Hay determinados movimientos y acontecimientos sociales que generan una transformación y ampliación del lenguaje. Esas revueltas o reinvenciones del lenguaje permiten visibilizar o desnudar dispositivos inconscientes o naturalizados, de reparto y distribución del poder.

Se trata del surgimiento de palabras nuevas, o de palabras viejas que adquieren nuevos significados, y armarán la trama de constitución de determinadas representaciones sociales y representaciones psíquicas.

Resumen una historia de luchas que se cristalizan en una movilización y ampliación de sentidos.

Se trata de palabras y frases que cobran relevancia, y se afianzan, en tanto constituyen un nuevo sujeto político, iluminando, dando visibilidad, a un conflicto ya existente. Hace siglos, existente. Los feminismos son el movimiento político que ya en su extensa historia, pero fuertemente hoy, revolucionan el lenguaje. Lo interrogan, lo desnaturalizan, lo vuelven a pensar, lo recrean. La idea que nos guía es que el lenguaje está vivo si con él nos podemos nombrar.

A partir del “Mirá como nos ponemos”, las víctimas de abusos y violencias ya no son sujetos que padecen tan silenciosa, culposa y avergonzadamente. Consolidaron la toma de la palabra. El “Mirá como nos ponemos” despertó, y lo sigue haciendo, todo un campo de interrogaciones, movilizando la biografía singular de las mujeres y disidencias, al tiempo que refuerza la pertenencia al campo colectivo del mundo que conformamos. El “Ni una menos” es una conquista colectiva que nos sigue convocando, cada año, a la calle. Hemos desterrado el término “Crimen pasional”. 

Hoy hablamos de Feminicidios.

El término más amplio del “lenguaje inclusivo” hoy vuelve a ser campo de batallas, de una lucha todavía inconclusa.

En tiempos de lucha por el aborto legal, seguro y gratuito, supimos de las batallas que se organizan en torno a las palabras, por ejemplo, en torno a la palabra “pro-vida”. Las palabras son territorios en disputa, emancipan o acallan, permiten nombrar o encubren, reprimen, llaman a silenciar.

En otro terreno, en el campo de la Salud Mental, es interesante pensar los efectos de algunas palabras. Por ejemplo, “Desmanicomialización”: término que inauguró nuevas prácticas y teorías de enorme potencia transformadora, fue y sigue siendo una palabra que designa no solo la búsqueda de salida al encierro represivo del padecimiento psíquico grave, sino que localizó representaciones arraigadísimas al ponerlas en jaque. Reformuló en gran medida, aun inacabadamente, bien lo sabemos porque esas batallas nos ocupan hoy, (cuando peleamos por la implementación de la Ley de Salud Mental), el lugar social del padecimiento psíquico, los tratamientos posibles, sus consecuencias e implicancias singulares y colectivas, por resumir en breves líneas un recorrido tan valioso, extenso y complejo. Es decir, la desmanicomialización, como nominación, esclareció, tornó visibles, las prácticas manicomiales, más allá incluso de los muros institucionales, y todo un andamiaje representacional manicomial. Las palabras son territorio de luchas.

Estas revoluciones del lenguaje se oponen, tienen como elemento antagónico, a los clises “banalizadores”, o “banalizaciones lenguajeras”, que alivianan una palabra hasta vaciarla (siguiendo a lo planteado por Eduardo Muller). En las macropoliticas y en las micropoliticas de la vida cotidiana.

Dentro del campo del Psicoanálisis, sabemos que las intervenciones eficaces también son las que reordenan, transforman sentidos. Hay palabras que advienen a la escena psíquica a nombrar algo nuevo o a nombrar algo viejo de un nuevo modo. Éstas intervenciones sorprenden, ocurren. No sé planifican, no son operaciones prefabricadas, aun cuando se desprendan de un trabajo anterior, aun cuando tengan una historia de construcción. No son slogans ni clises.

Hay palabras-frases que fuerzan una toma de posición. Palabras que reordenan todo el sistema del lenguaje. El poder, por supuesto, resiste. Resisten los.sectores conservadores que históricamente se caracterizan por silenciar o mantener el statu quo.

Entonces, una verdadera revolución, empieza, concluye, y se instala definitivamente, en el lenguaje. El lenguaje está vivo si con él nos podemos nombrar.


*Psicoanalista