Emilia va a buscar a su hermano a un pueblito de Misiones, en la frontera con Brasil. "Estuve pensando en lo que pasó y decidí que quiero hablarte", le dice al contestador de su teléfono. Por el camino de tierra, arrastrando una valija, a sus 17 años está decidida a enfrentar a su bestia personal. "Quería hacer una película que tenga un coming-of-age y un despertar sexual, encuadrada en un contexto un poco horroroso", cuenta la autora y directora Agustina San Martín sobre Matar a la bestia, su primer largometraje.

Entre el pueblo y la selva, la protagonista intenta exorcizar demonios nunca explicitados (aunque insinuados) mientras descubre cómo su cuerpo reacciona frente, y junto, a otros cuerpos. "La película, para mí, es como un exorcismo queer, con todos esos elementos coexistiendo", apuesta San Martín, que tenía la idea de mostrar eso con tintes espeluznantes. "Para mí todos los coming-of-age son un poco una película de terror", dice. Desde allí, asegura, fuer construyendo todos los mundos de la película.

► Ruido de animales salvajes

Esos mundos se configuran en el marco de la selva misionera, donde a pesar de los espacios abiertos se genera un ambiente opresivo, y los silencios más la ausencia de señal de celular conjugan una angustia que por momentos es difícil de explicar. Como en muchos pueblos, un mal mitológico habita ese entorno: un monstruo que se materializa en animales que nunca se ven pero siempre acechan en el imaginario popular. Mezcla de leyenda rural y metáfora de actualidad, ese animal es el articulador de distintas historias, recorridos, posiciones y expectativas: excusa para algunos, redención para otrxs, porque enfrentar a los demonios cara a cara no es para todxs.

La mirada de San Martín configura una atmósfera onírica, con protagonistas sudorosxs, cielos despejados y neblinas surreales que ocultan una ausencia que cada cual (personajes y público) completa con sus propios temores, porque el vacío es más aterrador que casi cualquier contenido. Y aunque aclara entre risas que la pasó bien en su adolescencia, analiza que "cuando uno es adolescente y sabe tan poco del mundo, hay algo oscuro y desesperante en esa falta de control".

--¿Cómo fue en tu caso?

--Sentía que me estaba por adentrar en un lugar espeluznante y no tenía las herramientas para lidiar con eso. Creo que un poco de ese terror se tenía que teñir en el camino hacia la adultez de este personaje de Emilia.

En la película, que se proyecta en mayo en distintas salas del país, se presentan dos tipos de mujeres: una pasiva y dependiente de hombres que deberían protegerla de una amenaza siempre latente; y otra (representada por la tía de Emilia, la dueña de la pensión donde recala) que se enfrenta a todo aquel que se meta en su propiedad, con sus cosas o sus ideas, como lo hacen policías y religiosos. "Nunca quise hacer una película feminista, pero por default me iba llevando al feminismo, con visiones sobre el patriarcado", comparte la autora. "Quería ver un grupo de mujeres con armas, diciéndole a todo el mundo que se vaya, y riéndose aunque las atacaban."

Emilia camina por las calles del pueblo y la observan, le dicen cosas, la siguen. La llegada de una desconocida llama la atención. A pesar de que la bestia parece asolar en la selva y por las noches, los monstruos que buscamos escondidos en realidad están frente a nosotrxs, a plena luz del día. Y están tan naturalizadas que ni siquiera nos damos cuenta de que están allí. "Había una idea de que todo se sienta monstruoso más allá de que no veamos al monstruo. Que sea una sensación y no termines de entender qué de todo te hace sentir así", explica la directora.

► Las fronteras del entretenimiento

Situación fronteriza en la edad, fronteriza en cuanto al deseo, y también de borramiento de fronteras en cuanto a los temores, además de que la locación es un pueblo de frontera donde hasta el lenguaje se combina y desdibuja sus límites. La autora recorrió varias provincias buscando locaciones. "El Soberbio me llamó mucho la atención, es un lugar un poco dark, de difícil acceso, donde murió mucha gente construyéndolo", precisa. "Tenía la obsesión de que la película tenía que ser en la frontera. Y tiene una energía rara, muy particular. Pienso que todo eso terminó de maravillarme para que todo suceda en Misiones."

La influencia de Lucrecia Martel puede adivinarse en el trabajo de San Martín, pero la directora tiene claras las películas que la marcaron para elegir esta profesión: "La primera película con la que me obsesioné es Jurassic Park. ¡Mi ringtone y mi alarma son la canción de esa película!", confiesa. "Me parecía apasionante la enseñanza de que la humanidad no puede contra la naturaleza, que siempre va a ser más grande que lo humano. Me tenía enamorada", recuerda.

Pero la película que la hizo pensar en dedicarse al mundo audiovisual es Hollywood Ending, aka La mirada de los otros. "Cuando la vi me di cuenta de que quería ser directora de cine", afirma. "En esa película Allen se queda ciego y tiene que filmar una película igual, entonces sus asistentes le dan a elegir varias veces entre una cosa y otra, y él elige estando ciego", sintetiza San Martín. "¡Ser director es que te den a elegir y vos decidas! Me encantó porque siempre tengo preferencias", bromea la directora.

A pesar de que Matar a la bestia podría clasificarse como una película de autor(a), San Martín prefiere alejarse de ese concepto. "Ahora tengo interés en hacer películas que mi familia pueda disfrutar. Ya hice demasiadas cosas con las que salen traumados del cine", dice y ríe. "Antes sentía que el cine tenía el potencial de ponernos un espejo enfrente para reflejar nuestras miserias, y me parecía hermoso, pero después de la pandemia me di cuenta de que hay cosas que son muy duras de sostener en el día a día desde el ánimo. Y empecé a entender el concepto de escapismo. Quizás no está tan mal generar una hora y media de disfrute; y no tiene que estar lavado de ideas, creatividad o propuestas", reflexiona.

"Hay algo del concepto de entretenimiento que me está emocionando mucho", asegura. Y aunque esta película completamente autoral no podía ser de otra forma, también se dio cuenta de que "el cine de autor tan impune" no es lo suyo. "Ojo, reivindico mi derecho a contradecirme: quizás te digo otra cosa en unos años."