Suena exagerado rotular a Alberto Haylli como el "fotoperiodista más grande de la Argentina". Pero algo de razón hay en esa afirmación, pues reunió lo mejor de los dos mundos que confluyen en el fotoperiodismo: un olfato notable para estar donde podía haber una noticia –que casi siempre ocurría– y un ojo con la sabiduría, el talento y la precisión para contarla con imágenes. Dueño de una obra monumental que durante décadas juntó polvo en la ciudad de Junín, donde vivió casi toda su vida, colaborador del diario local La verdad, fotógrafo de la Policía y de eventos sociales, retratista de lo cotidiano que encontraba belleza donde no la había y hasta cineasta, era también alguien vinculado con los referentes históricos del radicalismo y hasta con la mismísima Eva Duarte, a quien conocía desde mucho de que fuera Evita. Las preguntas son inevitables: ¿De dónde salió este tal Alberto Haylli? ¿Cómo puede ser que un fotógrafo de Junín, sin formación académica comprobada, que pagaba las cuentas laburando en cumpleaños, actos escolares y casamientos, haya registrado con tal detalle más de medio siglo XX y nadie lo haya sabido antes?

La miniserie documental de Encuentro Alberto Haylli. Una memoria revelada –cuatro episodios de media hora cada uno disponibles en el canal de Youtube de la señal público–, un libro homónimo con dos ediciones agotadas y la muestra con más de cien piezas de su obra que puede verse hasta el 13 de agosto con entrada gratuita en el Espacio ArtexArte (Lavalleja 1062) conforman un programa notable para intentar encontrar una respuesta a las mismas preguntas que se hizo hace más de 15 años el periodista juninense Christian Rémoli. Para divulgar las huellas del ilustre desconocido es que, en 2018, creó el Proyecto Haylli, con el fin de restaurar y poner en valor una cantidad ingente de material: “El Gordo”, tal como lo apodaban, acumuló durante su vida casi 100 mil negativos y 40 horas de fílmico en 16 mm registradas entre 1930 y 1989. Y nunca tiró nada. El primer depósito fue un cuarto de su propia casa; el segundo, un altillo ubicado debajo de la construcción en altura más alta de Junín, donde permaneció veinte años.

Secretos en el altillo

Colaborador del diario deportivo Olé en 1997 y 1998 y productor de TyC Sports durante la década posterior, Rémoli ya se había animado a la realización audiovisual en los muy recomendables documentales deportivos Mundial 78: Verdad o mentira (2007), 1986. La historia detrás de la Copa (2016) y Jugando con el alma (2018), acerca de la Generación Dorada del básquet nacional. También codirigió junto a Juan Baldana Raúl, la democracia desde adentro (2019), que propone un recorrido por la formación política de Raúl Alfonsín. En todos ellos las imágenes y videos de archivo cumplen un rol central. A Rémoli, queda claro, le gusta bucear en latas y negativos. Y en eso estaba cuando, en 2005, encontró un video que con el tiempo sería el pilar fundacional del Proyecto Haylli.

“Estaba buscando material sobre el ascenso de 1980 de Sarmiento de Junín para un documental. Fui al archivo municipal a ver qué había, y me dieron un video con un noticiero estilo Sucesos argentinos con imágenes medio institucionales que explicaban qué era Junín. Cuando pregunté de quién era, me dijeron que de Haylli, lo cual me sorprendió porque no sabía que filmaba. La que podía tener el material original era la única hija que quedaba viva, Herminia, que estaba enojada con el tema porque el Gordo había querido hacer una puesta en valor de su trabajo y no le habían dado bola. La fui a ver pensando que si encontrábamos una hora y pico de fílmico y 400 o 500 fotos históricas ya era un golazo. Pero terminaron siendo casi cien mil negativos y 40 horas de fílmico”, recuerda Rémoli ante Página/12.

Partida de dominó, circa 1945

El periodista tuvo la intuición de que el hallazgo era importante, pero para comprobarlo primero debía ordenar miles de latas sin ninguna clasificación o etiqueta. Imposible conseguir apoyo financiero para algo que, más allá de las suposiciones, ni siquiera él sabía que era. Rémoli aprovechó algunos viajes a Buenos Aires para digitalizar los negativos de tres latas. Allí se dio cuenta que estaba equivocado y que el hallazgo no era importante, era mucho más: gran parte de la historia del siglo pasado filtrada por la mirada de un hombre cuya corpulencia, rostro adusto y fama de yeta para los hinchas de Sarmiento albergaba un artista fuera de serie, alguien con una sensibilidad a la altura (y más allá) de las principales vanguardias de la época. “Esos tres rollos terminaron siendo una muestra de lo que tenía el archivo, porque había accidentes que registraba para la policía, eventos vinculados con la vida social de Junín, peleas de box, automovilismo, un acto de Alfonsín de 1982 e incluso una mía tomando la comunión que ni siquiera yo tenía. Ahí pensé que, si en tres latas había todo eso, estábamos ante algo bastante más grande de lo que pensábamos".

Había voluntad, ganas y deseo, pero faltaba dinero para emprender la aventura de la puesta en valor completa del archivo. El puñado de fotos digitalizadas funcionaron, entonces, como las cruces en los mapas de las películas de piratas que señalan un tesoro por descubrir. “Ese material me permitía tener algo para mostrar, porque era imposible hacer algo a gran escala sin un `padrino´”, afirma. Recién en 2015 la diputada de la provincia de Buenos Aires Rocío Giaccone le preguntó al periodista aquello que hacía años quería escuchar: “¿Qué necesitás?”. Los primeros fondos llegaron en 2018 y empezó un trabajo que hoy está muy cerca de culminar, con no más de dos mil fotos pendientes, según calcula Rémoli. Con todas las cartas sobre la mesa, y aunque queden huecos informativos por llenar, ya es posible tener una idea algo más precisa de quién era Alberto Haylli.

El autor escondido

 

Los datos duros dicen que nació en la pequeña localidad cordobesa de Buchardo en 1911 y que se mudó junto a su familia a Junín, a 260 kilómetros de Capital Federal, en 1920, donde moriría en 1994 con los bolsillos flacos, cobrando una jubilación mínima que se esfumaba comprando medicamentos y dolido por la negativa que había recibido a su propuesta de poner en valor su obra. De su formación se sabe poco; apenas que cursó solo el colegio primario, que no tuvo ninguna educación teórica en el terreno audiovisual y que aprendió como se aprenden los oficios: haciendo. “Haylli le pidió trabajo a Luis Alberto Panizza, uno de los precursores de la fotografía en Junín, con quien aprendió a fotografiar y revelar. Su contacto con el cine se debe a que a la vuelta de su casa vivía un hombre que gestionaba varias salas de la ciudad, entre ellas la de un cineclub donde aparentemente aprendió a proyectar y recibió ayuda para comprar sus primeros equipos. Pero no registramos que haya tenido maestros. Ese es uno de los misterios. Probablemente haya sido un tipo con mucho instinto natural”, teoriza Rémoli.

 Primer autofoto con su Contax III A, circa 1939

Se sabe, también, que durante largos años viajaba a Buenos Aires durante la semana por su trabajo como fotoperiodista y volvía a Junín para cubrir eventos sociales los sábados y domingos, que fundó su estudio fotográfico –con una vidriera donde mostraba retratos hechos a los mismos vecinos que circulaban por la verda– a mediados de la década de 1930 y que por esos años se compró una por entonces modernísima cámara Contax III A que llevaba siempre colgada en el pecho, como si estuviera al acecho de un objeto, una situación o un paisaje para retratar. Los encuadres cuidados, el uso magistral de los contrastes, las nociones de puntos de fuga y equilibrios que hay en sus imágenes son dignas no solo de un ojo experto, sino de uno en sintonía con los vientos vanguardistas que soplaban con fuerza desde Francia.

Al mismo tiempo que Henri Cartier-Bresson, considerado uno de los padres del fotoperiodismo, bregaba por retratar las “cosas como son” y tener la capacidad de componer “casi al mismo tiempo que se dispara el obturador”, el juninense le imprimía a su trabajo un aire de verdad, de recorte de realidad vaciado de manipulación y artificio, que vuelve imposible no asociar ambas obras. ¿Acaso Haylli sabía qué pasaba del otro lado del Atlántico? No hay datos concretos, pero Rémoli ata cabos y elabora una hipótesis: “Había algunas revistas de fotografía entre los materiales que dejó, pero no sé si son previas o posteriores a las fotos. Me parece que había alguien en Junín, que nos dijeron que podía ser el dueño del lugar de ventas de artículos musicales, que iba relativamente seguido a Europa. Como el primer negocio donde laburó Haylli y ese local estaban a una cuadra, puede ser que él le haya traído la información”.

De ferrocarriles, radicales y peronistas

La muestra ocupa los tres pisos del Espacio ArtexArte. En el primero están las fotografías personales, dominadas por autorretratos e imágenes familiares, y las que registran la vida diaria juninense de la primera mitad del siglo pasado. Uno más arriba pueden verse postales de una Ciudad de Buenos Aires que construía su Obelisco y otras sobre dos de sus grandes obsesiones: los deportes, en especial el automovilismo, y el ferrocarril. Dos obsesiones propias de una ciudad que palpitaba al ritmo del amor por las máquinas y el traqueteo de las locomotoras, cuya fuerza movía vagones a la vez que la posibilidad de un ascenso social para una clase trabajadora integrada mayormente por inmigrantes recién llegados que encontraban una representación política en el radicalismo. “Hay imágenes de un acto con 17 mil personas cuando había alrededor de treinta mil habitantes. E incluso en Junín hicieron un momento a Alem quince años antes que a San Martín”, cuenta Rémoli.

Hablar de radicalismo en esa ciudad es hablar de Moisés Lebensohn, uno de los ideólogos fundamentales del sector de la intransigencia de la UCR, quien se instaló allí en 1931 y, además de militar, fundó el diario Democracia. La importancia de Junín en el mapa partidario explica por qué viajaban hasta allí figuras de la talla de Ricardo Balbín, Arturo Frondizi y Elpidio González, todos presentes en el archivo y en tercer piso de la muestra, donde conviven a metros de sus registros policiales y los de casi todos los presidentes que gobernaron la Argentina durante el periodo activo de Haylli, tanto los elegidos mediante el voto popular como aquéllos que accedieron al poder a través de golpes de Estado: al Gordo, aunque perteneciente al "glorioso y fraudulento partido conservador", como él mismo lo definía, no le temblaba el pulso ante nadie, ni siquiera ante los militares de alto rango que visitaron Junín durante la dictadura militar.

Último paso de María Eva Duarte de Perón por Junín, circa 1950

Así como sus trabajos como fotoperiodista y para la policía le abrían puertas que pocos podían atravesar, sus vínculos personales también. Y no cualquier puerta, porque uno de sus amigotes era Juan Duarte, cuya hermana Eva se haría más o menos famosa. “Los Duarte se mudaron a Junín en 1923 por un trabajo en el correo que consiguió Elisa, la hermana mayor. El Gordo caminaba mucho las calles y era muy amigo de Juan, iba a comer a la casa y tenía un registro enorme de la intimidad de la familia en la década de 1940. También registró muy bien la semilla del pre peronismo local. En esas fotos se ven policías que a partir de 1944 estuvieron mucho más cerca del peronismo, así como también otros que venían del radicalismo. La primera agrupación peronista femenina fue armada en Junín”, explica Rémoli. Esa amistad, otra vez, como llave de acceso a lugares exclusivos, como una cercanía con Juan Domingo Perón que se tradujo en nueve mil imágenes y 40 minutos de fílmico. El Gordo, incluso antes de saberlo, se había allanado el camino y estaba en el lugar correcto y en el momento indicado para la que Historia transcurriera ante su cámara.

 

  • La muestra Alberto Haylli. Una memoria revelada puede visitarse en el Espacio ArtexArte (Lavalleja 1062) hasta el 13 de agosto, de martes a viernes de 14 a 20 y los sábados de 14 a 19.