Producción: Valentina Castro y Javier Lewkowicz

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Controlar precios

Por Bilbao Luciana (*)

El proceso inflacionario que está atravesando Argentina en estos primeros cuatro meses del año, con una inflación interanual de 58 por ciento y un acumulado de 23,1 por ciento, configura un escenario preocupante que coloca a esta problemática en el centro del debate y frente a ello, desde todos los sectores se esgrimen posibles recetas para hacerle frente. Cabe preguntarse ¿cuáles son las causas? y ¿qué se puede hacer?, con eje puntual en la dinámica que podría tomar la Secretaría de Comercio, actualmente trasladada a las esferas del Ministerio de Economía, con renuncia de por medio y nuevo titular.

Sin dudas, en el contexto actual hay varios frentes que se deben considerar: 1) escasez de dólares, como problemática estructural 2) puja distributiva entre salarios y ganancias 3) sensible impacto del conflicto bélico con inflación importada 4) un mercado altamente concentrado, sobre todo en el rubro alimentos 5) aumentos en precios regulados 6) sectores que también vienen pujando al alza sin una razón explícita, como prendas de vestir y restaurantes y hoteles.

Vale considerar que la Secretaría de Comercio no puede hacer frente en soledad a semejante escenario sin reservas en el Banco Central y sin una macro ordenada. El éxito o fracaso del control inflacionario no debe y no puede depender solo del rol de la Secretaría, por lo que, cabe analizar algunos ejes y medidas propositivas:

1. Políticas de desacople de precios: el conflicto bélico Rusia-Ucrania tiene un impacto directo en el rubro alimentos. Si se miran los datos publicados por la FAO -Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación-, desde el comienzo del conflicto bélico los alimentos aumentaron un 12,3 por ciento en dólares, siendo marzo el mes de mayor aumento. Argentina es un país exportador de alimentos, por lo que esta suba internacional impacta de lleno en el mercado interno, como ya se observa en panificados, carnes y aceites. El fideicomiso del trigo es una buena herramienta. Roberto Feletti antes de irse logró llegar a un acuerdo con los productores por lo que la medida comenzaría a funcionar. En cuanto al maíz y el girasol, las retenciones pueden ser una buena medida por dos razones. Por un lado, ante la necesidad de desacoplar los precios internacionales de los locales y por otro, como herramienta redistributiva en una coyuntura con ganancias extraordinarias en el sector exportador por el sensible aumento de commodities.

2. Medidas para regular la dinámica oligopólica: Argentina tiene un mercado altamente concentrado, más aún en el rubro alimentos, con poder para fijar precios y condicionar a toda la cadena de valor. Un ejemplo de ello es lo sucedido entre el 16 y 18 de marzo, cuando se incumplieron los acuerdos de Precios Cuidados en un 39 por ciento, con aumentos disociados de costos. Además, en el mismo periodo el sector molinero sumó a este escenario la variable especulativa, acopiando grandes cantidades de harina, lo que conllevó una suba en el precio de la bolsa de 25 kilos que pasó de 1300 a 1900 pesos.

Ante esta situación es necesario poder regular y controlar a estos sectores oligopólicos con una estrategia multisectorial que implique: 1) la recomposición del plantel de fiscalización de la Secretaría de Comercio (con Macri se redujo de 500 a sólo 15); 2) resignificar la política de Precios Cuidados como proyecto de ley y a su vez poder incluir más productos como es el caso de medicamentos 3) establecer mecanismos fuertes de control ciudadano 4) implementar el Observatorio de Precios y Costos, para analizar la cadena de producción/comercialización de los principales productos, 5) desarrollar políticas sectoriales 6) fomentar el etiquetado de consumo saludable y trazabilidad producto orgánico y de empleo registrado 7) impulsar políticas como Mercado en tu barrio y mercados federales, además de la Red Comprar.

Finalmente, es clave remarcar lo fundamental de que existan políticas públicas, regulaciones y controles que perduren en el tiempo, generando una estrategia para modificar y disciplinar el comportamiento de los mercados y sobre todo de algunos sectores en particular, que más allá de cubrir baches, consoliden mecanismos que garanticen el consumo, el abastecimiento y los precios internos.

(*) Analista Económica de CEPA.

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El riesgo de las tasas altas

Por Estanislao Malic (**)

Las dificultades que presenta la alta nominalidad de tasas de interés, asociada a economías de inflacionarias, son múltiples. Una de ellas es la retroalimentación con los aumentos de precios y el efecto inercial que conllevan.

Ante todo, debemos aclarar que tasas altas en términos nominales no implican una transferencia de ingresos hacia el acreedor o el deudor, sino que ello depende de las llamadas “tasas reales”. Las mismas consideran el efecto de la inflación, por lo que una tasa alta en términos nominales (ejemplo: 40 por ciento) puede ser baja en términos reales si la inflación la alcanza o la supera (ejemplo: 60 por ciento). Es por lo que, en procesos inflacionarios, el Banco Central debe mantener tasas nominales altas, evitando la licuación de los ahorros de los depositantes.

Dicho esto, podemos adentrarnos en el efecto de esta alta nominalidad en el fenómeno inflacionario. Lejos de desacelerar la inflación (como proponen quienes consideran que la misma se debe a un exceso de demanda), las altas tasas nominales le otorgan persistencia al aumento de precios e impiden desaceleraciones relevantes en el corto plazo.

Siendo las tasas de interés un costo, el mismo será trasladado al precio, en la medida de lo posible por el entorno competitivo. A mayores tasas, mayores costos y mayores precios.

Dado que las tasas de interés son contratos que implican un período de tiempo, todo agente productivo que se haya endeudado deberá trasladar el costo respectivo al precio del producto durante ese lapso. Si una empresa se endeuda para comprar maquinaria al 60 por ciento de tasa nominal (tasa real cercana a 0 por ciento) y no aumenta su facturación lo necesario para cubrirla, la firma quebrará. De esta forma, las tasas altas comienzan a generar un fenómeno inercial, donde la inflación es precisa para mantener equilibrados los balances. Un shock estabilizador, sin reestructuración de contratos, implicaría pasivos impagables para todo agente endeudo.

De lo dicho, también se puede deducir lo siguiente: para otorgar crédito a largo plazo con alta nominalidad, debemos estimar si la inflación cubrirá, o no, el costo del mismo. Asimismo, deberá contemplarse la posibilidad de que existan grandes cambios distributivos en el período (propios de las economías altamente inflacionarias) que dificulten el repago del deudor particular en cuestión. Otorgar crédito a largo plazo, en estos contextos, se vuelve sumamente riesgoso, tanto para el deudor como para el acreedor. Esta dificultad para genera créditos a largo plazo, producto de la incertidumbre acerca del devenir nominal de los balances, termina implicando una concentración del crédito a corto plazo con renovaciones permanentes. O sea, se termina construyendo una estructura de deuda privada a tasa variable, ya que se renegocia permanentemente, que acompaña la inflación (acorde a la política monetaria actual). Vale aclarar que todo ello va acompañado del riesgo de renovación, ya que, en una situación de stress, es posible que se dificulte el proceso de renovaciones y se deba pagar el capital.

Concluyendo, las tasas de interés nominalmente altas implican regímenes de alta inflación si se busca no perjudicar balances y permitir un sistema financiero sustentable. En el caso de establecerse un plan antiinflacionario será preciso acomodar la estructura de deudas al diseño del mismo. Si se intenta un plan se shock, requerirá ser acompañado por una reestructuración de contratos en base a la nueva nominalidad buscada. Por otro lado, si se pretende una reducción gradual de la inflación, el acortamiento de plazos podría ser una alternativa (asociada al peligro de shock antes nombrado, implicando una reducción del crédito y serias dificultades para las empresas que busquen apalancarse para aumentar capacidad instalada); otra podría ser la difusión de crédito indexados a largo plazo, habilitando una adaptación de los balances a la velocidad del resto de los precios de la economía.

(**) Licenciado en Economía (UBA).