“De parte del doctor Mads Gilbert en Gaza: Gracias por su apoyo. Bombardearon el mercado central de verduras en la ciudad de Gaza hace dos horas. 80 heridos, 20 muertos. Todos vinieron aquí a Al-Shifa. ¡Infierno! Nos hundimos en la muerte, la sangre y los amputados. Muchos niños. Mujeres embarazadas. Nunca experimenté algo tan horrible. En este momento se oyen los tanques. Cuéntenlo, pásenlo, grítenlo. Cualquier cosa. ¡Hagan algo! ¡Hagan más!

Este llamamiento del médico noruego Mads Gilbert no ocurrió esta semana, ni el mes pasado, ni siquiera hace uno o dos años. El mensaje --un SMS enviado por Gilbert a sus contactos telefónicos-- es del 3 de enero de 2009. El hospital de Al-Shifa, el más importante que ha tenido Palestina en la Franja de Gaza, no había sufrido todavía los bombardeos que soportó en los años siguientes hasta su destrucción total el año pasado. La excusa para los ataque israelíes a los hospitales de Al-Shifay el Nasser fue siempre la misma: en esos sitios se esconden combatientes de Hamas. Las fotos de los niños muertos en la masacre final de Al-Shifa --que duró dos semanas-- o el traslado de incubadoras de los bebes sobrevivientes hacia la nada (porque no hay otros hospitales cercanos) serán difíciles de olvidar y de aceptar.

El doctor Gilbert mandó su mensaje desesperado en 2009. Yo lo descubrí recién una década más tarde, mientras buscaba documentarme para una novela que estaba escribiendo y que se terminó llamando La mejor enemiga. Lo que debía ser una mención casi al pasar dio pie para un capítulo completo, el décimo. Pero cuando ya estaba el libro escrito me di cuenta de que la historia que transcurría en gran parte en el hospital de Al-Shifa debía ser el prólogo a la novela y no una historia más, perdida en medio de la investigación que hacía Verónica Rosenthal.

La razón era literaria: me gustaba mucho cómo había quedado, era casi un cuento en sí mismo, tenía un tono Le Carré que intenté imitar y ocurría en un espacio geográfico muy distinto al resto de la novela. Pero había otra razón, más práctica, jugar con las cartas a la vista: sabía que un número importante de lectores que seguían a Verónica Rosenthal no iban a compartir mi punto de vista sobre la ocupación israelí, ni sobre lo que estaba pasando en el exiguo territorio al que habían sido empujados los palestinos. Así que si tenían que dejar de leer el libro, mejor que pudieran hacerlo pronto.

Desde el Vaticano (el papa Francisco y ahora León XIV) hasta la mayoría de los países europeos, desde China a Latinoamérica, desde organismos internacionales de Derechos Humanos y asociaciones civiles israelíes, todos coinciden en repudiar el genocidio “a cuentagotas” del pueblo palestino. Ataca a poblaciones civiles, destruye hospitales, corta el acceso a la electricidad o el agua, con la excusa de buscar a líderes y militantes de Hamas. No importa que las principales víctimas sean niños, ancianos y mujeres. La hambruna a la que se está sometiendo en este momento a los palestinos es tan cruel como intolerable.

Sin embargo, en Argentina, hay quienes deciden defender la postura israelí y negar lo que ocurre en Palestina. Son sectores con poder: judicial, político, institucional, intelectual. Cuando aquí alguien se anima a exponer la situación del pueblo palestino o a repudiar las acciones de las fuerzas armadas israelíes, se tiene que preparar para soportar ataques en redes sociales, en los medios de comunicación e incluso acciones legales. Ocurrió con la diputada del FIT Vanina Biasi, procesada por la justicia, o con el diputado Juan Carlos Giordano, también del Frente de Izquierda, ambos denunciantes de los ataques de Israel a Palestina.

Desde el ámbito intelectual la defensa cerrada de Israel creció con el ataque cobarde y atroz de Hamas a población israelí indefensa el 7 de octubre de 2023. En estos casi dos años han afirmado que Israel tiene derecho a defenderse de un ataque palestino. Y claro que lo tiene, como también Palestina tiene derecho a defender a los suyos. Lo que no pueden hacer ni uno ni otro es someter al enemigo a matanzas, violaciones y torturas.

Esta idea tan básica, tan de sentido común en cualquier conflicto bélico, es pasada por alto por los defensores del gobierno israelí. Como todos nosotros, son testigos de una matanza muy pocas veces vista en la historia contemporánea, comparable a lo ocurrido con los armenios durante el Imperio Otomano, con los judíos y gitanos en la Alemania nazi, con los musulmanes bosnios en el genocidio de Srebrenica o con los tutsis en la Ruanda controlada por los hutus.

Así está el pueblo palestino, soportando niveles de crueldad inaceptables por parte de un país que es modelo de apertura, tolerancia y respeto de sus ciudadanos, pero que viola con delitos de lesa humanidad a la población palestina. ¿Cómo puede ser que las opiniones a favor de Palestina san consideradas antisemitas? ¿Por qué bastardear de esa manera el antisemitismo siempre latente o desembozado en sociedades como la Argentina?

Un ejemplo que sirve al respecto. Hace un par de semanas la escritora María Teresa Andruetto inauguró la Feria del Libro Infantil. En su discurso pidió un minuto de silencio por los niños asesinados en Gaza. Hubo quienes repudiaron ese discurso y lo acusaron de “antisemita”. Hubo también (me consta) de manera privada quejas de intelectuales y periodistas por las palabras de Andruetto. Lo que no deja de sorprenderme es que muchos de los defensores argentinos del accionar israelí son intelectuales progresistas en otras cuestiones.

Pero si algo tiene Andruetto es que no se deja amilanar por los insultos o amenazas. Ella y otros autores de literatura infantil y juvenil como Ruth Kaufman, Laura Escudero Tobler y David Wapner acaban de publicar un llamamiento: “Como autores de libros para la infancia, nos sentimos abrumados de dolor, de indignación, de impotencia, ante el genocidio que el Estado de Israel está perpetrando en la Franja de Gaza desde hace casi dos años. Cien mil (100.000) personas asesinadas por armas, por hambre o por sed al día de hoy, de los cuales 40.000 son niños y los restantes sus padres, sus madres, sus abuelos... decenas de miles de niños huérfanos, enfermos, mutilados”.

 

¿Por qué los medios televisivos argentinos solo cubren el conflicto palestino-israelí desde la mirada oficial de Israel? ¿Por qué se usa tan poco la palabra Palestina y se prefiere hablar de Gaza y Cisjordania como si Palestina no existiera o no soportara la ocupación israelí? ¿Por qué para los medios y los formadores de opinión Israel ataca a Hamas y no a Palestina? Porque hay un nuevo negacionismo, que no admite la matanza sistemática del pueblo palestino por parte de Israel. Lo eran antes del 7 de octubre, lo son actualmente y seguirán siendo negacionistas hasta que queden unos pocos palestinos que puedan ser desperdigados por otros países. Este sector de la intelligentzia que chicanea, presiona y acusa a los que no quieren ser cómplices del genocidio palestino, ¿festejarán ese final? ¿Creerán que valió la pena hacer morir de hambre a miles de inocentes? ¿Caminarán felices, construirán edificios, descansarán en complejos turísticos levantados sobre la tierra inundada de sangre palestina?