Desde Londres
The Rolling Stones continúan girando por Europa. El SIXTY Tour con el que conmemoran sus 60 años de trayectoria se detuvo por dos noches en Londres, la cuna de la banda. Y más específicamente en el simbólico Hyde Park. Emblema de la ciudad y muy representativo también en la extensa historia del grupo.
El 5 de julio de 1969 los Stones ofrecieron allí un concierto gratuito a través del cual despidieron en vivo y ante medio millón de personas a Brian Jones, fundador de la icónica agrupación y del triste Club de los 27. Por otra parte presentaban en sociedad a Mick Taylor, el virtuoso guitarrista que revitalizó la etapa más blusera del quinteto. En 2013, exactamente 44 años más tarde y también en el mes de julio, volvieron para otros dos conciertos. Parte de ese material vio la luz en audio y video bajo el nombre Sweet Summer Sun. Ahora, retornaron por tercera vez para festejar sus 60 años de trayectoria con otros dos espectáculos inolvidables.
El pulmón verde por excelencia de la elegante ciudad londinense los recibió el pasado 25 de junio y nuevamente en julio y le dio refugio para brindar con su público y mantener la llama encendida por siempre. El 3 de julio no es una fecha más en la línea de vida de los Stones, determina el aniversario número 53 del fallecimiento de Brian. Y allí aún están ellos, escribiendo una nueva página de esa enciclopedia interminable que comenzaron en 1962 y que parecen decididos a seguir sumándole nuevos y victoriosos capítulos. Celebrando la vida, haciendo feliz a un mar de seguidores y recordando a su creador. Medio siglo después, la lista de temas se nutre con buena parte de esas ilustres obras compuestas en la dorada década del sesenta y que constituye la banda sonora de millones.
Una multitud de fans de varias generaciones vibraron durante algo más de dos horas dinamitadas por un imbatible torrente de rock and roll stoniano. Sir Jagger, Richards y Wood desataron un verdadero vendaval rockero en el que no faltó alguna versión, lados B y los himnos obligados e inoxidables, con una banda sólida integrada por el experimentado Chuck Leavell en teclados, Darryl Jones en bajo, Steve Jordan en batería, Bernard Fowler junto a la morena Sasha Allen en coros, Matt Clifford en teclados y cuerno francés y Karl Denson y Tim Ries en saxos.
Apenas pasadas las 20 y aún a plena luz de un atardecer histórico, emotivas imágenes y el sonido inimitable de batería del recordado e irremplazable Charlie Watts invadió el parque para dar inicio a la velada con los acordes asesinos de "Get Off Of My Cloud". Primera sorpresa, ya que lo venían haciendo con "Street Fighting Man". La banda se adueñó de la escena al término de los invitados apertura, Sam Fender, Courtney Barnett, Christone Kingfish Ingram y The Dinner Party.
Ya recuperado del covid, Mick no detiene su marcha. A pocos días de cumplir 79 años, continúa paseando su figura con gracia por las extensas pasarelas, agitando cada clásico con desparpajo bajo el manual perfecto diseñado por él mismo y que lo erige en el showman número uno. Richards (78) disfruta relajado de la frenética ceremonia ante miles de almas como si estuviera en la sala de ensayo. Dispara sus riffs directo al corazón y se entretiene en cada entretejido con su hermano del alma: el eterno adolescente Ron Wood, que festejó en vivo en Madrid al inicio del tour sus "jóvenes" 75.
Jagger saludó con un simpático "Hi London", para darle paso a "19th Nervous Breakdown", en otro viaje sin escalas al Swinging London de los 60. A su término, confesó cuánto extrañan y lo increíble de haber compartido seis décadas con Charlie Watts. La intensidad siguió in crescendo a través del infalible "Tumbling Dice" y alcanzó el clímax con la emotiva interpretación de la melódica y venerada "Out Of Time", gema que nunca antes habían ejecutado en vivo. Un estreno exclusivo de este tour, a la que pegaron sorpresas como "Angie", "Like A Rolling Stone" y "You Got Me Rocking".
Luego de la presentación de la banda llegaron "las dos de Keith" que por fortuna nunca faltan, en este caso el campestre "You Got The Silver" y el eléctrico "Happy". De pronto, el Hyde Park se impregnó de Club 54 con los primeros compases de "Miss You": el lugar se transformó en una enorme discoteca neoyorquina al ritmo del sonido hipnótico y bailable del bajo de Darryl Jones, a la que Jagger sigue cambiándole la letra y menciona a chicas de argentina en lugar de puertorriqueñas.
Párrafo aparte para la incendiaria versión de "Midnight Rambler": la oda blusera por excelencia es sin dudas el momento más épico del show que parece extraído de un oscuro sótano de blues de antaño.
La escenografía es sencilla, pero atractiva y por demás colorida. Consiste en una única pasarela central, dos laterales y una enorme pantalla de alta definición en el medio para no perder detalle secundada por dos más pequeñas a cada lado. Un arbol gigante decora el ala izquierda. No hay parafernalia lumínica. Tampoco fuegos de artificio. Es la pureza en su estado primario, el diamante en bruto: son ellos y su eterno rock and roll. En los extremos, dos pantallas más pequeñas acompañan cada tema con lenguaje de señas interpretadas con gracia y en vivo por una dama y un caballero que se van turnando en el rol.
La segunda hora es una suerte de catarata incesante de clásicos, un set plagado de grandes éxitos: "Tumbling Dice", "You Can't Always Get What You Want", “Honky Tonk Women”, "Miss You", "Paint It Black", "Start Me Up", "Gimme Shelter", "Jumpin' Jack Flash”, y los bises de rigor: "Sympathy For The Devil" y “(I Can't Get No) Satisfaction”. Un bombardeo adrenalítico de hits que festejan y corean todos.
Y con esa andanada el espectáculo llega a su fin. Es la despedida, la reverencia del saludo decreta el final mientras en la pantalla aparece un "Thank You" gigante. Se apagan las luces pero el circo rockero sigue en la ruta. Los Stones rodarán escupiendo su indeleble veneno rockero y una nueva lección de inmortalidad para aquellos afortunados que continúan disfrutando del más honesto y tradicional rock and roll marca Rolling Stones.