El discurso de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en el Plenario de la CTA del 20 de junio pasado reavivó el debate sobre el manejo de los planes sociales. En diálogo con AM750, el sociólogo Javier Auyero analizó el alcance de la asistencia estatal en los sectores populares y señaló: “Toda la evidencia que tenemos es que la gente sigue trabajando porque nadie vive de un plan social”.

Según el especialista, director del Laboratorio de Etnografía Urbana en la Universidad de Texas, Estados Unidos, la conversación social sobre la asistencia que brinda el Estado siempre reactiva prejuicios que no se corresponden con la evidencia científica. Por un lado, desde los sectores ortodoxos de la economía se pretende instalar que los planes sociales representan un gasto público grande e innecesario. “Los costos representan menos del 1% del Producto Bruto Interno, no es una carga importante en la economía”, argumentó Auyero.

Otro prejuicio común es que la asistencia desalienta “la cultura del trabajo”. Al respecto, el sociólogo planteó que en la mayoría de los casos los beneficiarios trabajan porque la asistencia estatal no alcanza para llegar a fin de mes. Además, destacó que los trabajos suelen ser informales, por lo que se trata de jornadas más largas y salarios más bajos.

En ese sentido, si bien representa una parte importante del presupuesto de las unidades domésticas de quienes tienen ingresos por debajo de la línea de la pobreza -entre el 40 y 50 por ciento del total de esos fondos-, en muchos casos se utiliza, por ejemplo, para cubrir gastos de educación privada para sus hijos. “Los propios sectores populares no confían en la escuela pública y mandan a sus hijos a escuelas parroquiales. Se transfieren recursos de impuestos del Estado a escuelas privadas”, explicó.

Al respecto, agregó que en el caso de implementarse un Ingreso Básico Universal la situación derivaría en el mismo problema: "Si el dinero se destina a servicios que el Estado debería proveer, no tiene mucho sentido".

Clientelismo

"Por supuesto que los planes alimentan la cajas de la política, en todos los gobiernos", aseguró Auyero. Según su perspectiva, el control de la asistencia debería provenir del aparato estatal, para así desincentivar el clientelismo político. Sin embargo, eliminar la ayuda tendría un impacto feroz: "Es más imprenscindible que nunca contar con ella, porque si no la gente se muere de hambre". 

Eso que llaman amor

Consultado por cómo puede una persona de los sectores populares ingeniársela para llegar a fin de mes, el sociólogo señaló que existe una conjunción entre la acción colectiva y la asistencia estatal y el papel de las mujeres en los barrios. Según Auyero, las mujeres que trabajan en los comedores sostienen la carga de los trabajos de cuidado, que en este caso se extiende de la unidad doméstica hacia el propio barrio

En esos casos, concluyó, el Estado reproduce la lógica patriarcal de sobreexplotación: “Sobrecargan a estas mujeres pidiéndoles que reproduzcan no solo la unidad doméstica, sino también al barrio”.