Página/12 en Israel 

Desde Jerusalén 

Es un pasillo subterráneo en la montaña. Una caverna. Todo está oscuro. Solo se ven pequeñas lucecitas y velas. Y se escuchan nombres. Los nombres, las edades y el país de origen de mil niños y niñas que representan al millón y medio de niños y niñas asesinados durante el Holocausto. Es uno de los momentos más conmovedores de visita a Yad Vashem (el museo de la Shoá de Jerusalén) y el que hizo emocionar al ministro del Interior, Wado de Pedro, que era un niño pequeño cuando se salvó, por poco, de ser asesinado por una patota de represores de la última dictadura militar. 

La recorrida del museo fue la primera actividad oficial de la gira que funcionarios y gobernadores están haciendo por Israel y que está enfocada en conocer la experiencia de este país en el manejo del agua. Si bien el viaje fue armado con ese propósito, también está contribuyendo a afianzar el vínculo entre ambos países. 

El museo de Yad Vashem está sobre el monte del Recuerdo. Desde allí se observa Jerusalén. Pero este domingo una nube blanca tapaba la visión. El cielo parecía estar encapotado. Pero no era una nube, era polvo. Es un fenómeno inusual del que estaban sorprendidos también los israelíes.  A la salida del Museo, con la ciudad borrosa delante, el presidente de Yad Vashem, Dani Dayan, que es argentino, dedicó unas palabras a la delegación. "Acá vienen muchos dignatarios, pero una delegación tan importante de mi país natal es especial. Mi papá nació en Kiev y solía decirme: ´De Europa nos escapamos, salimos con una maldición en nuestros labios. De Argentina a Israel nos fuimos porque somos sionistas pero salimos con una bendición en nuestros labios, lo que somos se lo debemos a la Argentina, que nos acogió y nos dio una vida digna´". "Por eso --continuó Dayan-- quiero expresar mi agradecimiento por lo que Argentina hizo por mi familia y por muchos judíos que llegaron antes y después del Holocausto".

Luego, los funcionarios y gobernadores se dirigieron a la sala del Recuerdo. Es un gran espacio hecho de rocas con forma de tienda. En el piso de mosaico están grabados los nombres de 22 campos de concentración y exterminio nazis. Y en una base con forma de cáliz roto arde la llama eterna. Esa llama fue invitado a avivar De Pedro, en una ceremonia que suele estar reservada para jefes de Estado. El ministro también dejó una corona de flores blancas de parte de la República Argentina sobre la cripta de piedra que contiene cenizas de víctimas del Holocausto. 

Estuvieron en Yad Vashem el ministro de Agricultura, Julián Domínguez; y el de Ciencia y Tecnología, Daniel Filmus, el titular del Consejo Federal de Inversiones (CFI), Ignacio Lamothe y los gobernadores Raul Jalil, de Catamarca; Gustavo Bordet, de Entre Ríos; Gildo Insfran, de Formosa; Ricardo Quintela, de La Rioja; Rodolfo Suarez, de Mendoza; Arabela Carreras, de Rio Negro; Sergio Uñac, de San Juan; y Alicia Kirchner de Santa Cruz. 

"El 24 de marzo usé la metáfora de que hay que mantener viva la llama de la Memoria y hoy acá me invitaron, justamente, a hacer ese ritual. Hace poco estuve en la ex ESMA con la intendenta de Barcelona. A algunos argentinos se nos cruza una comparación,  sobre todo en la forma de cómo te interpela, cómo interpela la Memoria", contó luego de la visita De Pedro. La embajadora de Israel en Argentina, Galit Ronen, señaló que si bien se trató de dos situaciones diferentes, hay coincidencias en la formas de pensarlas y hacer memoria, como el entendimiento de "la importancia de devolverle la identidad a la víctima, las víctimas tienen cara". 

Donde más se hace palpable este objetivo de Yad Vashem es en la sala de los Nombres. Se trata de un salón circular en el que hay un cono de diez metros de altura que exhibe 600 fotografías de víctimas de la Shoá. Los retratos se reflejan a su vez en el agua, en la base de un cono opuesto excavado en la montaña. El cono de las fotos está rodeado por una biblioteca circular: allí están las "hojas de testimonio", son documentos que guardan una breve biografía de las víctimas judías del nazismo. Hasta ahora hay 4 millones 800 mil. Y hay espacio libre para completar los 6 millones, la cifra estimada de víctimas judías del Holocausto. 

Dos guías especializadas fueron narrando a los visitantes argentinos la historia que cuenta el museo: la vida de los judíos en Europa antes de la guerra, el surgimiento del nazismo y la persecución, la guerra y el exterminio. Dentro de esa estructura de concreto, una especie de bunker en forma de prisma en gran parte subterráneo, se pueden ver objetos originales de las víctimas: zapatos, uniformes de los campos, un contrato de matrimonio o restos de pintura labial usada por las prisioneras para ponerse en las mejillas y así aparentar mejor estado de salud. Un sitio que no se puede recorrer en líneas recta sino en zig zag, para simbolizar la falta de lógica de la Shoá. 

"Creo que es una visita obligatoria. Adorno decía que toda la pasión de la educación tiene que estar puesta en que Auschwitz no se repita. Como educadores nuestra preocupación es cómo transmitir la memoria. La memoria, justamente, no se transmite de memoria, son también sensaciones y sentimientos y este museo lo consigue --dijo a Página/12 Filmus al salir del lugar--. Y creo que es muy simbólico que Wado haya hecho el homenaje, me emocionó mucho".