Natalí Schejtman es periodista y muy joven comenzó su carrera en las redacciones de las revistas Para ti y TXT, para pasar más tarde por las del suplemento “Radar”, de Página/12 y por el diario Perfil. Fue productora de proyectos digitales de Canal Encuentro y escribió y sigue colaborando con distintos medios como Rolling Stone, La Nación, Anfibia y elDiarioAR, entre otros. Es Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires, Magíster en Gobernanza de Medios y Telecomunicaciones por la London School of Economics and Political Science becada por Chevening (ministerio de Relaciones Exteriores del Reino Unido). Forma parte del equipo de investigación del programa “Industrias culturales, medios y políticas de comunicación en la convergencia” de la Universidad Nacional de Quilmes y es la coordinadora nacional por Argentina de Input, una red mundial de televisiones públicas. Su libro Pantalla partida: 70 años de política y televisión en Canal 7, editado por Planeta, describe y analiza las siete décadas de administración y puesta en el aire del canal más antiguo de nuestra televisión

“Canal 7 es, más que un canal público, un canal estatal que busca tener una parte de sus contenidos de interés público. Entonces si bien hay muchos contenidos culturales y de interés público, su administración hoy es muy dependiente de los gobiernos. Por ejemplo: presidente y vicepresidente del directorio de Radio y Televisión Argentina, la empresa pública de la que depende la TV Pública, son designados por el poder ejecutivo. Y si bien la ley de servicios de comunicación audiovisual estipula que esos cargos sean escalonados, es decir, que un Presidente de la Nación tenga que convivir dos años con un Presidente de RTA designado por el Presidente anterior, esto, por distintos motivos, nunca se cumplió: desde la sanción de la ley, los presidentes designaron a las autoridades del directorio cuando asumieron. La injerencia de los gobiernos en el canal es constante y no hay muchas herramientas desde lo estructural para que esto no pase. Una de ellas es el directorio donde están representadas las minorías parlamentarias. El poder sindical –hay varios sindicatos en el canal– a veces funciona como un contrapeso con el que el poder político tiene que convivir. Paradójicamente, el “público” es el que está menos representado en la ecuación de gestión de la TV Pública”, explica Natalí en entrevista con Las12.

¿Qué significa e implica que un canal sea público?

--No hay una ley tallada en piedra que diga “un canal público es esto”, pero en general en la bibliografía se distingue entre medios públicos y medios estatales por su independencia respecto de los gobiernos, su búsqueda de imparcialidad y de pluralismo –a veces con regulaciones ad hoc, a veces por tradición–, y su rendición de cuentas sistemática a la ciudadanía. Todas estas cosas son dinámicas, perfectibles y motivos de críticas de las oposiciones en países que tienen medios que llamamos “públicos”, es decir, al ser medios financiados por los Estados o a través de impuestos por lo general administrados por gobiernos, si bien hay distintos mecanismos para garantizar una mayor independencia, nunca eso es infalible y muchas veces hay denuncias que los acusan de ser pro gobierno. Los gobiernos, además, pueden actuar en contra de los medios públicos al decidir quitarles o discutir los impuestos que los sostienen, como está pasando ahora en el Reino Unido. Hasta ahí, algunas líneas más técnicas. Pero a mí me gusta pensar en los medios públicos como medios que están apropiados por los ciudadanos, que los ciudadanos realmente sienten que son “sus” medios, algo que comparten, que los representa y en lo que confían, un desafío en esta era de polarizaciones varias.

Natalí Schejtman. Foto Paula Salischiker

¿Cómo fueron incorporándose las mujeres a los cargos directivos? ¿Qué implica que una mujer esté en la dirección? ¿Cómo está siendo la conducción de Rosario Lufrano en términos de avance en materia de géneros?

--En este momento Rosario Lufrano es la presidenta de RTA y es la primera mujer en ejercer este rol. Previamente, más de una década antes, fue directora ejecutiva del canal. Cuando asumió puso en marcha la creación de la Dirección de Género y Diversidad de RTA. Es un desafío: el canal tiene una disparidad muy grande entre mujeres y varones y esa disparidad aumenta aun más en puestos jerárquicos. Va a llevar tiempo y constancia –o sea que ese sea el objetivo durante varias gestiones– ir a una estructura más equitativa. Además, el año pasado se aprobó la ley de equidad de género en los medios. Creo que la incorporación de Diana Zurco, la primera presentadora trans de un noticiero en Argentina, es una noticia de altísimo valor simbólico: no solamente construye una pantalla más diversa con una profesional de calidad sino que el canal estatal se pone como pionero y ejemplo en esa propuesta de diversidad.

¿En qué momentos de la historia hubo mujeres, quiénes fueron y qué características tuvieron sus conducciones?

--Hubo muy muy pocas mujeres en cargos directivos. Como en tantas otras cosas, la primera fue Blackie, que entre 1953 y 1954, el cortísimo período en que Canal 7 fue privado, estuvo en la dirección artística. Blackie era una profesional de los medios con gran inventiva. Se la recomendó a Jorge Antonio, dueño del canal entre 1953 y 1955, Raúl Alejandro Apold, recordado subsecretario de Prensa y Difusión del peronismo que a pesar de haber estado encima de la producción de cine y la propaganda política en radio y noticieros cinematográficos no se interesó por la flamante tecnología de la televisión, probablemente porque todavía su incidencia era muy marginal. La siguiente mujer de gran peso para la estructura de medios estatales –que en ese momento era Canal 7 y decenas de radios– fue Nélida Baigorria, una maestra y militante radical designada en ese lugar en 1963 por Arturo Illia. Personaje muy interesante. Algunos la llamaban “la zarina”, lo cual habla tanto del contexto de la guerra fría y las formas de traer “lo ruso” como de lo que generaba una mujer al mando. Siempre la acusaban de autoritaria. Hay una tapa de Primera Plana –ferviente opositor a Illia– de ese momento con la estética del realismo socialista soviético que le adjudicaba al personaje ser la cara de la propaganda y la censura del gobierno. Décadas después, Baigorria fue durante el gobierno de Alfonsín Presidenta de la Comisión Nacional de Alfabetización y una referente importante en el área educativa. En Canal 7 con la vuelta de la democracia no solamente tuvo un paso María Herminia Avellaneda por la gerencia artística sino que también hubo contenidos feministas o protofeministas que son característicos de la televisión de la época, como De fulanas y menganas o algunos episodios de Situación límite. En Canal 11 pasaron La cigarra, por ejemplo, con María Elena Walsh, María Herminia y Susana Rinaldi. Aunque hay que decir que Rosa de lejos es una telenovela estrenada en 1980 en ATC, o sea en plena dictadura. Las cosas no son tan lineales.

María Herminia Avellaneda tuvo un paso por la gerencia artística con la vuelta de la democracia.



Mujeres al frente en un canal estatal

"Entre las contadas mujeres directivas del canal, más acá en el tiempo, estuvo la documentalista y productora Ana de Skalon, que estuvo a cargo de la no ficción al inicio del gobierno de Néstor Kirchner. Ella tenía una mirada muy internacional y especialmente regional, en el marco de la creación de TeleSur y los inicios de la “marea rosa” latinoamericana. Su gestión avanzó con los contenidos periodísticos pero tuvo varios frentes, sobre todo el sindical interno. De Skalon murió a comienzos de 2006. A pesar de su corta gestión me encontré con mucha gente recordando su influencia, sus opiniones y su formación. Y después aparece Rosario Lufrano, que fue directora entre 2006 y 2008 –ella fue la que propuso la idea de “Televisión Pública” que después terminó siendo el nombre de Canal 7– y presidenta de RTA desde 2019, en un contexto en el que la agenda de género ya había avanzado muchísimo en la conversación pública".

¿Qué significó para vos escribir este libro teniendo en cuenta que mientras lo escribías pasaste dos embarazos y dos puerperios?

--Es algo en lo que pienso muy seguido. Empecé la investigación y al toque quedé embarazada de mi primer hijo. Fue para mí la primera vez que tuve que encarar un trabajo así de grande y al mismo tiempo la primera vez que tuve que aprender a trabajar sin manejar mis tiempos: tenía que avanzar en las horas en las que alguien lo cuidaba, cuando dormía la siesta, habiendo yo dormido mal, estando desbordada. Todo eso lo pude hacer porque tengo una pareja que nunca dudó de que nuestro hijo ya de bebé era tanto su responsabilidad como la mía. Y porque tuve la ayuda de mi familia y de niñeras. Aun así fue muy difícil pero si no hubiera sido imposible. El segundo embarazo vino cuando estaba terminando el libro, que salió cuando yo tenía una panza gigante de 7 meses. Hubo fotos, tele, toda la exposición típica del lanzamiento de un libro en un momento en que no estaba ya muy cómoda con mi cuerpo ni muy ágil y también tenía que cuidarme por el tema Covid. No era lo que me había imaginado la verdad para ese momento ansiado que es la publicación de un trabajo así pero un poco me cambió el chip un día que vino Diego Levy, fotógrafo de Telam y amigo de hace muchos años, a hacerme las fotos de la entrevista y me hizo unas fotos re lindas que se me ve un montón la panza. Cuando las vi publicadas –y ahora que las vuelvo a ver– me gusto y en vez de pensar en todo lo que no había sido ideal un poco me emocioné por el logro de haber podido terminar un proyecto que me tuvo tantos años en el marco de otro proyecto, monumental, que es la crianza de los hijos y la vida en familia. Qué sé yo, nada es ideal, trabajar, ser mamá, escribir un libro, llevar una vida más o menos divertida, todo eso junto, pero en los días buenos trato de valorar más el haberlo logrado con un resultado con el que estoy conforme que centrarme en lo que no es exactamente como me hubiera gustado.