Recientemente me referí en este diario al malogrado conjunto olímpico ideado por el peronismo para los Juegos Olímpicos de 1956. Mencioné que el proyecto fue abandonado cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) eligió a Melbourne, en lugar de Buenos Aires, como ciudad organizadora del evento. Asimismo, aludí que la votación que determinó esa elección en abril de 1949 fue, y sigue siendo, la más reñida (21 votos a 20) para una sede olímpica en la historia de esa institución.

Un periodista y un dirigente deportivo me contactaron para comentarme que el voto decisivo en favor de Melbourne había sido del miembro chileno del COI. Si bien no lo mencionaron, se referían a Enrique Barbosa Baeza, que se había incorporado al COI en 1948. La razón para justificar su voto, prosiguieron, fue que Barbosa Baeza prefería viajar a Melbourne porque Buenos Aires era un destino más accesible. En sus libros de 2010, 2012 y 2004, respectivamente, Ezequiel Fernández Moores, Ernesto Rodríguez III y Víctor Lupo se manifestaron en el mismo sentido, aunque cautelosamente. Así, Lupo escribió: el voto “que cambió la historia deportiva argentina, según cuentan los especialistas, era de un representante de un país vecino, quien al ser increpado por su cambio de decisión respondió: “Conocer Australia de otro modo me resultaría imposible, saltar a Buenos Aires me es muy fácil”.

Esta pintoresca explicación de la fallida candidatura de Buenos Aires por un voto está bastante extendida en el imaginario deportivo nacional, pero es apócrifa y merecer ser clarificada. Una vez que la Confederación Argentina de Deportes-Comité Olímpico Argentino (CADCOA) comunicó al COI en enero de 1948 que Buenos Aires solicitaba la organización de los Juegos Olímpicos de 1956, las autoridades olímpicas nacionales comenzaron a promocionar la candidatura. Por ejemplo, ese mismo mes, Horacio Bustos Morón y Ricardo C. Aldao, los miembros argentinos del COI, informaron a la institución que respaldaban la comunicación de la CADCOA. Seis meses después, le enviaron una carta a Sigfrid Edstrøm, presidente del COI, y otra al resto de sus colegas en la institución detallando la candidatura de Buenos Aires y solicitando su consentimiento. En la carta afirmaban: “esperamos sinceramente que nuestros Colegas y Amigos apoyen esta iniciativa y voten a su favor cuando llegue el momento de hacerlo”. Probablemente la candidatura también haya sido impulsada vigorosamente durante los Juegos Olímpicos de Londres celebrados en julio y agosto de 1948.

En marzo de 1949, la CADCOA escribió nuevamente al COI insistiendo en su deseo de organizar los Juegos Olímpicos de 1956. Asimismo, produjo un suntuoso libro que servía como “su formal invitación para celebrar en ella (Buenos Aires) la XVI Olimpíada, en 1956”. El COI acuso recibo del material y recordó que la votación se realizaría en su reunión en Roma, programada entre los días 24 y 29 del mes siguiente. Los esfuerzos de las autoridades olímpicas nacionales dieron algunos frutos, como muestra el cable apoyando la candidatura de Buenos Aires que el Comité Olímpico Uruguayo envió al COI poco antes de reunirse en la capital italiana. Por el contrario, en sendos cables también enviados por aquellos días, los dos miembros brasileños del COI votaron por Detroit, una de las nueve ciudades candidatas.

En la sesión del 25 de abril, el COI decidió que los votos postales no serían admitidos en la votación que se realizaría tres días después. Es decir, solo podrían votar los 41 miembros presentes en Roma. En ese grupo, los únicos sudamericanos eran Bustos Morón y Aldao. El 28 de abril, los dos miembros argentinos del COI, en compañía de Rafael Ocampo Giménez, embajador argentino en Italia, y Mario L. Negri, un dirigente de la natación argentina, presentaron la candidatura de Buenos Aires ante el COI e intentaron convencer a sus miembros de la conveniencia de organizar allí los Juegos Olímpicos de 1956. El resto de las delegaciones también tuvo la oportunidad de presentar las candidaturas de sus ciudades.

A continuación, el COI, que había decidido “proceder por eliminación”, “que el número de ciudades a eliminar se decidirá después de cada (ronda)” y que en la última “se requería mayoría absoluta”, comenzó la votación. En la primera ronda quedaron eliminadas Chicago, Mineápolis, Filadelfia y San Francisco. En la segunda, la Ciudad de México y en la tercera Detroit y Los Ángeles. Buenos Aires había logrado 9, 12 y 13 votos en las tres primeras rondas de votación; Melbourne 14, 18 y 19. Buenos Aires captó 7 de los 9 votos en disputa en la cuarta ronda, pero ese impetuoso final fue insuficiente para impedir que Melbourne obtuviese la sede (21 votos a 20). En este proceso, Barbosa Baeza no tuvo ninguna influencia, ya que estuvo ausente en Roma y si votó postalmente por Melbourne su voto fue desestimado.

He aquí otras hipótesis del elusivo voto que hubiese convertido a Buenos Aires en sede de los Juegos Olímpicos de 1956. Cuatro meses antes de la votación, a fines de 1948, Aldao le escribió a Edstrøm en forma confidencial advirtiendo que algunas acciones del peronismo en materia deportiva estaban al borde de transgredir los principios olímpicos. Pese a que Aldao no mencionó irregularidades en la candidatura de Buenos Aires, es posible que Edstrøm se alarmara con la carta de Aldao –dado que el peronismo era su propulsor– y la desvalorizase. Incluso si no reveló su alarma a otros miembros del COI, su voto, influenciado involuntariamente por Aldao, podría haber sido definitorio. Por supuesto, también es probable que nada de esto haya sucedido y que la mayoría de los miembros del COI creyeran que Melbourne era mejor candidata que Buenos Aires. De todas maneras, a pesar de perder por un voto, la capital argentina dejó una imagen positiva entre los miembros del COI. Como manifestó el presidente de la CADCOA después de la reunión de esa institución en Viena en 1951, “la mayoría de los delegados […] reconocían a la Argentina como el país más indicado para [reemplazar a Melbourne, en caso de ser necesario]”. Ese reemplazo, sin embargo, fue innecesario.

* Doctor en Filosofía e Historia del Deporte. Docente en la Universidad del Estado de Nueva York (Brockport).