“Entre los carriles de
las vías del tren,
crecen flores suicidas”.

Ramón Gómez De la Serna.

“Nadie tiene la culpa de esto salvo yo. No soporto más. Yo los maté a los nueve. Pensé que podía vivir con eso. Pensé que podía vivir con la muerte de los ocho primeros pero con la del chiquito, no. Perdón a todos”. Esas fueron las palabras que Alfredo Carranza –maquinista de trenes, 50 años, casado y con dos hijos– escribió de su puño y letra en una hoja antes de quitarse la vida. Ese suicidio, que podría ser uno de tantos, es el disparador de una historia en la que subyace un misterioso y perverso juego que tiene como involuntarias víctimas a chicos de origen humilde y a maquinistas impotentes de sortear la fatalidad que impone su trabajo. Esa es la trama de La fragilidad de los cuerpos, el ciclo unitario que mañana a las 22.30 se estrena en El Trece. Basado en la novela escrita por Sergio Olguín, el thriller protagonizado por Germán Palacios y Eva De Dominici cuenta en clave policial una historia en la que el siempre misterioso universo ferroviario sirve de mucho más que de escenario ficcional. 

En una época de escasa ficción argentina en la televisión, La fragilidad de los cuerpos viene a hacer su aporte al género, con un ciclo de ocho episodios. El guión está basado en una novela de origen nacional. Estos dos componentes, de por sí renovadores para la pantalla chica, conforman el germen de un proyecto que además parece adaptarse a las necesidades de los nuevos hábitos de consumo audiovisual. De hecho, la miniserie es una coproducción de El Trece, TNT, Cablevisión y Pol-Ka, y el ciclo tendrá tres pantallas distintas de emisión: los miércoles a las 22.30 por El Trece, los jueves a las 22 por TNT para América Latina, a la vez que la serie completa estará disponible bajo demanda en Cablevisión Flow y Canal 1 HD del operador de cable una vez finalizada la emisión del primer capítulo en la TV abierta. Una ficción multimedia que intenta estar presente en todos los soportes y satisfaciendo las demandas de los más diversos públicos.

Dirigida por Miguel Cohan (Betibú, Sin retorno), la adaptación televisiva a cargo de Marcos Osorio Vidal cuenta el trabajo de Verónica Rosenthal (De Dominici), una joven periodista a la que le toca la cobertura del suicidio de un maquinista de tren. Lo que parece ser la muerte de alguien incapaz de lidiar con su propia conciencia y la culpa de los distintos accidentes que atraviesan el manejo de la locomotora, pronto derivará en una investigación que revelará un sistema mafioso de apuestas clandestinas en la que está en juego la vida de niños en busca de “dinero fácil”. En el camino, la periodista se encontrará con Lucio Valrossa (Palacios), un maquinista que no solo la ayudará a resolver el caso sino que además entablará con ella una   apasionada relación, marcada por un sexo sin inhibiciones.

“Es una historia policial pero a la vez cuenta una fuerte historia de amor. La relación amorosa entre Verónica y Lucio tiene un protagonismo muy fuerte en la serie”, subraya De Dominici. “Es un thriller que va tomando colores. Sin la unión de ellos, tan pasional como intensa, tampoco se hubiera podido acceder a revelar el secreto que está por debajo del suicidio que dispara la historia”, agrega Palacios, en la entrevista que ambos protagonistas le brindaron a PáginaI12.

–¿Cómo encararon la construcción de los personajes, con el antecedente literario con el que cargaban?

Eva De Dominici: –Lo primero que hice fue leer el guión, para saber cómo era la adaptación. Pero sabiendo que había una novela atrás de eso, quise leerla y me la devoré en un par de días. Es una novela que está muy bien narrada y tiene una descripción fascinante de los personajes. La novela crea un universo muy rico, nos dio muchas herramientas para poder construir a los personajes. Me generaba mucha responsabilidad interpretar a un personaje tan icónico de las novelas de Sergio Olguín como lo es Verónica Rosenthal. Me ponía a pensar qué se imaginarán los lectores de estos personajes que a partir de la serie serán de carne y hueso.  

–¿Y cómo se sacaron ese peso de encima?

E. D. D.: –Ese peso se terminó de ir una vez que empezamos a trabajar con el director y con Germán. Tuvimos que entender que la historia se basaba en la novela, pero que nosotros teníamos que contar nuestra propia historia. Si nos quedábamos anclados en el mundo literario, no podíamos avanzar. La clave fue no encorsetarnos al lenguaje literario.

Germán Palacios: –Una cosa interesante fue trabajamos mucho juntos, nosotros dos, aportándonos mutuamente en la construcción de los personajes. Hubo mucha bibliografía y data real de lo que es el mundo. No podíamos sanatear. Como dice el amigo Mauricio Kartun: tuvimos que acopiar información, para luego poder construir. El acopio de información es el mejor aliado del actor.  

–¿Cómo fue ese proceso, en su caso, donde tuvo que adentrarse en el trabajo y en la psiquis de un maquinista de tren?

G. P.: –Hubo que investigar mucho, porque me tuve que meter en un mundo desconocido. Lo primero que hice fue consultar al papá de un compañero de escuela de mi hijo, que es ferroviario. Lo paré en la puerta de la escuela y le conté que tenía que interpretar a un maquinista y que quería meterme a investigar. Así fue que me abrió la puerta de quién fue mi gran asesor, que es el Laucha Gómez, un maquinista activo del Mitre. 

–¿Con qué mundo se encontró?

G. P.: –Me fui metiendo en el universo ferroviario. Tanto en el aspecto del fierrerío, de lo que implica conducir un tren que pesa 600 toneladas y que necesita un kilómetro para ser frenado cuando va a 100 kilómetros por ahora, a la parte que más me interesaba que tiene que ver con la psíquis de los maquinistas, el estrés psicológico que la tarea demanda. Lucio es un personaje muy trágico, muy frágil, que convive con sus fantasmas. Luego de consultar bibliografía y charlar con varios maquinistas, pude captar la implicancia que tiene ser un verdugo inocente. Ls maquinistas conviven con la muerte a lo largo de su vida. No es sencillo manejar un tren y arrollar gente. Un día uno, otro día arrollaste un auto y te cargaste a cinco, y a los tres días estás trabajando de nuevo. Los fantasmas conviven con los maquinistas. Los maquinistas no tienen un tratamiento lo suficientemente contenedor y que profundice para poder trabajar terapéuticamente eso.

–¿No reciben una contención psicológica?

G. P.: –Reciben una cosa burocrática y formal de dos días, y vuelven a trabajar como si el dolor y la angustia estuvieran resueltos. Entonces, quedan conviviendo –literalmente– con los fantasmas de esas muertes. Por ende, lo que se ponen de manifiesto son los mecanismos de defensa que cada maquinista tiene. Por ejemplo, Laucha me decía que él trataba de no conectarse con los accidentes o suicidios porque si lo hacía no podía seguir siendo maquinista. Es sostén de familia, sus hijos también están preparándose para ser maquinistas, por lo que lo racionaliza de un modo tal para poder seguir. Pero no quiere decir que no esté.

–¿Y cómo se relaciona su personaje, Lucio, con esa “contingencia”?

G. P.: –Lucio es un personaje trágicamente fascinante, porque tiene muchas capas y dobleces. Es un personaje muy complejo. Obviamente, la trama de La fragilidad... cuenta una historia policial, no narra la vida de Lucio. Sería lindo en algún momento poder profundizar la vida de un maquinista minuciosamente. La psiquis del maquinista atraviesa esta historia y con Miguel (Cohan) tratamos de profundizar lo más posible para que esa espesura y complejidad psíquica se vuelva visible. Es interesante cómo ese personaje tan trágico, tan frágil y tan herido se relaciona con alguien mucho más joven que él, con una pulsión netamente vital, casi en las antípodas de este tipo, que tiene un tánatos tan marcado. 

Así como Palacios tuvo que realizar una minuciosa investigación sobre el mundo ferroviario y acerca de los temores y fantasmas que conviven con los maquinistas, De Dominici encaró el proceso de interpretación de Rosenthal más asociado a la personalidad del personaje que a la tarea periodística. “Si bien Germán tuvo que investigar para comprender la lógica de un maquinista, en mi caso -señala la actriz- el ser periodista no es el pilar de la historia. Porque Verónica, en realidad, hace un descubrimiento en un caso que parecía simple. No era su trabajo. Entonces, tuve que trabajar más su personalidad que el oficio periodístico en sí. Por supuesto que es una profesional que le gusta lo que hace y quiere demostrar que es buena.”

–¿Por qué Verónica se involucra tanto en este caso? 

E. D. D.: –Hay algo a ella que le suena raro, que hay algo más que un simple suicidio de un maquinista de trenes. Una vez que se interioriza en el caso, va descubriendo algo que es muy oscuro. Verónica no está conforme con su trabajo, está a la caza de un caso que la ponga en otro lugar. Este caso no sólo la atrae profesionalmente sino que además la toca personalemente por los chicos involucrados. Ella va a arriesgar su propia vida para saber qué es lo que sucede.. 

G. P.: –Verónica, por su personalidad, está ávida de poder meterse en un artículo propio. Porque como suele suceder en el periodismo, a ella el medio en el que trabaja le impone todo el tiempo notas, muchas de las cuales no le generan ningún incentivo personal o profesional mas que cumplir con su trabajo. 

–¿Cuánto hay de válvula de escape y cuánto de amor real en la relación íntima que terminan entablando Verónica y Lucio? 

E. D. D.: –Es una atracción real y genuina, muy sexual. Se vinculan desde la pulsión erótica. Es un trago muy extraño. A nivel actoral, estuvo muy bueno bucear. No fue un trabajo lineal y sencillo. Fue un proyecto cargado.

G. P.: –Hay un grado de excitación que impulsa la relación, que tiene que ver con la situación dramática que los rodea, en medio de tanta tensión dramática que signa a la investigación. La pulsión sexual emerge entre tanta oscuridad. La excitación de la situación dramática exterior invade sus cuerpos. El vínculo entre Verónica y Lucio es pura pulsión, irracionalmente pura. Por eso era complejo meterle demasiada cabeza al encare. Hubo que ponerle más cuerpo que cerebro a los personajes. 

–Después de este trabajo, ¿se relacionan de la misma manera con los trenes o hay un vínculo emocional que quedó activo?

E. D. D.: –Cada vez que me topo con una barrera o un tren se me viene a la cabeza la ficción pero también el submundo que antes no veía. Uno asocia al tren a una fuerza que empuja siempre hacia adelante. 

G. P.: –Siempre me atrajeron los trenes. A partir de haber sido maquinista en la ficción, siento una familiaridad mayor. Me pasa algo extraño. Los trenes ahora no me atemorizan. Podría quedarme parado en las vías del tren y esperarlo con cierta tranquilidad. 

–¿Antes no le pasaba?

G. P.: –No. Se ve que me quedó como un vínculo post traumático. (risas)