A pesar de haber cosechado ya un puñado de éxitos, y aunque podría perfilarse para estrella de tomo y lomo, Jessie Buckley es una mujer imprevisible y acaso misteriosa. No usa redes sociales, no se toma selfies, nunca quiso mudarse a Los Angeles y vive en una casa en Norfolk, Inglaterra, construida en 1600, aunque ella tiene apenas 32. Originaria de Irlanda, nacida en una familia de cinco hermanos e hija de padre poeta y madre profesora de arpa, no parecía haber más destino posible para ella que el de artista. Así, por pura impaciencia, y quizás para distanciarse de esa impronta etérea y flotante de sus padres, inició su carrera a los 17 años en un programa de concursos de la BBC que, claro, no ganó, pero eso le abrió las puertas. Jessie Buckley se pasó la segunda mitad de sus veinte años aceptando papeles que se amontonaban a su puerta con un gusto exquisito, elegidos a mano, sin apuro, que la han tenido al frente de dramas muy poco convencionales, y casi siempre muy exitosos. Fue una de las protagonistas de Chernobyl, la miniserie de HBO, una enfermera asesina en Fargo, y también la estudiante atribulada de I’m Thinking of Ending Things, el thriller metafísico y surrealista de Charlie Kaufman para Netflix. Estuvo al frente de Beast, de Michael Pearce, recordada por algunos como la película indie que le dio una digna competencia en la taquilla a los Avengers de ese año, pero sin duda, su nombre entró a la escena en gloria y majestad el año pasado, cuando interpretó a la versión juvenil del personaje de Olivia Colman en La Hija Oscura, adaptación de la novela de Elena Ferrante y debut en la dirección de Maggie Gyllenhaal. Ese papel le valió a Buckley una nominación en los últimos premios Oscar, ceremonia donde, dice ella, permaneció con su vestido rosa pastel pegadita al bar toda la noche y cuando le presentaron a su -bastante imprevisible- ídolo, Bill Murray, se quedó absolutamente paralizada. “Serían mejor los Oscar si ahí pudiéramos comer pizza y tomar cerveza”, aseguró ella.

Jessie Buckley en

Más conocida por sus papeles en el cine, la televisión y el teatro, Jessie Buckley es también una voz prodigiosa. “Simplemente no escuchás una voz así por estos días”, dijo The Guardian, invitado a la grabación del disco que la actriz lanzó este junio junto a Bernard Butler, el otrora jovencísimo guitarrista de Suede. La suya es una voz intensa, que roza la afectación desesperada pero que también parece salida desde dentro de una caverna, o desde el fondo del mar, o desde un bosque encantado.​​ "Bueno, están pasando cosas espantosas. Soy una persona bastante alegre, pero cuando quiero entender algo más del mundo no tengo miedo de ir a donde sea necesario. Hay tanto engaño a nuestro alrededor que quiero conocer las entrañas de la bestia. La bestia está en todos nosotros", dice Buckley, sobre esa impronta ominosa que parece flotar sobre todo lo que hace, sobre todo lo que le gusta. La actriz ya había explorado una faceta posible de cantante en la película -y también su banda sonora- Wild Rose, donde interpretaba a una aspirante a estrella del country recién salida de la cárcel, que le valió una nominación a los Premios BAFTA, pero nunca se había metido de lleno en la artesanía de componer canciones. 

Hace dos años, Buckley y Butler eran perfectos desconocidos, pero uno de sus managers intuyó que podían ser almas gemelas y el resto es historia. Bernard Butler, que también tiene ascendencia irlandesa -y con quien la actriz compartía libros favoritos y ciertos lugares vacacionales comunes sin saberlo- se unió a Suede a los 19 años y dejó la banda 5 años después, tuvo una carrera solista de notoriedad modesta en el ocaso del britpop -a pesar de ser considerado uno de los guitarristas más influyentes y originales de su generación- pero encontró su lugar definitivo tocando y produciendo con estrellas jóvenes y en ascenso como Duffy, Sophie Ellis-Bextor o The Libertines. “La gente siempre me dijo: sos demasiado sensible”, cuenta él, que nunca se sintió en línea con el mito del rock, ni con los pantalones rotos del grunge, ni sus guitarras destrozadas ni su desgarro furioso. 'Y bueno sí, soy jodidamente sensible. Me alegro que ese elemento se respete más ahora. La introversión y la sensibilidad son cosas que busco y realmente protejo a la gente que tiene eso porque, bueno, yo no estaba protegido. Pero soy increíblemente afortunado de estar aquí ahora mismo haciendo esto con una persona como Jessie”, contó, admirado, el guitarrista. El disco se llama For All Our Days That Tear the Heart y es un disco melancólico que devanea sobre una especie de folk febril y alucinado, que la dupla estrenó en la primavera europea y que acaba de ser nominado al Premio Mercury, el máximo galardón al que se puede aspirar en Gran Bretaña. ​​"Quiero vivir la vida así, con peligro y oscuridad y carácter, y salvajismo. Con historias y cosas antiguas y cosas nuevas", asegura Buckley.

Esa parece ser el leit motiv de su vida. A ella no le importó cantar jazz en un bar y vender en un mercado de Londres después de perder el concurso de la BBC, y antes de que empezaran a lloverle los papeles en el cine. “Siempre he pensado que el éxito no es necesariamente el dinero sino cuántas cosas puedas llegar a vivir”, dice ella. Ahora, Buckley es una de las artistas más ocupadas de su generación. Apenitas post Oscar, y post lanzamiento del flamante disco que, se espera, cosechará galardones durante el año, está en pre-producción de tres películas y ya terminó de filmar dos: Men, el extraño film de terror psicológico de Alex Garland, director de Ex-Machina, una película provocadora que estrenó en Cannes, y Women Talking, con Frances McDormand, Rooney Mara y Claire Foy, una historia de abuso sexual en el interior de una colonia menonita, dirigida por Sarah Polley, que estrenará en diciembre de este año."Yo creo en el arte porque creo en la humanidad. Creo en la gente. Ninguno de nosotros estaría en pie si alguien no nos hubiera levantado de forma abstracta o física, en determinados momentos de nuestra vida. Tengo que creer en eso. Y creo que cuando puedes afectar a un ser humano con música o arte o un abrazo, tenemos que aferrarnos a esas cosas. Son las cosas que nos mantienen cuerdos. En mi caso realmente lo hacen".