El último dato de la caída del PIB de Estados Unidos para el primer trimestre de este año tomó por sorpresa a los analistas. La contracción fue del 1,4 por ciento, una cifra peor de lo esperado. El dato refuerza uno de los informes que más ruido hizo la semana pasada. Se trata de uno elaborado por el Deutsche Bank que asegura que la economía estadounidense entrará inevitablemente en una recesión por el impacto de las subas de las tasas de interés.

Los inversores de Wall Street reciben alertas de todos los frentes y la reacción parece ir en consecuencia. Los índices que siguen las acciones del Nasdaq 100 llevan acumulado una caída de casi 20 por ciento este año. No son economistas de la heterodoxia global los que plantean la preocupación, sino los grandes bancos de inversión como el Goldman Sachs. Estos aseguran a sus clientes que en los próximos meses los riesgos bursátiles son cada vez más importantes.

En el portal de opinión Project Syndicate, donde escriben algunos de los referentes más escuchados por el mainstream financiero norteamericano, dedicó una publicación especial a los problemas que se avecinan para el crecimiento global y, puntualmente, para Estados Unidos.

Los economistas consultados mostraron unanimidad. Sus opiniones se movieron entre el pesimismo y la congoja. Por ejemplo, el investigador de Harvard Kenneth Rogoff aseguró que las probabilidades de recesión en las economías desarrolladas son significativas y alertó por los efectos encadenados.

Consideró que una recesión de la economía estadounidense, si es provocada por un ciclo de subas de las tasas de interés, reducirá la demanda mundial de importaciones y desencadenaría un caos en los mercados financieros globales.

Otro de los analistas preferidos de Wall Street que mostró escepticismo fue Mohamed El-Erian. El presidente del Queens’ College (Universidad de Cambridge) aseguró que el problema no es sólo para los próximos meses del 2022,sino que uno de los puntos clave está en los pronósticos sombríos para 2023.

El exejecutivo de Pimco, fondo de inversión que administra activos por más de 2 billones de dólares, consideró que los motores del crecimiento de las últimas décadas se encuentran en cortocircuito y la falta de respuestas amenaza con que se produzca un estancamiento crónico (de mediano y largo plazo). Los modelos que se sostienen en principios como la globalización quedaron obsoletos.

La economía de Estados Unidos parece estar en una encrucijada, en la medida que se acelera la inflación, las autoridades debaten cuán fuerte deben subir las tasas de interés, el mercado espera una fase de recesión de la producción (y el empleo) que podría prolongarse más allá del corto plazo y los incentivos del resto de países para acumular e intercambiar en dólares son cada vez menores.

Sobre este último punto escribió Howard Davis, quien fue director de la London School of Economics, mencionando que el dólar en los últimos 20 años redujo su participación de 70 a 60 por ciento en las reservas mundiales y que, si bien no parece probable que haya un derrumbe en su uso, posiblemente tenga un competidor cada vez más duro en el yuan.

Consideró que las sanciones de Estados Unidos contra Rusia incentivan a promover un cambio en los sistemas de pagos occidentales (que se basan en el dólar y el Swift). Citó a Zhou Xiaochuan, extitular del Banco Popular chino, quién dijo que las sanciones estadounidenses son también un riesgo para la potencia asiática y abogó por medidas defensivas para aumentar el uso del yuan en los mercados globales. 

Davis aseguró que China tiene la capacidad de utilizar no sólo el CIPS (un sistema similar al Swift, que ganó protagonismo en los últimos meses tras las sanciones a Rusia), sino su liderazgo en la implementación de una moneda digital para poder promover “la yuanización” de los flujos comerciales y el cambio consecuente para el sistema financiero global.