La voz de Mariano Flax no pasa desapercibida. Por su textura, pero sobre todo por lo que hace con ella. La primera vez que la escuché fue en Combate, el programa de Canal 9 donde hasta el propio locutor (Mariano Flax) ponía el cuerpo. Con ese mismo fuego irrumpe en el estudio fotográfico de Sebastián Freire, con un traje en una mano y otro en la otra. Nada de colores sobrios ni formales. Mariano se prueba un saco recubierto de canutillos que delinea su estilizado torso, y al minuto me muestra un traje cuadrillé con una estola bicolor. Dos modelos creados por el diseñador argentino Jorge Sandoval. Mariano camina por el set pisando como una vedette de la calle Corrientes, al igual que lo hace en Bendita cuando pasa al frente a darle alegría a millones de hogares a través de unos pasos de baile.

En los últimos años Bendita amplió su mirada y el abanico de informes y temas que se debaten en el programa. Pero también se materializa en la presencia de personajes del colectivo LGBTIQ: desde Charly Pop, transformistas interpretando a las divas de la televisión argentina (Gustavo Moro, Fernando Parra y Sulú Tapia) hasta los sketchs de las drags queen comandadas por la imponente Cristal Fluo. La voz de Mariano Flax es la coronación de ese camino que inició el programa hace 17 años, el 13 de noviembre de 2006. Cuando el reloj marca las 20.30 Beto Casella comienza la fiesta diaria al ritmo de la canción I Can´t Turn You Loose, de The Blues Brothers. Saluda a cada panelista hasta llegar a Mariano, siempre lleno de brillos o envuelto en telas de colores estridentes. Beto y Mariano tienen sus propios códigos, un lenguaje físico que incluye juegos de seducción entre dos hombres rompiendo prejuicios en cada casa donde cenan viendo Bendita. “A mí me tocó un despertar sexual donde los homosexuales éramos los 'raritos'. Ahora festejo muchísimo que las rarezas se puedan manifestar libremente”, me cuenta Mariano recién maquillado.

Mariano Flax nació el 6 de marzo de 1976 en la Capital Federal. Es el mayor de tres hermanos y la primera persona de la familia en obtener un título universitario. Pero para Mariano hubo un segundo nacimiento que ocurrió en enero de 2022, cuando se convirtió en el locutor oficial de Bendita TV. Siendo no solo una voz sino la voz queer de uno de los programas más populares de la televisión argentina. Recién estrenada la temporada número 17, SOY charló en exclusiva con Mariano Flax.

La voz denota un montón de infomación: desde cuestiones sexuales hasta pertenencia de grupos sociales diversos.

Poner la voz (de puto)

"Quería trabajar mi voz porque yo pensaba que no trabajaba porque tenía voz de puto. Cuando decimos voz de ´puto´ estamos hablando de un inconsciente colectivo que se instala en "esto es la voz de puto", o "así tiene que ser la voz del hombre". Es el mandato masculino. La voz es algo de la personalidad que transmite mucha potencia de quién es uno, la voz es parte esencial de la identidad. Es un rasgo cultural y es mandato, la voz es mandato.

¿Cuántas veces a gente que es homosexual le han dicho "Con esa voz de puto, callate" o "Voz de maricón"? A mí me lo han dicho un montón, no sé si por la voz, porque tengo la voz gruesa, pero hay modismos y cuestiones que enseguida levantan la defensa del prejuicio en los demás que son objeto de ataque. La voz de puto no existe, es una construcción. Hay tantas voces de putos como putos hay.

¿Qué significa poner la voz?

--La voz es un tema, porque lo que no se nombra no existe. Para nombrarlo tengo que usar la voz, entonces cómo la voz de ´puto´ debilita lo que el puto nombra cuando uno quiere nombrar algo lo tiene que nombrar con una voz gruesa de ese macho hegemónico que nos cuentan en los medios muchas veces, y en la sociedad en general. En los medios todavía si no tenés una voz gruesa es mucho más difícil comunicar una idea.

¿Cómo fue tu camino para llegar a la locución?

--Primero fui actor, viví muchos años afuera, y tenía esa ilusión siempre de criatura de la fama del reconocimiento. Supongo que también tiene que ver con esto de ser parte de una minoría. Cuando volví del exterior estudié locución y después comunicación; ese es mi recorrido: actor, locutor, comunicador social, periodista. Yo no pude entrar al ISER, lo cual me había deprimido un poco.

¿Sabés por qué no entraste al ISER?

--Yo pensé que era por una cuestión prejuiciosa de que mi voz era no hegemónica y me encontré con una docente de la carrera de locución del ISER que me dijo: "Acá lo que hacen es elegir gente que se parezca, para no laburar tanto. Te pido por favor no cambies nunca." Entonces decidí estudiar en ETER, de manera privada. Me recibí y años depués volví a encontrarme con esta misma persona en los mismos pasillos del ISER, le conté que me recibí y me dice: "Qué suerte, por favor sé fiel a tu estilo. Vas a ver que así vas a llegar a poder tener un lugar donde vos querés estar". Y acá estoy.

¿Crees que no hay espacio para la singularidad en la locución oficial?

--No hay espacio para singularidad, por lo menos no en esa época, y hasta hace dos años atrás seguía sin haberla.

Si una persona tiene hiato no le dan el título, ¿no?

--No entra. Si vos tenés un hiato, o tenés un nódulo, o un problema foniatrico no entrás directamente, y tampoco entrás a ETER. Yo tengo un carnet firmado por el ISER, por lo que era el COMFER. Son institutos adscritos, o sea que tanto el ingreso como el egreso de los alumnos lo tiene que aprobar el ISER. Y el título en la locución es habilitante.

Me llama la atención que eso no haya cambiado porque hay situaciones que están relacionadas a condiciones físicas

--Me parece que más que físicas son culturales. Lo que sí ha cambiado es que se han abierto sedes del ISER en otros lugares de la Argentina que no son CABA, y a partir de eso se empezaron a respetar los regionalismos, los acentos, las haches aspiradas de algunas provincias. Cuando yo doy clase de entrenamiento vocal o entrenamiento para la cámara (porque también soy docente) soy muy claro con eso: con respetar la esencia de la voz. Las particularidades de la voz denotan un montón de cosas, desde sexualidades hasta cuestiones de pertenencia de grupos sociales diversos, y eso me parece importante que está bueno no perderlo como profesionales. Transmito eso siempre porque a mí me costó mucho.

Héctor Larrea, Antonio Carrizo, Cacho Fontana, la Negra Vernaci, Lalo Mir: referentes para Flax, que es del 76.

¿Qué locutores te influenciaron?

--Mi ídolo de locutor es sin duda Héctor Larrea, como locutor y como animador junto con Carrizo y con Cacho Fontana. Son de los primeros animadores que empezaron a hacer esos programas en magazines en la radio, fueron los primeros en romper esto del locutor sin personalidad, y Larrea que se retiró el año pasado a los 80 años siempre fue un referente, además siempre fui oyente de Larrea. Y después soy muy admirador de la Negra Vernaci, me encanta que tiene también está ductilidad de que me acuerdo que era la voz de Música Total en Canal 13, súper seria presentando temas, y después te hacía estás maravillas con el encuentro en el estudio. Lalo Mir también es un ídolo, yo lo escuchaba en la antigua FM del Plata y era desopilante. Siempre me causó mucha admiración poder ser un locutor 360, hacer todo.

¿Y por fuera de la locución hubo otras voces referentes?

--Sí, un montón. Leo mucho a Manuel Puig, a Galeano, me gusta mucho Osvaldo Soriano. Me marcaron mucho Niní Marshall y Enrique Pinti en el humor. Mi primera maestra de actuación fue Cristina Vanegas, aprendí muchísimo de ella, y mi último maestro, con el que entrené también, fue Alejandro Catalán. Pasé por un montón de lugares y una de las cosas que me despertaron lo lúdico fue hacer clown. Hice de todo, hay que hacer de todo.

¿Ves más flexibilidad en los últimos años dentro de la locución en la televisión? ¿Hay mayor diversidad en los medios?

--Sí, pero en algunos estamentos, no en todo. Por ejemplo, ¿vos viste a alguien con una voz que la hegemonía considera voz de puto presentando noticias? No. Todavía la voz identificada con una sexualidad homosexual es utilizada para el entretenimiento, para el humor, para cuestiones que no son las conocidas como "serias". ¿Por qué un hombre que tiene una voz más aflautada, o una cadencia, no puede acceder a ese lugar?

Peña era un ejemplo, fue locutor de muchas cosas, entre ellas publicidades.

--Totalmente. Además, ¿cuántos putos habrá que no salieron del clóset y que no sabemos? Hay una idea caricaturizada de los homosexuales o personas trans que fue construida en el inconsciente colectivo también por los medios. Programas que han marcado época. Por ejemplo, Huguito Araña en Matrimonios y algo más, o cuando un humorista de los 90 hacía el puto como pasaba en los espectáculos de Midachi. Eso cambió un poco. Y sería poco realista exigir un cambio drástico de la noche a la mañana. Estas cosas son lentas, organizarnos como sociedad es algo milenario; es muy difícil cambiarlo, ni por una ley ni por 2 ni por 10, ni por insistencia. Hay que luchar y militarlo, pero la realidad es que son cambios que son ontológicos. Pero estamos en un momento de mucha transformación con respecto a los medios masivos. Una vez, hace algunos años, le fui a pedir laburo a un productor de América y me dijo: "Mira, Mariano, me encantaría pero tengo la cuota de putos llena". Ahora eso cambió un poco, pero todavía nos falta un montón. Por eso también existe el Suplemento SOY.

Hay otra cuestión también en los medios relacionada a la categoría de putos. Qué clase de puto quiere la televisión y cuál no.

--Sí, no es lo mismo un puto como yo que soy blanco, alto, de ojos celestes, o sea que dentro de los casilleros del hombre ideal hegemónico cumplo algunos, que un puto morocho del conurbano que quiere laburar en los medios. El acceso se va debilitando cuanto más te alejas del ideal de individuo. El ideal de ser humano sigue siendo el hombre heterosexual blanco y occidental, todo lo que está por fuera de ahí es contra hegemónico. Todos los que estamos por fuera de ahí tenemos que pelearla para tener un lugar. Está ese entramado del que hablaba Bourdieu por el cual nos dejan caminar; algunos estamos más en el centro, en la Plaza Central, y otros caminamos más por los bordes, y otros están afuera de ese entramado social. Lo importante es luchar para que ese entramado sea grande y todos podamos caminar por donde se nos cante.

Más allá de ser locutor, vos sos actor también. En Combate y en Bendita además de la voz ponés también el cuerpo. ¿Cómo es esa fusión?

--Bendita es justamente hoy una síntesis de todo lo que creo que soy en lo profesional, porque puedo juntar al actor con el locutor y con el comunicador social. Yo pongo la voz en los informes a través de un personaje y después pongo mi voz con mi opinión e histrionismo en el vivo. ¡Es algo fantástico eso! Me divierte mucho ser un locutor rebelde, porque poder mezclar el actor y el locutor es como que le quita almidón a lo que se cree del locutor, lo desacartona. Antes el locutor por definición era solo la voz de un mensaje que quería transmitir el medio, el productor, pero había que ser neutro y me parece que ya salimos de esa neutralidad y hoy tenemos una voz que nos identifica.

¿Cómo llegaste a Bendita después de dos locutores que tenían un estilo muy distinto al tuyo (Marito de Candia y Pablo Molinari)?

--Marito marcó un camino para Bendita, lo veo como una continuidad también. Por supuesto con la impronta que uno le da, pero Marito le puso esa voz estridente como del viejo diariero, de la persona que vendía el diario por la calle. Yo cuando hago los informes subo el tono de mi voz natural y una cosa como media gritada, como media amarilla si se quiere, eso lo mantengo porque es también la esencia de los informes de Bendita. Después sí es cierto que cada uno tiene su estilo, como lo tenía distinto el que me antecedió, Pablito Molinari. Mi llegada se dio de una manera maravillosa: yo había hecho algunos reemplazos de Marito cuando estaba como locutor de combate, y el año pasado me llama una de las productoras para reemplazar a Pablito que se iba de vacaciones. Esa última vez fue distinto a todo: hubo una conexión con Beto (Casella) mucho más profunda. Fui parado dentro de mis zapatos, sin imitar, sin intentar reemplazar a nadie, y eso transmitió una cosa genuina que fue muy bien recibida. Se produjo una química increíble y al mes me llamaron para decirme que el locutor Pablito Molinari renunciaba y que Beto en la primera persona que pensó fue en mi.

Fotos: Sebastián Freire

Cada programa de Bendita arranca con un paso de comedia, un juego entre vos y Beto que por un lado es súper sensual pero al mismo tiempo es respetuoso, ¿Cómo se construyó ese vínculo de complicidad física con Beto?

--Yo creo que eso es por el gran talento que tiene Beto de leer la coyuntura, traducirlo al llano y probar. Beto es un tipo arriesgado, eso que describís no se armó ni se guionó nunca, Beto te sorprende, es como si te pasaran la pelota y tenés que hacer jueguito: te puede salir como no, y es muy lúdico. Es una propuesta de juego como si fuésemos dos niños de 5 años en el patio del jardín de infantes. Ahí es donde entra el actor, en la improvisación el primer dogma es "no decir que no, y confiar". A Beto le decimos el capitán Beto, y al Capitán hay que seguirlo a dónde va.

En Bendita no sos una voz y punto. Sos la voz queer dentro de Bendita. Recuerdo cuando se la acusó a Carmen Barbieri de transfóbica que vos dijiste serio que Carmen no era transfóbica, pero sus dichos sí fueron transfóbicos. ¿Te pesa la responsabilidad de tener esa voz en el programa?

--Siento la responsabilidad de formarme porque tampoco soy un especialista en derechos de minorías. No quiero decir pelotudeces porque cuando uno quiere hablar en pos de deconstruir el status quo siempre la mirada del otro se agudiza en "a ver en qué te vas a equivocar". Entonces lo tomo con mucha responsabilidad. Por eso en el caso de Carmen Barbieri fue así, tal cual vos lo decís: separar los tantos. Quería comunicar que a veces decimos cosas que sí son discriminatorias y no nos damos cuenta, y ahí es donde rige el cambio de lo social. Invitar a pensar. Porque en la televisión es muy difícil pensar ya que el ritmo es muy acelerado, y eso también me estresa un montón. Uno quiere decir algo contundente que lo represente y a la vez no tenés tiempo, pero no querés que caiga el ritmo del programa tampoco.

Lo interesante que pasa con Bendita es que muchas veces se pueden hablar de temas de nicho (problemáticas del colectivo LGBTIQ por ejemplo) a un público popular. Es muy importante que un televidente que no tiene contacto con la comunidad LGBTIQ, que tal vez tiene prejuicios, esté viendo Bendita y los escuche a ustedes debatir qué significa el ataque a Maricafé.

--Ese es el gran talento de Beto, tiene una amplitud de mentalidad impresionante que puede incluir en el mismo programa una charla de fútbol o tango con Pagani y de repente puede hacer un acto sensual conmigo o informar sobre el ataque a un bar LGBTIQ. Justo, además, el equipo de Bendita iba muy seguido a Maricafé. Son habitués.

Me acuerdo que en el informe de Bendita sobre el 8M y los comentarios despectivos de Viviana Canosa interviniste, luego de las opiniones del panel, diciendo de manera contundente que el feminismo es transversal. ¿Esas intervenciones tan personales y furiosas son espontáneas o las acordás con la producción? ¿Cómo es ese detrás de escena?

--Bendita es como el living de la casa de Beto: nada está guionado, excepto los informes que los escriben nuestros talentosísimos guionistas. Todo el resto es espontáneo. Tenemos libertad absoluta.

¿Tuviste esa libertad antes en otros programas?

--Nunca, no he tenido esa libertad. En Combate era distinto porque tenía un personaje muy puntual. Era el jefe y me encargaba de que se cumplieran las reglas. Tenía libertad pero era acotado al personaje, y tampoco se hablaban temas muy ríspidos. También es cierto que muchas veces aplica la autocensura, uno sabe hasta dónde. Tampoco uno va a salir con un discurso de barricada en medio de un programa que lo que pretende es entretener.

¿Cómo es hablar de temas serios sin perder el humor? En Bendita hay algunos informes que hablan de temas más delicados.

--Es una síntesis. Yo soy una persona que vive con humor, incluso en los momentos más tremendos de mi vida yo pienso como standapero, pienso en remate y es un desafío poder tocar temas serios con humor. Porque el humor hace que todo sea más digerible. Cuando vos querés hacer una bajada de línea el otro se pone a la defensiva. En cambio, el humor siempre es un bálsamo, y en ese bálsamo que uno construye con amor puede poner ingredientes que sean potentes. En Bendita no somos banales en absoluto, pero no perdemos el humor.

¿Sentís que hoy Bendita es tu lugar?

--¡Sí! Además me pasa que la reacción de la gente en la calle me hace sentir que me estaba esperando ese lugar.

¿Qué te dice la gente cuando te reconoce en la calle?

--Todo es buena onda, me dicen que disfrutan mucho de mi intención de divertirme. Me hace pensar "Qué bueno que no la estoy arruinando". La gente me recibió bien porque Bendita es un programa de culto que está instalado, pero uno siempre puede no encajar y hacer cualquier batata. En la calle, en redes, la gente me demuestra que yo puedo jugar con lo sensual y lo queer. Me saludan pibes, padres de familia, gente que labura de cualquier cosa. El otro día me reconocieron en un negocio de cortinas de baño en Once y me pidieron una foto. Está buenísimo lo que está pasando.

¿Tuviste algún cuestionamiento sobre tu participación en Bendita por parte de la militancia LGTBIQ?

--No me pasó, no me considero un representante de la comunidad, pero aprovecho este medio para que si alguna autoridad, líder, alguien que esté a la vanguardia de las luchas por la igualdad y por la visibilidad de la comunidad piensa que yo debo hacer, que se comunique conmigo y me desasne porque estoy disponible para aprender más. Para poder, en el caso de ser una voz disidente, hacerlo bien.