El debate sobre el uso del lenguaje inclusivo tomó un nuevo impulso tras la resolución del Gobierno porteño destinada a “regular” su uso en las aulas. Ante esa reacción antiderechos, las universidades nacionales cuestionan la postura conservadora y avanzan en la confección de guías de lenguaje “no sexista/inclusivo” en el ámbito académico.

La polarización es evidente: mientras que las autoridades del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires consideran que “la lengua española brinda diversas opciones para comunicarse de manera inclusiva sin necesidad de tergiversarla ni de agregar mayor complejidad a la comprensión y fluidez lectora”, desde las casas de estudios superiores sostienen que el lenguaje “no sabe de prohibiciones”.

La Red Interuniversitaria por la Igualdad de Género y Contra las Violencias (RUGE) manifestó que la resolución de la cartera educativa de CABA “desconoce lo establecido en el artículo 13 de la Ley Nº 26.743/12 de identidad de género” y resaltó que “el lenguaje inclusivo procura visibilizar discursivamente a las identidades no binarias, desarmando las asimetrías de poder existentes en nuestra sociedad”.

La entidad dependiente del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) hizo hincapié en que “el uso del lenguaje inclusivo y no sexista no es un problema gramatical, sino político, que reivindica las identidades negadas e históricamente vulnerabilizadas”, en el que la universidad pública cumple un rol trascendental “para promover la reflexión y el pensamiento crítico frente a las violencias simbólicas”.

En ese contexto, cobra valor el documento “¿Qué dice la lingüística sobre el lenguaje inclusivo?”, publicado por un conjunto de profesionales que, tras acudir a las investigaciones más recientes en el campo de las ciencias del lenguaje, permite esbozar algunas conclusiones sobre determinadas preguntas que hoy están vigentes.

El trabajo fue firmado por Juan Eduardo Bonnin (CONICET-UNSAM), Gabriel Dvoskin (CONICET-UBA-UNIPE), Daniela Lauria (CONICET-UBA-UNIPE), María López García (CONICET-UNSAM), Paula Salerno (CONICET-UNSAM-UBA), Carolina Tosi (CONICET-UBA-UNLZ) y Gabriela Mariel Zunino (CONICET-UBA).

Una de las preguntas plantea si el lenguaje inclusivo es aceptado –eso no significa que sea utilizado– por una enorme mayoría. Una encuesta realizada sobre 2.300 personas arrojó que el 73 por ciento de los que respondieron aceptaba su uso al inicio de una frase (“chiques, ¿vamos al cine?”) y un 65 por ciento lo aceptaba en la mitad (“llamé a mis amigues para ir al cine”). La deducción es que no hay una oposición social generalizada.

Otro aspecto que señalan las y los especialistas en el documento es que no se trata de un fenómeno exclusivamente argentino. Un ejemplo de ello es el caso de Suecia, en el que el diccionario oficial decidió incluir desde 2015 el pronombre neutro “hen” (“elle”) y su uso es impulsado desde el Estado. En Francia, se propone el uso del punto medio para indicar al mismo tiempo las opciones femenina y masculina, además de contar con pronombres no binarios como “iels” o “elleux” (“elles”).

Contra los discursos de odio y en favor de las disidencias

Para Bonnin, uno de los firmantes del documento, es difícil prever si el lenguaje inclusivo va a alterar la morfología del español, en especial si se toma en cuenta que la mayor concentración se da sólo en algunas palabras (todes, amigues, elle). Sin embargo, tiene en claro que se trata de un debate que se convierte en el “blanco ideal” de actitudes conservadoras, como la del Gobierno porteño.

“Es muy importante defender la no sanción de quienes lo usan, porque al condenar esta forma lingüística se están atacando identidades sociales, además de generarse un entorno que favorece los discursos de odio y la violencia tanto social como institucional hacia las disidencias”, explicó el profesor titular de Análisis del Discurso de la UNSAM al Suplemento Universidad.

La falta de aprobación de determinadas palabras por parte de la Real Academia Española (RAE) aparece como uno de los argumentos favoritos por quienes se oponen al uso de un lenguaje no binario. Sobre ese punto, Bonnin reflexionó: “Hablamos de una institución creada en el siglo XVIII para controlar la creciente diversidad del español en las colonias, por lo tanto, ha acompañado una dominación política y económica que tuvo un fuerte rechazo por parte de intelectuales latinoamericanos”.

En ese sentido, señaló que mucha gente que recurre a la RAE para rechazar “chiques” se olvida de esta institución para no decir “presidenta”, que el diccionario de la academia incluye como forma válida y estándar. “Esto muestra que la RAE es un recurso conservador que solo se abandona para adoptar posiciones todavía más conservadoras”.

En la UNSAM no se puede sancionar a estudiantes que usen morfología no binaria como “chicxs” o “chiques”, y parte de ello se debe a que cuenta con una guía para el uso inclusivo del lenguaje. La actitud que prima en ese documento es la de promoción de usos no sexistas y no binarios de la lengua.

“Más allá de las recomendaciones prácticas, la guía se coloca explícitamente en el seguimiento de la ley 26.743 sobre el respeto a la identidad de género de las personas, incluso cuando no coincida con la que figura en su DNI”, amplió y subrayó: “La mayor virtud del lenguaje inclusivo no es que ‘soluciona’ el problema del género en el lenguaje, sino que lo hace visible y nos obliga a tomar posición al respecto”.

Los amantes de la lengua como “tesoro impoluto”

El énfasis sobre la “no necesidad de agregar complejidad a la fluidez y comprensión lectora durante los procesos de aprendizaje en las escuelas” pone sobre la mesa una postura concreta: el uso del lenguaje inclusivo puede dificultar ese proceso de enseñanza al generar confusión en los chicos y chicas.

“La verdad es que no, al contrario, mis hijas que van a la primaria comprenden perfectamente el uso de la e y dicen ‘chiques’ sin problemas para referirse a grupos mixtos de personas o con identidad de género no binaria”, sostuvo Bonnin.

Por su parte, Tosi, magíster en Análisis del Discurso, afirmó que “no existe ninguna evidencia científica que demuestre que las formas inclusivas acarrean dificultades en la adquisición de la lengua”, y agregó que los especialistas coinciden en que la dificultad en los procesos de alfabetización “responde a múltiples causas”.

Sobre esa base, consideró “simplista y reduccionista” señalar que el empleo de recursos no binarios es contraproducente para la alfabetización y la enseñanza del lenguaje. “Sin dudas el interrogante es válido, pero requiere de estudios sólidos que brinden respuestas, y la realidad es que la resolución de CABA no ofrece argumentos lingüísticos y didácticos sólidos que avalen la decisión, e incluso cita un informe cuya fuente no se explicita”.

“Hay que escuchar al alumnado, abrir debates y apostar por el intercambio de ideas en tanto potencia transformadora. No se logra nada intentando prohibir o reglamentar el lenguaje”, destacó en diálogo con este suplemento. Como ejemplo de ello, mencionó que el caso de Suecia demostró que la incorporación de un pronombre neutro “no devino en ningún colapso educativo”.

Según su visión, hay una cantidad de causas que desencadenan los problemas de comprensión y escritura, aunque lo paradójico es “la evocación y la representación de la lengua como un tesoro impoluto”.

“Gran parte de las personas que están en contra del lenguaje inclusivo se refieren a la lengua como un tesoro impoluto, es decir como un bien preciado que hay que cuidar del ataque y de la vandalización de un determinado grupo, como si las formas inclusivas la violentaran. Pero como bien sabemos, la lengua pura y aséptica no existe”, detalló la autora de libros infantiles y juveniles.

Si bien aclaró que los expertos en el área coinciden que por el momento no se puede hablar de un cambio lingüístico establecido, para la investigadora del CONICET “lo que fastidia no es tanto la supuesta incorrección, sino el efecto generado al visibilizar las identidades no binarias y, por lo tanto, rebatir la relación determinista entre sexo biológico y género”.

Universidades que se suman

El compromiso por la construcción de discursos inclusivos y no discriminatorios comienza a profundizarse en diferentes casas de estudios superiores de Argentina. Dos ejemplos:

*En la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) existe una “guía de recomendaciones para una comunicación no sexista e inclusiva”, un material que contiene sugerencias para la producción de discursos escritos y audiovisuales que eviten formas y usos discriminatorios del lenguaje. De hecho, las recomendaciones para la redacción de textos que propone la guía –disponible en el sitio web de la UNC– apelan al empleo de recursos y formas lingüísticas existentes dentro de la lengua castellana.

*La Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam) dictó la primera capacitación para personal no docente en base a la “Guía de lenguaje no sexista”, que la institución redactó para ser aplicada en ese espacio. Al curso asisten quienes ejercen tareas en el rectorado y unidades académicas a cargo de tareas de escritura en ámbitos administrativos.

El impacto sobre los adultos mayores

El fenómeno del lenguaje inclusivo se ha vinculado mayoritariamente con los niños, adolescentes y adultos. Sin embargo, la lupa no parece estar puesta demasiado sobre los adultos mayores.

En su rol de profesor y licenciado en Letras, Damián Sarro integra el “Taller de Sexualidad y Salud Sexual para Adultos Mayores”, una extensión de educación no formal perteneciente a la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Consultado por este suplemento sobre el impacto que tiene la temática en esa franja etaria, consideró que “el lenguaje inclusivo ha perdido, para bien, cierta exclusividad de un sector joven de la sociedad y se ha extendido a los adultos mayores”.

“Ellos han entendido muy bien la permeabilidad de todo lenguaje, las facultades que nos brinda su uso democrático, inclusivo y abierto en discursividades concretas y reales”, reveló. En 2019, la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR aprobó dos resoluciones que reconocen y aceptan como válidas las expresiones en lenguaje no binario, ya utilizadas y permitidas para la presentación de trabajos, monografías y exámenes.

En sintonía con lo expuesto por otros profesionales, remarcó que desde su experiencia como docente de alfabetización inicial no cree que el lenguaje inclusivo constituya un obstáculo en el proceso alfabetizador: “Al contrario, podría ser una herramienta potente para enseñar la flexibilidad del lenguaje”.

De todos modos, para Sarro la cuestión pasa por el respeto hacia las diversidades sexuales y grupos no sexistas, para quienes el lenguaje inclusivo es una manera de reconocimiento. “En tal caso, la sociedad debe plantearse hasta dónde se pone de manifiesto la tolerancia y el reconocimiento de la otredad o alteridad en todas sus facetas”, sostuvo.

Con el foco puesto en los procesos históricos, el docente recordó que, si lenguas clásicas como el sánscrito, el griego y el latín ya tenían el neutro, “es porque la mentalidad humana consideró desde antaño lo que ahora se pretende rechazar como estupidez”. A raíz de ello, alertó que toda fuerza que sostenga un statu quo de orden social y cultural “debe despertar, al menos, sospechas”.

Los especialistas coinciden en que resulta imposible prever un escenario para los próximos años sobre el lenguaje inclusivo. Sin embargo, existe una certeza: el idioma es una construcción social en cambio constante.