El 19 de julio de 2007, ante mayores problemas respiratorios, comenzaron las llamadas al médico, al kinesiólogo y al servicio de emergencia. Mientras esperaban, él preguntó por la producción de fotos para la tapa de la próxima edición de la revista Azahar, que dirige Gabriela.

--¿Querés verlas?--le preguntó su mujer. Y él asintió con la cabeza. “Era increíble, ante momentos de mucha preocupación y angustia, buscaba situaciones insignificantes para burlar la realidad”, dice ella.

--Esta es la foto de tapa --dijo ella al señalar una de las imágenes que estaban en su computadora. 

Y después, la llegada de la ambulancia, el traslado al sanatorio Centro con un cuadro de insuficiencia respiratoria severa. Una espera muy angustiante, el médico que decía “paro cardíaco” y la desesperación, ya no había posibilidad de luchar. El Negro había fallecido. Tenía 62 años.

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“La ciudad entera tiene que despedir al Negro de manera especial,  porque es como despedirse de un espejo, del dibujo de uno mismo”. Lo dijo Chiqui González, por entonces secretaria de Cultura de Rosario. La respuesta estuvo en las calles.

Una multitud acompañó al cortejo: pibes en bicicletas con las camisetas de Central marcando el camino; vecinas de Arroyito saliendo a las veredas, haciendo flamear sus pañuelos al viento, a modo de despedida; hombres y mujeres que se abalanzaban sobre el coche fúnebre y apoyaban sus manos sobre el vidrio polarizado que apenas permitía divisar el féretro.

Algunos metros antes de la zona de ingreso al cementerio privado, un pibe, en medio del descampado, extiende un dibujo de Mendieta con sus dos manos cuando ve llegar la caravana de autos. 

--¡Vení, Centu, vamos a hablar un rato con el Negro, vamos a hablar de las boludeces que hablábamos siempre! --grita el actor Raúl Postiglione. A su lado están otros integrantes de la Mesa de los Galanes, abrazados en silencio como si por un momento integraran una imaginaria barrera defensiva en un partido de fútbol, a escasos metros de la tierra del cementerio privado de Granadero Baigorria donde será enterrado Roberto Fontanarrosa.

Se acerca una piba y lanza una camiseta de Central al fondo de la tumba. El Turco ve la escena y se quiebra. Mira la camiseta y llora. Y los otros galanes que están allí --el Pitufo, el Colorado Vazquez, el Chelo Molina, entre otros-- se funden en un abrazo interminable.

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“Somos muchos los que hemos quedado solos de él. Por nosotros me duele. Lo digo y me digo que es un dolor egoísta, porque sé que la muerte lo liberó de esa maldición que lo estaba matando de a pedazos”, escribió Eduardo Galeano.

Para el dibujante Tute “era el Woody Allen argentino. Parecía que todo lo podía”.

“Yo no hubiese sido el que que soy si no fuera por él. No me pidan que diga por qué; lo juro”, dijo otro dibujante, Rep.

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El día siguiente al sepelio, un domingo, un grupo de amigos, su hijo Franco y Tini, su primera mujer, volvieron al cementerio para una despedida íntima. Cada uno llevó algo para brindar. El Chelo Molina aportó un Norton Barbera cuya etiqueta hizo firmar a los presentes; el Zorro Milicich, una botella de ginebra; otro, un termo de café. Franco propuso que cada uno tuviera un recuerdo del “chabón”. Mirtuono imaginó un museo del humor y la historieta de Fontanarrosa, cerca del río Paraná, desde donde se perciba la llama encendida que alimenta nuevas ideas. 

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Marina Naranjo, diseñadora de los libros hechos con las tiras de Inodoro Pereyra durante 17 años, ha trabajado en el archivo Fontanarrosa en oportunidades en que se ha necesitado material para muestras. El archivo, se estima, cuenta con 25 mil originales, de todos los tamaños, cuidadosamente guardados en cajas rojas, rígidas, de rayos X, como le sugirió un primo radiólogo a Fontanarrosa. Está dividido en cajas temáticas: Fútbol, Política, Salud, Sexo... Los trabajos no están fechados, salvo los dibujos publicados en Clarín. Al dorso de cada original figura el sello del diario y día de publicación. Los dibujos son un legado para la ciudad, para que perduren y puedan ser exhibidos. Será también una manera de imaginar el próximo chiste, el próximo cuento, el nuevo personaje. La tinta negra del negro.

Horacio Vargas es autor de la biografía oficial El negro Fontanarrosa (Homo Sapiens Ediciones). Mañana, 19 de julio, se cumplen 15 años del fallecimiento del gran dibujante y escritor argentino.