Adelina va a tirar hacia atrás su ramo de novia, pero no lo quiere soltar, yo le conozco esa cara. Me busca en medio de las chicas, pero si lo atajo es mío y no se lo voy a dar. Ahí está, viene para acá, pero yo no tengo suerte, la Julia sí.

Esta mañana lo armamos en el taller de labores, antes habíamos juntado margaritas, que son las flores que más le gustan, a mí también, y le sacamos las hojitas. Ella quería hacer todo, planchar la cintas de seda, pegarles las lentejuelas, casi que no me dejaba ni verlo, no le gusta que le toquen sus cosas, no es de prestar.

Suena la música y abraza a Pedrito, Pedrito ahora es su marido, él era mi amigo también, pero ahora va a ser distinto, ella es celosa y yo también muchas veces.

-¡Es igualito a Darín! -dicen las chicas, y es cierto. Pedrito es lindo, y cuando se ríe más, aunque le falte ese diente.

-¡Viva los novios! -gritan todos. Yo estoy contenta porque hay sanguchitos de miga, naranjada fresca y torta de chocolate. Pero ya no va a estar en mi pieza y va a dormir con Pedrito y eso me pone un poco triste.

Aquel día que Adelina llegó, también hacía calor. Me acuerdo porque yo estaba acostada y veía dar vueltas el ventilador y en la tele mostraban el mar y yo me acordaba cuando había ido hacía tiempo, cuando era chica y vivía con la tía Tere.

De pronto la vi sentada en la cama de al lado. ¡Tenía un vestido de lindo!. Era verde a lunares y zapatos blancos de taco. Su cabello negrísimo brillaba, parecía pálida de lo blanca, con boquita de muñeca pintada color rubí, mucho colorete y los ojos sombreados de azul. Llevaba un bolso grande colgado del hombro y abrazaba una muñeca. Tenía cara de miedo, se veía que había llorado, tenía corrida la pintura de los ojos.

Me acerqué y le di la mano, le dije que no se preocupara. Aquí somos todos buenos, le dije, aquí la vas a pasar bien. Para mí que no me creyó porque se puso a temblar, me soltó la mano y se dio vuelta, pero siempre es lo mismo al principio.

Me acuerdo cuando llegué, con aquella señora, la trabajadora social. Ella me había dicho que como yo me había quedado sola, necesitaba un lugar donde vivir. Mi tía Tere me había cuidado desde chica, me trajo del norte, lejos. La tía Tere era buena, a veces me gritaba pero era porque yo soy un poco burra y cabezona, pero me quería, nunca me pegó. Cuando se murió, los sobrinos de veras pusieron en venta la casa, yo me puse como loca, rompí cosas y después estaba muy triste, lloraba y no me levantaba de la cama, y entonces me trajeron aquí. La colonia es linda, tiene mucho campo y mucha gente, pero al principio yo también tenía miedo. Algunos me asustaban, después me di cuenta que no hacen nada.

Los novios se ríen y yo salgo a bailar, me gusta mucho. Algún día voy a ser bailarina. Ya comí muchos sánguches y tomé naranja, porque hace calor. Esta música es linda y me muevo y doy vueltas, después van a poner el vals y vamos a cortar la torta y me gustaría sacar el anillo, la que saca el anillo gana.

Pero cuando recién había llegado Adelina estaba triste y no soltaba la muñeca que le habían regalado hacía mucho. Me contó que siempre había vivido con su nona, que era muy buena, le enseñó a hacer el bizcochuelo de naranja y miraban las novelas. Pero se puso viejita y se enfermó. Ella la cuidó mucho: cuando ya no pudo caminar la llevaba en la silla de ruedas por todas partes, hasta iban a la plaza en los días de sol y al cine, a ver películas argentinas que le gustaban mucho a la nona Pepita.

Después ya se quedó en el sanatorio, me dijo que la tenían llena de cables, pobrecita, y se murió apretándole la mano y estaba tibiecita.

Cuando pasaron algunos días a Adelina se le fue yendo la tristeza y dejó la muñeca en su cama, de adorno. Nos hicimos mejores amigas, la llevé por todas partes en el hogarcito, y fue conociendo a todos, a Pedrito también.

Él la ayudó mucho, porque nació y se crió aquí, y está bien, porque toma siempre los remedios. Pedrito no vive en los pabellones, tiene una casita y trabaja en el campo, es bueno aunque nunca aprendió a leer. Yo sí, un poco. Fui hasta cuarto.

Cuando hacía poco que había llegado Adelina, una señora la visitaba algunos domingos, traía vainillas y una caja de leche chocolatada. Ellas me invitaban y la tomábamos en el jardín. Era una vecina, Anita se llamaba, pero cuando se hicieron novios con Pedrito ya no vino más.

Yo la extrañé, es lindo tener visitas; ella menos, me parece, porque se enamoró. Y bueno, a lo mejor más adelante yo también tengo novio, o visitas.

Empieza a sonar el vals, ¡qué linda fiesta! Esta noche pasan los reyes magos y el cielo está lleno de estrellas. En el patio brillan las lamparitas de colores y sobre el pasto revolotean las luciérnagas. ¡Vivan los novios! gritamos todos locos de contentos.