Viernes 24 de enero de 1986. Esa es la fecha que asoma en la primera placa negra de The Newsreader, la serie australiana que trajo de nuevo a la pantalla aquel mundo utópico de la creación en vivo de las noticias televisadas. Un mundo analógico y casi arcaico hoy en día, sin celulares ni redes sociales, anclado en la tarea de los reporteros que deambulan por la ciudad en busca de la primicia, en las sonrisas de los presentadores que disputan en cámara la empatía de la audiencia, de periodistas que batallan en una arena invisible donde los egos y las ambiciones están a la orden del día. Creada por Michael Lucas (guionista de series como Sisters y Wentworth, y creador de varios éxitos en su país como Offspring, Party Tricks y la reciente Five Bedrooms), The Newsreader se convirtió en la gran sensación de la TV australiana pospandemia, con varios premios locales y la renovación para una segunda temporada. Pero, además, supuso el regreso de Anna Torv a la pantalla, la actriz que había deslumbrado en Fringe, la serie de culto de J.J. Abrams, y que luego se consagró como la gélida psicóloga criminal de Mindhunter, la serie insignia de David Fincher en Netflix. Después de tanta espera, Michael Lucas la trajo de vuelta.

“A pesar de lo difícil que fue lidiar con el COVID, hubo un lado positivo: la mayoría de nuestras celebridades estaban en casa en Australia y no había demasiadas producciones en marcha”, explicaba Lucas en una entrevista con el sitio australiano ScreenHub. “En circunstancias normales, Anna Torv habría estado en Los Ángeles y Sam Reid en Londres y aun así los habríamos convocado, pero Dios sabe con qué podríamos haber estado compitiendo”. Sam Reid incursionó en el cine de Hollywood y en la TV británica pero todavía es un actor desconocido para el público internacional, en cambio Torv representa una figurita difícil, esquiva a la exposición de los medios, cuyos fans parecen rastrearla en sus escasas apariciones. En The Newsreader da vida a Helen Norville, la presentadora estrella del segmento de noticias “News at Six” de una importante cadena de Melbourne. La historia cobra vida a partir de la compleja relación que establece con el joven Dale Jenning (Reid), un ambicioso reportero que intenta hacer pie en el competitivo negocio del periodismo televisivo.

La inspiración de Lucas y su equipo, integrado por la productora Joanna Werner y la directora Emma Freeman, puede rastrearse en películas como Network (1976) de Sidney Lumet o Detrás de las noticias (1994) de Ron Howard por el tono y la mirada crítica, al igual que en las series The Newsroom o The Hour, referentes televisivos para la puesta en escena de la tarea periodística puertas adentro. Desde esa matriz, la escritura de los diálogos y la gestación de las escenas no solo combinan las tensiones profesionales y las demandas del negocio mediático, sino los celos y egoísmos personales, el sexismo laboral y las desigualdades de género, los oportunos secretos y ocultamientos. Sin embargo, el interés del creador partió del contexto que definió a la Australia de los 80, tiempo en el que el periodismo se veía estimulado por impactantes acontecimientos: la celebración de Paul Hogan –el famoso protagonista de Cocodrilo Dundee- como el australiano del año, la declaración de inocencia de Lindy Chamberlain –la mujer acusada de asesinar a su bebé cuya historia inspiró Un grito en la oscuridad (1988) de Fred Schepisi-, la tragedia del transbordador Challenger de la NASA, el avistaje del cometa Halley, la crisis del VIH. “Mi padre era médico de enfermedades infecciosas y especialista en SIDA”, explica Lucas, “y por eso, al igual que el año pasado, cuando los profesionales médicos y los epidemiólogos inundaron los medios, participó en programas de noticias. Esos recuerdos fueron el puntapié de la investigación para desarrollar la serie”.

La puerta de entrada a ese tiempo está construida por la dinámica entre Helen y Dale, dos figuras opuestas en la experiencia profesional dentro de ese complejo microcosmos que ofrece un noticiero televisivo. Para Helen, una estrella ya consagrada, la lucha diaria consiste en dirimir sus ideas periodísticas con el mandamás de la cadena, quien le exige puntualidad, sumisión y buena presencia. Su fortaleza en pantalla, esa chispa que se enciende junto a la cámara, se apaga en la oscuridad del camarín, sumergida en la ansiedad de la exposición y el precio de una ambición cuestionada. Para Dale, su ascenso desde la producción tras bambalinas a la lectura de las noticias y los reportajes comprometidos supone encajar en el modelo de masculinidad vigente y saciar las ansias de vanidad que definen al medio. La compleja relación que los une, nutrida de complicidad antes que de deseo, signada por la dependencia y un creciente compañerismo, enriquece ese retrato de una época en la que lo público y lo privado se estrellan en sus múltiples contradicciones.

“News at Six” no es tan solo un noticiero sino un prisma que permite retratar las tensiones entre uno y otro lado de la pantalla. En la marquesina, Helen Norville comparte protagonismo con Geoff Walters (Robert Taylor), un veterano reportero que cubrió Vietnam como corresponsal de guerra e intenta retener su liderazgo profesional. Detrás de escena, la asedian los dictámenes del rating, la presión por noticias optimistas, los caprichos y el sexismo de los jefes. De la misma manera, la noticia del compromiso del príncipe Andrés de Inglaterra y Sarah Ferguson y los cócteles en honor a la excéntrica duquesa esconden en las inmediaciones un ataque terrorista que derrumba los cuarteles generales de la policía de Melbourne. Los caminos de la noticia se tornan imprevistos como las vidas de sus protagonistas, escindidas entre esa sonrisa pública ante las cámaras, la solvencia en la lectura de los titulares, las salidas puntuales al aire, y los miedos detrás de escena, las corridas hasta el último minuto, las presiones por alcanzar la prometida perfección.

“Quería capturar la cultura del trabajo en la noticia de aquel tiempo, la dinámica de la redacción como el lado B de lo que se podía ver en las pantallas. Es muy ostensible respecto de la homosexualidad, que nutría una cultura pop vigorosa pero todavía era tabú en la esfera privada. Podías prender el televisor y ver a Culture Club en escena pero en el mundo real existía la homofobia y la represión”, concluye Lucas. La exploración de las contradicciones del entramado cultural de esos años encuentra en The Newsreader matices inusuales, creativos e ingeniosos, que permiten capturar ese hiato entre el discurso oficial y las narrativas escondidas. A partir de los hechos que alimentan las noticias, los que se cuentan y los que se ocultan, Helen Norville y Dale Jennings exponen esas zonas secretas de ellos mismos, sus heridas del pasado, sus tormentos silenciados, esa verdad que solo existe cuando se apagan las cámaras.