar la calidad vida de la población y resistir los intentos de retorno de la avaricia y consolidación de la pobreza y la exclusión. Esa unidad no debe ser abstracta o puramente enunciativa, sino que tiene que estar basada en la gestión, en un plan coherente y consistente de medidas contra la inflación, que apelen tanto a Fideicomisos, a la Ley de Abastecimientos, retenciones, congelamientos de precios y hacer partícipes al pueblo y a los movimientos de la economía popular del control de las subas de precios. Se trata de apelar a la creatividad y de tomar conciencia en el gobierno y la sociedad de que la situación es extraordinaria, aquí y en el mundo, y que por lo tanto las medidas también deben serlo.

Al mismo tiempo, ello también es importante para diferenciarse en lo internacional de la derecha, de tener una posición más clara o menos ambigua respecto de la guerra con Ucrania y de las presiones de esta en el cambio geopolítico que se está gestando. 

En ese sentido en el conflicto en Ucrania, el Gobierno ha optado por alinearse de forma light con la posición de Estados Unidos, condenando en diversos foros internacionales la invasión de Rusia, lógicamente por criterios de violación a los principios de integridad territorial de las naciones, algo que se relaciona con la tradicional posición argentina sobre la soberanía de Malvinas

Asimismo, señalando en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU crímenes de guerra cometidos por Rusia, pero que en todo caso no solo serían de este país, y existía la posibilidad de adoptar una posición matizada frente al mismo, como fue la adoptada por otros países de la región como México y Brasil que se abstuvieron en esa condena. Lo mismo que los países de las BRICS, habiendo expresado la Argentina su interés de formar parte de este nucleamiento.

Ello es necesario porque la derecha se está fortaleciendo con este conflicto, en este posicionamiento de alineamiento duro con Estados Unidos, porque logra una épica que no tenían antes que es la de la "guerra fría", donde el modelo de más Estado es asociado al comunismo, o las regulaciones a impuestos inaceptables, al déficit fiscal y a más inflación. Mientras que en el Frente de Todos, a la vez, se va diluyendo un proyecto asociado al contrato social votado en 2019 y a una visión de inserción en el mundo alternativa a la del neoliberalismo tardío.

Por eso cabe preguntarse, ¿este modelo de inserción de alineamiento light para un gobierno nacional-popular en esta nueva configuración geopolítica es el más conveniente para sus intereses? Por eso los interrogantes para la nueva coyuntura son ¿ampliamos el mundo o nos quedamos en el que siempre nos complicó la vida?, ¿nos conectamos con el modelo más dinámico del Pacífico y que da menos lugar a la especulación financiera o volvemos al modelo de endeudamiento y desigualdad de las elites?

La firma del Acuerdo de Facilidades Extendidas con el Fondo Monetario reduce posibilidades económicas y geopolíticas, tanto por cogobierno como por pérdida de soberanía y de capacidades. Cuando se legitima una deuda odiosa como se hizo en este caso lo que sucede es que se traba el desarrollo nacional, y eso cuando hay mucha deuda que se debe saldar con la mayoría de la sociedad.

Conclusiones

La nueva coyuntura mundial que se está generando a partir de la guerra de Ucrania es peligrosa para todos los países, por su potencial extensión a guerra abierta con la OTAN y de carácter nuclear, y ya por los daños y sufrimientos humanos que está causando, por tres millones de migrantes de Ucrania que se refugian en otros países, como por las turbulencias económicas, comerciales e inflacionarias que se generan en todas partes. 

Asimismo, por la polarización y búsqueda de retroceso a un mundo unipolar que busca protagonizar Estados Unidos y la OTAN, de un mundo dividido en buenos y malos, en democráticos y no democráticos, y de emblocamiento tipo guerra fría. Esto también nos afecta, porque en la Argentina tenemos una base militar estratégica de Gran Bretaña en las Islas Malvinas, ocupada colonialmente y que está en manos de la OTAN.

Esta situación debería llevar no sólo a tener una eficaz política antinflacionaria y de mejora de la calidad de vida de la gente, sino también a un no alineamiento activo y a buscar acompañar procesos diplomáticos que apunten a una pronta paz en Ucrania

Tener autonomía estratégica es pensar cuáles son las políticas públicas que mejor protegen los intereses nacionales y regionales en el mediano y largo plazo, desde la multipolaridad y la multilateralidad y también sobre el bien común global (trabajar sobre cambio climático, la desigualdad, migraciones, el cambio de la estructura financiera internacional, la reducción de deudas soberanas) y salir del posicionamiento emblocador de los medios y la derecha. Sobre todo desde un nuevo escenario donde Argentina puede ser uno de los referentes del nuevo ciclo progresivo que se expresa en la región y donde el presidente Alberto Fernández es también presidente pro-tempore de la CELAC. O, en todo caso, donde una eventual alianza entre México, un Brasil postBolsonaro y Argentina, podrían configuran un bloque de integración regional con mayores posibilidades de desarrollo, autonomía y calidad de vida para sus pueblos y para la paz del mundo.

* Director del Área Estado y Políticas Públicas de la Flacso Argentina.