Una de las marcas de la segunda mitad del siglo XX en cuanto a los avances de la ciencia fue la aparición de una figura: la del divulgador. Una persona con conocimientos sólidos en alguna materia podía entrar a los hogares de todo el mundo a través de los instrumentos de la industria cultural, como libros, películas y series de TV. Al menos tres hombres destacaron en distintas ramas: el estadounidense Carl Sagan explicó el Universo y sus confines desde la serie Cosmos, mientras que el español Félix Rodríguez de la Fuente maravilló con sus documentales sobre la vida animal. El mar y sus secretos fueron el tema de un francés: Jacques-Yves Cousteau.

Amar el mar gracias a un alemán y "espantosos caballos"

Quien sería el mayo explorador marítimo nació en Saint-André-de-Cubzac, cerca de Burdeos, el 11 de junio de 1910. Se destacó como cadete en la Escuela de Marina de Tolón, de la que egresó en 1930 con el segundo mejor promedio. Antes, había vivido con sus padres en los Estados Unidos, donde aprendió a bucear.

Cousteau con la escafandra y la cámara que diseñó. AFP

Alguna vez contó así el comienzo de su relación con el buceo: “En esa época yo iba a un colegio, en Vermont, que estaba a orillas del lago Harvey. Uno de mis instructores, un alemán de apellido Boetz, no me tenía mucha simpatía, y yo por mi parte tampoco sentía ninguna simpatía por él. Nos odiábamos intensamente. Me obligaba a montar a caballo a pesar de que yo me caía a cada rato, desde entonces no soporto a los caballos. También me hacía limpiar el fondo del lago debajo del trampolín, para que mis compañeros se pudieran zambullir sin peligro. El fondo estaba lleno de ramas y era muy duro zambullirse en esas aguas negras y frías. Allí me convertí en un buen nadador y con esa experiencia bucear me pareció después muy sencillo y encantador. Les cuento esto para que sepan que me convertí en lo que soy gracias a un alemán y a esos espantosos caballos de Vermont”.

De la escafandra al Calypso

Tenía 19 años cuando conoció a Philipe Taille, apasionado como él por el buceo. Taille le hizo conocer las antiparras para ver bajo el agua. “Fue el día más feliz de mi vida”, recordaría Cousteau. Fue con Taillez y con Frédéric Dumas que filmaría el documental 18 metros de profundidad, a través del cual el mundo conoció el dispositivo para respirar bajo el agua. El origen de ese sistema revolucionario es de 1942, cuando Cousteau conoció al ingeniero Emile Gagnan. Este había creado un dispositivo para que los autos funcionaran a gas. Maravillado, Cousteau le pidió adaptar ese invento a la respiración humana. Así nació el Acqua-Lung, la escafandra automática. Es el sistema vigente desde entonces para bucear.

En 1948, Cousteau diseñó el equipo de respiración para el batiscafo de Auguste Piccard. Dos años más tarde, el millonario irlandés Noel Guiness se convirtió en albacea de Cousteau y le regaló un barreminas de la Segunda Guerra que tras la contienda mundial había pasado a operar como ferry en el Mediterráneo. Cousteau lo adaptó para la investigación submarina y comenzó a surcar los mares con el barco más famoso de la segunda mitad del siglo XX, el navío que acaso haya inspirado la vocación de muchos oceanógrafos: el Calypso.

La primera expedición del Calypso no pudo ser más auspiciosa. Frente a la costa de Marsella halló un antiguo navío griego, del que pudo rescatar ánforas con aceite y vino. En 1956 se estrenó El mundo del silencio, un documental con el mismo título del libro publicado, en 1953 por Cousteau y Dumas. La película fue dirigida por el navegante y un joven cineasta de 24 años, llamado Louis Malle. Resultó un éxito rotundo, que le dio fama mundial al mostrar un viaje a bordo del Calypso. Ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes y el Oscar al mejor documental. Para filmar fue clave el uso de una cámara submarina diseñada por Cousteau.

La vuelta al mundo en barco

En los años siguientes recorrió el mundo con el Calypso. En tres ocasiones su barco pasó por las costas argentinas. La primera fue en 1961, bordeó la Patagonia y tocó tierra en Puerto Madryn. La segunda fue a fines de 1972, en uno de sus viajes emblemáticos, cuando por primera vez llegó a la Antártida. El tercer viaje fue en 1985 y recorrió el Cabo de Hornos. En el medio, entre 1968 y 1976, vio la luz la serie El mundo submarino de Jacques Cousteau, que cimentó su fama planetaria.

Con el correr de los años, los intereses del investigador se orientaron hacia la ecología y la conservación de la vida animal. Alguna vez se fotografió junto a los pingüinos de la Antártida, a modo de alertar por la preservación del continente blanco. De hecho, a fines de los 80 comenzó a navegar en el Alcyone, un barco eólico. “Se mueve impulsado por la naturaleza y es un símbolo de todo lo que yo pienso. El hombre no debe contaminar el hábitat que habrá de legar a las generaciones futuras”, dijo entonces.

El  Calypso, el barcó con el que recorrió el mundo. AFP

Cousteau sufrió el golpe más duro de su vida en 1979, con la muerte trágica de su hijo Philippe. Este piloteaba un hidroavión cuando la nave se fue a pique en el río Tajo, en Portugal. Golpeó un banco de arena disimulado bajo el agua y perdió el control. Iban con él siete personas, que pudieron salir sin heridas. Philippe Cousteau quedó atrapado en el asiento del piloto. Tenía 38 años.

Los años finales

Junto a Philippe y su otro hijo, Jean-Michel (ambos de su matrimonio con Simone Melchior), el investigador había creado en 1973 la Sociedad Cousteau, que sumó miles de adherentes en su lucha por la conservación de la vida marítima. En 1985, Ronald Reagan, entonces presidente de los Estados Unidos, le confirió la Medalla Presidencial de la Libertad, la máxima distinción de su país, y en 1992 habló en la Conferencia de Río de Janeiro que convocó la ONU para alertar sobre la cuestión ambiental.

Junto a los pingüinos en la Antártida, alertando sobre la importancia de la preservación. Christopher Dickey

Dos años antes había muerto su esposa, tras lo cual se casó con Francine, la madre de sus otros dos hijos. En 1996, un accidente en el puerto de Singapur hizo que se hundiera el Calypso. Se lo pudo recuperar y estuvo en malas condiciones en el puerto francés de La Rochelle hasta que en 2007 pasó a manos de la Sociedad Cousteau. Su célebre capitán murió el 25 de junio de 1997 en París, dos semanas después de haber cumplido 87 años