La historia es más o menos conocida: durante el bautismo de la Princesa Aurora, el Hada Carabosse, ofendida por no haber sido invitada al fiestón, maldice a la niña. Al cumplir quince años, se pinchará un dedo con un huso y morirá. El Hada Lila no puede impedir la maldición, pero sí modificarla. Aurora no morirá, sino que caerá en un profundo sueño, hasta que el beso de un príncipe la despierte. Allá por 1980, Pyotr Tchaikovsky y el coreógrafo Marius Petipa adaptaron el cuento clásico de Charles Perrault creando la música y la coreografía para un ballet que también sería clásico. Y que ahora vuelve a adaptarse, en una versión pensada especialmente para chicos: La Bella Durmiente y las hadas encantadas, con dirección de Leonardo Reale y Juan Lavanga, la nueva propuesta del ciclo Vamos al ballet de Fundación Konex (ver aparte). 

Al igual que en espectáculos anteriores (El Lago de los Cisnes o El Cascanueces y las Princesas Encantadas, y luego junto a El Rey de los Ratones), la versión no se aparta demasiado de la original, aunque suprime algunos fragmentos e incorpora algunos personajes. Antes fue un mago que iba narrando los ejes básicos de la historia para que nadie pierda el hilo, ahora la narradora es el Hada Lila. En el acto final, el de las Bodas de Aurora, una gran cantidad de personajes que ya estaban en el ballet original acercan esta obra a un público infantil.   

“Cuando Tchaikovsky trabaja la obra con el Marius Petipa, se menciona en los anales de la historia del ballet que el último acto que era una ‘fantasía’ o divertissement estaba pensado para niños. De allí que asisten a la fiesta el Gato y la Gatita Blanca, Caperucita y el Lobo Feroz… Algo difícil porque en general estos ballets duraban entre tres y cinco horas y se hacían para la Corte del Zar, terminaban muy tarde e incluso de cenaba en el Teatro”, explica Juan Lavanga, encargado de esta adaptación. “Luego surgen más personajes, si se toma la adaptación del cuento de Perrault que con posterioridad hacen los heramnos Grimm, se incorpora Ricitos de Oro y el Rey Oso Blanco, y luego ‘La Bella y la Bestia’. No creo que en su estreno en 1890 haya sido concebido como ballet para el público infantil, pero el genio de Tchaikovsky, con ese tercer acto pleno de variaciones para personajes de cuentos infantiles, permite hoy día hacer una gran adaptación para los chicos”, concluye

Más allá de las licencias de la adaptación, del despliegue de vestuario, de los usos de la tecnología y la tarea de los visualistas (mapping, hojas que crecen, hadas que aparecen), lo mejor de esta propuesta de ballet es, justamente, lo que tiene de ballet. Porque eso es lo que viene a ofrecer, con la destacada tarea de los bailarines del Ballet Metropolitano de Buenos Aires e invitados del Teatro Colón (Mercedes Calderón como la Princesa Aurora, Rodrigo Villaverde como el Príncipe Florimond, Yanina Toneatto en una muy actoral Reina De Las Hadas, entre un nutrido elenco). Y aunque todo lo otro importa y suma al espectáculo, es finalmente el ballet, la música y la danza, lo que disfrutan, tal vez descubriéndolo o tal vez formándose como público, tanto los chicos como los grandes. 

  “Este público es el que realmente plantea un gran desafío”, advierte Lavanga sobre el principal destinatario. “El adulto tiene sus pruritos: no veo ópera o ballet porque no sé si me va a gustar, es para una elite… Los chicos, en cambio, vienen despojados de todo. Les gusta o no, toman o dejan. Hay que atraparlos, hay que hacerlos interactuar con los artistas en la escena”, explica. Sobre los frutos que ya comienzan a mostrarse tras siete años de Vamos al ballet en el Konex, con diversos espectáculos, Lavanga concluye: “La humilde pretensión siempre es formar un futuro público, o bien despertar una vocación. Hemos sabido de muchas niñas que han comenzado a estudiar danza. A lo mejor hubo también algún niño, ojalá… Y nos divierten los comentarios que dejan niñas y niños en las encuestas que hacemos tras el espectáculo, lo que observan de los personajes, de las escenas… Lo que queda claro es que el ballet es disfrutado por todos, sin distinción de sexos… ni de edades”.