Miss Mary y Miss Frances son dos de las maestras norteamericanas que desde 1869 Sarmiento había dispuesto traer para implantar en el país la Ley de Educación Nacional. Ambas llegan a Córdoba, ciudad convulsionada precisamente por el arribo de estas señoritas, resistidas por la iglesia y por gran parte de la población. Este es el clima que instala La patria al hombro, obra que Adriana Tursi escribió mediante una beca otorgada por el Fondo Nacional de las Artes. Fue la misma autora quien convocó a Tatiana Santana para realizar la puesta, poco antes del comienzo del confinamiento. Recientemente estrenada en el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), tiene un elenco integrado por Karina Antonelli, Julieta Coria, Jaru Keselman, Lalo Moro, Silvina Muzzanti, Sebastián Pajoni y Juan Subiotto. La música es de Rony Keselman, la escenografía, de Alejandro Mateo, las luces, de Soledad Ianni.

“Se invirtió mucho dinero en ese proyecto de Sarmiento”, dice Santana en conversación con Página/12, antes de comentar la dureza de los términos legales del contrato de las docentes. La paga no era buena y estaban obligadas a hacerse cargo de la limpieza de las aulas. La directora amplía: “aprendieron castellano en el barco, viajaron en tren y en sulky en medio de pestes y malones y, cuando murieron, debieron ser enterradas fuera del cementerio, por ser protestantes”, resume. Santana, quien acaba de estrenar en La Plata otra obra de la misma autora, Los cómicos del camino, sostiene que los textos de Tursi le atraen porque “su amplitud permite puestas muy diferentes”. Por su parte, ella eligió el grotesco para su puesta de La patria… porque le era necesario correrse de todo registro realista. También el vestuario siguió el mismo camino: “no buscamos representar la época puntualmente porque una puesta no es un libro de historia: fue importante documentarnos para dar algunas referencias y para no perder el perfil de la época o el rol social de cada personaje”, sostiene.

-¿Qué te aportó la pandemia a tu trabajo teatral?

-El aprendizaje de saber esperar. Antes de la pandemia estrenaba una obra mientras estaba pensado en la siguiente. Ahora me parece que le estoy dando a cada una un espacio mayor. Y creo que me juzgo menos que antes. Si antes corría riesgos, ahora estoy más tranquila en relación con los resultados.

-Uno de los riesgos fue armar una escena cantada. ¿La obra propone canciones?

-No, pero como las maestras entrenan a las alumnas en el canto, vino bien el realce musical. Me gusta porque la música expande los sentidos y suma como un colchón emocional que ayuda a que la escena se transforme en algo arriesgado y libre.

-Otro riesgo puede ser el haber resuelto que una de las maestras sea interpretada por un actor…

-Si, pero nos damos cuenta de que esa decisión tiene el efecto de amplificar el tema del abuso: un actor vestido de mujer que cuenta algo tan dramático permite que sea más fácil escucharlo. Y a la vez cobra mayor sentido.

-¿Fue difícil adoptar el acento cordobés?

-Si, fue difícil para los actores, pero es muy importante que los espectadores sepan que lo que están viendo sucede en Córdoba, en la provincia de Juarez Celman, el concuñado de Roca. También porque están esperando que lleguen los recursos de Buenos Aires.

-¿Cuál es la reflexión que la obra hace acerca de la educación?

-Tenemos muy incorporado que la educación es laica y gratuita pero no siempre fue así. En la obra, como en la realidad, la educación, es un tema que, como la salud, siempre aparece en las campañas políticas, pero históricamente, todo lo que se dice queda en palabras.

-¿Quiénes son los que se ponen la patria al hombro?

-A su manera, todos: las maestras, por instalar un sistema educativo en el país, otros, por poner el cuerpo mientras arrasan con los indios. Y, entre los personajes jóvenes, los que sienten que van a transformar su realidad y otros, los conservadores, que no piensan en modificar el status quo. Es un momento de mucha fricción y choque cultural en el que todos sienten que están contribuyendo a la construcción de la identidad del país. Hasta los vendepatrias.

*La patria al hombro, Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), los sábados a las 20.