Un Hernán Jacinto recargado. Así se presenta el 2022 para el pianista de 40 años, una suerte de volcán “post-pandémico” que erupciona con discos, proyectos, toques y grabaciones. No hay fin de semana en que no sea invitado para acompañar a alguna figura de jazz que visita Argentina, pero además de sus trabajos como productor, se trae tres discos bajo el brazo: uno con su trío, otro nuevo con el cantante Fabio Cadore y, por si faltaba poco, una versión de Carlos Gardel con arreglos propios.

“Es como un nuevo despertar. Muchas ganas de tocar, de componer, de salir de gira. Todo lo que signifique compartir y transmitir”, reflexiona el músico que tocó con Rada, Spinetta o Pedro Aznar, y creó obras propias como Lua (2011) y Camino (2016), por poner dos de sus nueve discos como postas de un recorrido que rechaza la mera etiqueta de un virtuoso pianista de jazz.

Más allá del gusto por la improvisación, Jacinto se sigue sintiendo como un músico abierto y versátil, que toma de la música brasileña y de la latina, del folklore y del candombe, del rock y las baladas: no casualmente aparecen en su órbita desde Hugo Fattoruso, Danilo Pérez o León Gieco y hasta La Bomba de Tiempo. “Me salen composiciones que derivan en solos con elementos jazzísticos. Mas que jazz, hago música jazzeada. Y el jazz es la libertad de hacer lo que quiero, es un lenguaje que llevo en la sangre desde pibe”, dice, yendo hacia lo que es su nuevo material, Hope, que presentará con su trío compuesto por Flavio Romero en contrabajo y Fernando Moreno en batería, el viernes 24 en Bebop Club.

El disco, en rigor, inicialmente fue grabado con los integrantes de su trío anterior, Pipi Piazzolla y Jerónimo Carmona, con los que alguna vez dejó un notable registro: Live in CCK. Fue por diciembre del 2020, en la incertidumbre del encierro. “Nos metimos al estudio un tanto tensos y con poco ensayo. No quedé satisfecho con el resultado, y decidí ponerlo en stand by. Eso no tenía que ver con la performance del conjunto, sino que fue algo que nos superó a todos. La maldita pandemia y sus efectos colaterales”.

Tras idas y vueltas, en 2021 decidió retomar con nuevos intérpretes: Fernando Moreno y Flavio Romero. Y, por primera vez en su carrera, logró ensayar dos veces por semana durante cuatro meses. Hope, un puñado de músicas que compuso durante la pandemia, vio la luz en el estudio de Lito Vitale: “Con mucha generosidad, nos abrió las puertas de su casa”. Son temas de una estética moderna, en la flexibilidad del jazz contemporáneo, con cierto lirismo y fuertemente apoyadas en lo melódico, donde se incluyen dos covers: “Here, There and Everywhere”, de Lennon-McCartney y “Ámbar Violeta”, de Fito Páez. “Me gusta incluir canciones de artistas que no son propios del jazz”, acota Jacinto, que vio en vivo a McCoy Tyner a los 15 y poco después se encontró con Danilo Pérez en un camarín y que, ante la posibilidad de irse a estudiar a Estados Unidos, le dijo: “Sigue por tu camino, no te desvíes, vas bien”.

“En Hope afloran la interacción, interpretación, arreglos y todo lo que se fue gestando de esas largas tardes musicales. Creo que es la primera vez que estoy contento con algo, soy re contra obsesivo y me aburro rápido de las cosas. Son músicas pensadas fundamentalmente para trío, pero no faltará oportunidad de retomar la orquesta y volcarlos hacia las cuerdas, metales y maderas”, cuenta Jacinto, que escuchaba discos hasta rayarlos. De niño agarraba los que tenía su padrastro Augusto, como Kind of Blue de Miles Davis o Blue Train de John Coltrane, y se quedaba en la noche mientras todos dormían. Luego apareció su hermano Juan, otro maestro en su vida musical. Se reconoce como alguien que fue “sobreestimulado”. En su familia se respiraban las artes plásticas, sus padres eran dibujantes y pintores. “Mi madre compró un teclado chiquito, pero no me seducía tanto así que seguía eligiendo el dibujo. Por suerte me encontré con un piano acústico un tanto abandonado en los recreos de mi escuela primaria y ahí arrancó todo. Y mi acercamiento al jazz vino por una fuerte necesidad que tuve desde muy pequeño por improvisar”.

Hace unos años se reencontró con su pasado de dibujante a través de la fotografía: se compró una cámara con la que empezó también a filmar, a punto tal que hizo varios videoclips a sus amigos músicos. Todo desde su Estudio Cabrera, donde disfruta de otra afición: la del ingeniero de sonido. Rodeado de veladores y de cámaras, allí graba sus cosas pero también produce, mezcla y masteriza a otros, como ha ocurrido con el uruguayo Nicolás Ibarburu, ganó un Grammy por un álbum de Fernando Otero y hasta se anima con el reggaetón. “Por ahora, lo hago todo con la compu. En la pandemia laburé de eso, fui productor e ingeniero de sonido. Me animé a grabar a partir de mi disco Camino, que mastericé por mi cuenta y recibió lindas críticas por su audio”.

En el horizonte del Jacinto recargado aparece Acto 3, el tercer disco grabado con el brasileño Fabio Cadore, que la pandemia también había demorado. “Elegimos unas canciones hermosas, llenas de colores y creatividad. Y tiene un toque artesanal, hicimos un fuerte trabajo en el sonido y la producción. Aprendimos muchísimo sobre mezcla y edición”.

Y la frutilla del postre, según el pianista y compositor que se formó entre otros con Diego Schissi y Guillermo Romero aunque se define como un rabioso autodidacta, es otro proyecto que “adora”: el que lo llevó a grabar música de Carlos Gardel, con arreglos propios, y que está a punto de salir. La estética fue inspirada en un concierto que hizo el saxofonista puertorriqueño Miguel Zenón sobre Astor Piazzolla, en el que participó como invitado. “Las melodías de Gardel son perfectas, definen la armonía”, sintetiza Jacinto, que hace tiempo es venerado en Japón.

Amante del humor, de lo absurdo y de todo lo cercano al jazz en la vida, dice que últimamente se maravilló con el libro El Kybalión: los siete principios del hermetismo, y que en la música vuelve siempre hacia el álbum blanco de los Beatles, a los discos de Hancock y Monk, Vol 1 de Travelling Willlburys, Round Midnight de Miles Davis, y toda la obra de Piazzolla y Bill Evans. Y sobre el jazz argentino se reserva una esperanzada reflexión: “Hay nuevos lugares abriendo, la escena viene creciendo a pasos agigantados y es muy diversa. Y hay una cantidad enorme de nuevos talentos del piano, más que en otras épocas que recuerde, así que nada puede ser mejor”.