En su discurso del pasado 23 de febrero de 2022, la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, mencionó que tanto ella como su delegación y los países aliados a Washington, se proponían “aislar” a Rusia dentro de las Naciones Unidos con motivo de su intervención en Ucrania.

El 2 de marzo, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución no vinculante condenando a Rusia y exigiendo que retirara sus fuerzas militares de ese país. La resolución fue aprobada abrumadoramente por 141 gobiernos, con 35 abstenciones. Los cinco países que votaron en contra fueron Rusia, Bielorrusia, Siria, Corea del Norte y Eritrea.

Así se daba el primer paso para trasladar la guerra que hasta el momento se venía produciendo en territorio ucraniano a otro escenario, distante en términos militares, pero altamente complejo en materia política y diplomática.

El mayor paso para concretar la política de aislamiento ocurrió en una sesión especial de emergencia el 7 de abril, cuando la Asamblea votó para suspender la membresía de Rusia en el Consejo de Derechos Humanos. De los 175 países que votaron, 93 lo hicieron a favor de la moción, 24 países se opusieron y 58 se abstuvieron.

En suma, en los últimos meses, y debido a distinto tipo de alineamientos políticos y presiones diplomáticas, Rusia perdió las elecciones para mantener o para ganar un lugar en distintas entidades pertenecientes a la ONU.

Fue así como el gobierno de Putin fue marginado de la Junta Ejecutiva de ONU Mujeres, la dirección de UNICEF, el Foro Permanente sobre Cuestiones Indígenas (donde fue reemplazado por Ucrania), el Comité de Organizaciones no Gubernamentales y la Organización Mundial de Turismo, del que formalizó su salida luego de ser suspendido de manera temporal a fines de abril.

Junto a las anteriores, existen movimientos de todo tipo para excluir a Rusia de la UNESCO, donde recientemente Kiev triunfó en la llamada “guerra del borsch” obteniendo la declaración de este plato tradicional del este europeo como “patrimonio cultural” ucraniano.

Distinta fue la suerte de Moscú en el poco conocido pero estratégico Comité Asesor sobre Asuntos Administrativos y Presupuestarios de la ONU (Advisory Committee on Administrative and Budgetary Questions-ACABQ). En este caso, la disputa tuvo lugar entre el candidato de Rusia (que tradicionalmente ocupa un lugar en este comité) y otro de Ucrania.

En la actualidad, y desde hace ya más de un mes, el eje del conflicto atraviesa el nombramiento del último miembro en sumarse al influyente Consejo Económico y Social (ECOSOC), un organismo compuesto por 54 estados que ejerce un poder significativo en la supervisión de la mayoría de los recursos humanos y financieros para todo el sistema de la ONU. Además, sus miembros seleccionan a los candidatos a integrar distintas organizaciones vinculadas a las Naciones Unidas, en una variedad de temas que van desde infancia y género a la lucha contra el narcotráfico y la aplicación de la justicia penal a nivel internacional.

Para mantener su lugar en el Consejo como representante de Europa del Este, Rusia compite contra Macedonia del Norte, un pequeño país surgido del traumático desmembramiento de la antigua Yugoslavia, pero que es candidato a integrar la Unión Europa desde 2005, y que desde hace apenas dos años es miembro de la OTAN. Si Rusia no logra ser elegida para el período 2023-2025, será la primera vez en toda la historia del ECOSOC que resulte excluida.

Luego de más de una decena de votaciones, siempre secretas, ninguno de los dos países candidatos ha logrado la mayoría de los dos tercios del total necesarios para acceder a ese cargo. El 11 de julio tuvo lugar la votación más reciente, la número 16: de 116 votos requeridos, Rusia obtuvo 101 en tanto que Macedonia del Norte consiguió 73. El reglamento interno indica que deberá haber nuevas elecciones hasta que aparezca un ganador.

La política de aislamiento a Rusia en marcos institucionales como la ONU ha dado resultados claros sobre todo en los primeros meses del conflicto con Ucrania. Hoy, sin embargo, se puede percibir que hay al menos un centenar de países que, de manera secreta, prefieren que dicha representación en la ECOSOC la siga ostentado Rusia antes que la pequeña nación balcánica.

Los votos a favor de Rusia no son apoyos visibles ni menos aun alineamientos hacia el gobierno de Putin. Pero en cambio sí señalan un límite y, se podría aventurar, un creciente desgaste de la Alianza Atlántica en su estrategia de confrontación y de aislamiento internacional del régimen de Putin, así como también marcan una mirada internacional que tiende a restablecer un necesario equilibrio de fuerzas frente al poderío militar de la OTAN. 

*Investigador CONICET-Universidad Torcuato di Tella.