¨Hombres del claroscuro¨, así caracteriza el dramaturgo Jorge Palant al poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini y al pintor Caravaggio, personajes de su última obra, La cabeza de Goliat. Aunque hayan transcurrido 300 años entre la vida de uno y otro, Palant los reunió tomando en cuenta, en principio, los aspectos que tuvieron en común. Los dos llegaron a Roma en plena juventud, eligieron barrios marginales para vivir, lograron tanto éxito como rechazo y ambos murieron asesinados. En el caso de Caravaggio, aunque su pintura fue funcional a los requerimientos de la Contrarreforma, la Iglesia no aprobó muchas de sus imágenes por considerarlas procaces. Y al igual que el pintor barroco, Pasolini fue denostado por su homosexualidad explícita, además de ser aplaudido y denigrado por películas como Teorema (1968) y Saló (1975) y muy resistido por sus denuncias políticas vinculadas, entre otros temas, a la privatización del petróleo en su país.

La puesta que acaba de estrenar Enrique Dacal de esta pieza muestra a ambos personajes reunidos en una suerte de entrevista onírica, conducida por el personaje de la actriz y cantante Laura Betti, quien fue “mujer no carnal” de Pasolini, según propia definición. Ella es quien ordena la narración que va y viene en el tiempo y es también la comentarista del encuentro. La obra puede verse los sábados en Tadrón Teatro (Niceto Vega 4802) interpretada por los notables Néstor Navarría, Marcelo Sánchez y Coni Marino.

En las reuniones que el director y el autor suelen mantener para conversar sobre posibles proyectos conjuntos, según cuenta Dacal en una entrevista con Página/12, la idea de reunir a ambos personajes surgió del conocimiento de que un texto en forma de guión había sido encontrado entre los papeles de Pasolini. Así, la analogía entre estas personalidades se planteó a partir de la provocación: "Caravaggio lo hacía desde la pelea y la violencia y Pasolini desde las ideas", sostiene el director. El texto fue terminado en 2020 y en la segunda etapa de la pandemia comenzaron los ensayos, primero vía Zoom.

-Las obras que elegís para dirigir tienen características muy variadas…

-Esta es la tercera puesta que hago sobre la obra de Jorge Palant –ya estrené Judith y Siempre estamos en mayo- pero sí, es cierto que, desde el Juan Moreira de 1984 para acá, todas las obras que puse fueron muy diferentes entre sí. Yo creo que, como decía Tato Pavlovsky, para elegir una obra “te tiene que patear adentro de la calavera”. Pero en tantos años hay cosas que ya no me detengo a pensar.

-¿Cuáles son esas cosas?

-Si esto es popular o no, si esto es para viejos o para jóvenes, si tiene o no mensaje…Ahora para mí es suficiente si una obra me produce placer ensayarla y si se produce un acto de comunión entre los actores.

-¿Cómo fuiste entrando en la vida de estos personajes?

-Me fui enterando de muchas cosas de sus vidas. Y volví sobre las lecturas que Pasolini, un seguidor de Gramsci, hacía sobre la realidad. Él se enfrentó a la Democracia Cristiana denunciando los contratos petroleros y el asesinato de Enrico Mattei (presidente de la petrolera estatal ENI).

-¿Cuál es el recurso utilizado para hacer verosímil el encuentro entre dos personas de siglos diferentes?

-Yo envejecí en los bares de Corrientes, y me acuerdo de cuando en mi adolescencia se sentaba en mi mesa un personaje medio hippie, como recién llegado de Woodstock, que contaba que venía de tocar con este y con aquel otro… y no importaba si era verdad o no. Yo quería que en este encuentro sucediera lo mismo.

-¿Cuál es la reflexión que propone la obra en estos días?

-Los personajes como éstos hoy corren el mismo peligro de terminar como terminaron en su época. Aunque cada uno vivió en tiempos y sociedades diferentes, hoy como entonces, hay una gran intemperancia y hay atrevimientos que no son perdonados. Creo que si el sistema no puede comprar las audacias de un artista lo saca de circulación, para que no moleste más.

  • La cabeza de Goliat, Teatro Tadrón (Niceto Vega 4802), los sábados a las 18

Lo que vendrá

Enrique Dacal ya está preparando su próximo estreno, El chico de la habitación azul obra de Miguel Ángel Diani Será el 18 de junio próximo en el Teatro del Pueblo con las actuaciones de Amancay Espíndola, Hugo Men y Gabriel Nicola. Una historia en la que, según adelanta el director “una familia de barrio, supuestamente normal, está poseída por un frenesí en el que lo perverso ha comenzado a circular como moneda corriente: hace cuarenta años que la pareja tiene encerrado a un chico en una de las habitaciones de la casa. Hay heridas que, como estigmas que de cuando en cuando vuelven a sangrar, nunca cicatrizan”.