Hace muchos años, sin pretensión de lucidez u originalidad, estoy convencido que la literatura puede tener enorme potencia indagatoria sobre la condición humana sin los corsets que imponen la ciencia y los académicos, siempre dispuestos a pontificar "certezas" y lo "verificable".

Soy conciente que mi afirmación es polémica y hasta puede generar controversias. Si esto es así mejor. El libre debate siempre es saludable.

Pienso en este momento en las novelas de Fiodor Dostoyevski, desde Crimen y castigo, Las memorias del subsuelo o Los hermanos Karamazov. No era un psicoanalista pero su aguda mirada le otorga a su escritura la capacidad de interpelar sobre la culpa, el ánimo de venganza y hasta la elaboración de caracterología de los seres humanos y nuestras pasiones.

Otro tanto resulta posible decir de León Tolstoi, Máximo Gorki, Alfonsina Storni, Roberto Mariani, Enrique González Tuñón, Roberto Arlt, Horacio Quiroga y hasta Ricardo Güiraldes. También nuestros David Viñas, Ernesto Sábato, Haroldo Conti, Antonio Di Benedetto, Rodolfo Walsh, Antonio Dal Masetto, Ricardo Piglia, Guillermo Saccomano entre otras y otros.

Nos impacta también la narrativa de Haruki Murakami, que punza el estilete con sus novelas Tokio blues, Kafka en la orilla y principalmente el Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. La soledad, la incomunicación y la alienación social son temas recurrentes que nos conmueven, es decir nos llevan a reflexionar en profundidad sobre los avatares de nuestra existencia, los encuentros.

Hay una reivindicación de la sensibilidad en medio de una sociedad que promueve la indolencia. Encuentros y desencuentros, amores y desamores.

La amistad y la solidaridad como puentes hacia vidas dignas de ser vividas.

Carlos A. Solero