La pregunta por el vínculo sobre la comunicación y la educación puede parecer forzada o bien responderse con una pretensión totalizante que, como toda generalización, tranquiliza: “toda educación es comunicación” o “las y los docentes son siempre comunicadores/as”. Sin embargo, tales reduccionismos -ya lo decía el maestro Mario Kaplún- no responden nada.
Interrogarse por tal relación puede llevarnos a la búsqueda del origen. Indagar acerca de dónde es que empezó todo es siempre un buen comienzo. Jesús Martín-Barbero narra esos inicios con una idea bellísima. Desandando el camino que lo llevó a dar a luz el concepto de “mediación” (esa piedra filosofal de la comunicación), afirma -con la convicción de quien está contando una historia que, al mismo tiempo, explica y funda un universo- que la primera vez que escuchó hablar de “mediación” fue en las ideas de Paulo Freire. Martín-Barbero sostiene, así, que la primera teoría de la comunicación surgida en Latinoamérica es la Pedagogía de la Palabra de Freire. Se trata, para él, de la primera propuesta cultural latinoamericana no literaria (ya teníamos el boom latinoamericano en literatura) que, desde Latinoamérica, le habla al mundo y a sí misma, lo que da lugar a un interés genuino en intelectuales de diversas latitudes que empiezan a mirar a la región y a las ideas que aquí estaban naciendo.
Esa génesis, sin embargo, no está exenta de tensiones. Jorge Huergo propone reemplazar la cópula “y” de “comunicación y educación” por la barra “/” para hablar mejor de “comunicación/educación”. De este modo, busca dar cuenta de un campo de problematización común y transdisciplinario que no ignora que ambas provienen de coordenadas disciplinares propias.
Una educación desde el diálogo
Pensar en términos de comunicación/educación es inscribirse en un proyecto pedagógico-político, que entiende los procesos de enseñanza y aprendizaje como tramas de interlocución en las cuales las y los estudiantes asumen la palabra, convirtiendo al conocimiento construido en un hecho social.
Desde Latinoamérica y para Latinoamérica, Paulo Freire discutió el modelo escolar tradicional (verticalista, autoritario y paternalista), pero también las propuestas conductistas, despolitizantes y centradas en los resultados, proponiendo una educación para la democracia, en la que las personas se educan entre sí mediadas por el mundo.
Pensar que nadie se educa en soledad es pensar que solo hay educación en el diálogo. Por eso, esta comunicación educativa se teje en tramas de interlocución, que rompen con el “modelo bancario” al liberar al educando del rol pasivode oyente e invitándolo a convertirse en hablante.
Se trata de una concepción profunda, que comprende que el puente entre comunicación y educación va mucho más allá de la inclusión de los medios y de la tecnología en general con fines formativos. No solo porque desmitifica la simplificación que supone reducir la comunicación a los medios, sino porque entiende que tal incorporación puede, de hecho, reproducir modelos tradicionales o eficientistas.
En su libro recientemente publicado, La radio como mediación pedagógica en la educación Luis Lazzaro analiza las diferentes formas en que las radios AM y FM aportaron a la educación en Latinoamérica, a partir de sus propias condiciones tecnológicas. El autor indica que las emisoras AM, con su alcance a amplias audiencias, colaboraron en procesos de alfabetización masivas en diferentes gobiernos populares de la región que buscaron ampliar derechos. Se trata, por su puesto, de un aporte valioso, pero que no dejó de responder al esquema educativo y comunicacional tradicional con un mensaje dirigido desde un emisor central a destinatarios a quienes se les asignaba el rol de receptores de los contenidos educativos. En cambio, como característica propia del paisaje cultural, comunitario y educativo argentino, la presencia de las radios FM, de menor alcance pero afianzadas en el territorio e incorporadas dentro de las instituciones educativas, promovió que estudiantes y docentes se erigieran como sujetos productores de discursos, en un “hablar para aprender”.
Trabajar en el campo de la comunicación/educación es comprometerse con la potencia teórica pero también ética y política que implica el concepto de “mediación”, asumiendo que, si la verdad existe, no hay que buscarla en un extremo ni en otro, sino en el medio. Hannah Arendt decía que la política es aquello que sucede en el “entre” las personas. De ese modo, revisa el concepto aristotélico del ser humano como “animal político” advirtiendo que esta condición no es esencial ni existe a priori, sino que surge en el momento en que las personas se encuentran.
Incorporar la perspectiva de la comunicación/educación a las prácticas educativas, entonces, no implica solo sumar la formación en medios -lo cual es importante- ni entrenar audiencias y usuarios críticos y despiertos -lo cual es urgente-, sino, fundamentalmente, promover una voz propia y creativa desde la cual construir un aprendizaje que se proyecte en lo social y se enlace en las tramas de la vida. La vinculación con la Educación Sexual Integral es, así, inevitable, en tanto se busca la construcción del lazo común alentando que cada quien asuma su palabra propia y singular, concebida como un derecho.
* Docente de “Comunicación
y Educación”. Universidad Nacional de Moreno