"La desesperación pertenece al mundo de los bárbaros, el amar demasiado o caerse del sistema es de los bárbaros. La grasa militante es de los bárbaros. El que tiene honor histórico, hoy, es un bárbaro: en estos tiempos, el honor parece que también perteneciera a la barbarie". La elocuente enumeración de Rita Cortese permite vislumbrar los valores (o, más bien, su ausencia) necesarios para pertenecer a la civilización, ése círculo cada vez más selecto que arroja a los márgenes a toda voz que amenace a sus excluyentes preceptos. En Canciones bárbaras, el espectáculo creado e interpretado por Cortese y Cristina Banegas, esas voces se ven representadas por las poesías de Juan Gelman, César Vallejo, Olegario Víctor Andrade, por tangos de distintas épocas, por la propia mirada de esa dupla de notables actrices que, aquí, se lucen también como cantantes. Acompañadas entonces por Ariel Polenta (piano), Federico Vázquez (bandoneón), Aldo Vallejos y Ariel Argañaraz (guitarras), y sumando como invitada especial a la legendaria actriz y cantante Nelly Prince, la dupla llegará a Plataforma Lavardén este sábado, a las 21.30, para darle vuelo a esa necesaria barbarie.

"Creo que es un espectáculo que está atravesado por la realidad, por la realidad política de nuestro país", distingue Banegas, que detalla: "Está habitado también por poemas, por dichos nuestros, por canciones. Es un trabajo que dialoga con lo que nos está pasando a los argentinos. Eso de alguna manera crea una empatía muy fuerte. Porque también trabajamos con mucho humor y con mucha emoción. Por las experiencias que tuvimos hasta ahora es un espectáculo muy entrañable. Además de la presencia de mi madre, Nelly, que es una histórica, una pionera de la televisión argentina, con una presencia, una musicalidad y una voz preciosa. Se lleva la ovación de la noche".

Con trayectorias extensas y de peso, Banegas y Cortese encontraron en estas Canciones bárbaras la posibilidad de darle continuidad a un proyecto en común. Situación que, no casualmente, pudo concretarse en este contexto social y político. "El arte nunca es casual, siempre te atraviesa en algún sitio; debe ser así, sino no es arte --remarca Cortese--. El arte tiene ideología. Puede no tener partidismo, pero tiene ideología: cómo querés vivir, cómo querés morir, cómo querés amar... En este momento, personalmente estoy atravesando, y sé que parte del pueblo argentino también, un momento de mucho dolor, de mucha ruptura de lo simbólico. La función de la cultura es justamente poder mantener vivo ese latido entre la gran destrucción que estamos viviendo".

Luego de haber recorrido diversos escenarios, las artistas entienden que el público comprende y respalda esa mirada crítica. "Es un espectáculo que está muy angelado, sinceramente --indica Cortese--. En este momento se necesita mucho el encuentro y la gente se conmociona, lo pasa bien, se divierte, porque somos bastante irreverentes y hay cosas que causan gracia. Después hay momentos de mucha emoción. Nos da mucha felicidad hacer este espectáculo, y también nos sostiene. Nos parece un espectáculo bastante necesario, para nosotras y también para la gente. Además estamos acompañadas por Nelly Prince, que camina el escenario de una manera impresionante, es un pedazo de historia de la cultura argentina".

"Acá todo fue muy fluido desde el primer momento, con mucho humor, con mucha calidez --coincide Banegas--. Es un trabajo que se ha dado con una curiosa y maravillosa fluidez. No nos ha costado trabajo, porque muchas veces cuesta tirar del carro de un espectáculo. Y además con la alegría de celebrar estar juntas con Rita, de poder ofrendar a nuestro país, a nuestros vecinos paraguayos, bolivianos, peruanos, a nuestra historia, nuestra cultura. Creo que eso es algo que la gente recibe con mucho amor, con mucha comunión".

Y, por supuesto, con música, ésa que tiene una presencia central en el espectáculo, y que encuentra en el tango a un género troncal. Un género, también, bárbaro. "El nacimiento del tango es en el arrabal, en su momento estuvo prohibido el baile, era un mundo bárbaro que no correspondía a las clases altas. Después se empezó a aceptar de a poquito, hasta que la dictadura cívico militar prohibió las milongas. Y, ahora, muchas se están cerrando...", concluye Cortese, advirtiendo con agudeza los movimientos de un séquito gobernante que determina los límites de la civilización mediante la estigmatización, la manipulación mediática, la represión y el hambre.