Amor chongo, trunco, imposible. Obra de fantasmas in-yer-face, de intentos de suicidios desganados, de evocaciones tan ficcionales como de golpes reales que se traducen en antiobra, en performance confesional, laboratorio emocional que literalmente pone el cuerpo desnudo a través de la danza-teatro con la esperanza de redimir el dolor heredado de un desamor de verano. Mis días sin Victoria, ante todo, invierte: da vuelta la escena y comienza con un recital acústico de tres músicas que le cantan a la desolación coreando canciones populares sobre el desencanto y dolorosas melodías de la gran Chavela.

Inmediatamente después Belén y su acompañante Fiorella arrojan, desde las butacas que habitan al escenario copado por el público, un relato heredado de un diario de otra obra que nunca se concretó, porque el amor imposible entre Belén y la tal Victoria que la protagonizaba atentó durante los ensayos contra la culminación del proceso creativo, dejando como herencia un corazón en pedazos, esta puesta inconclusa, varios frascos de ansiolíticos y danzas ensangrentadas de recuerdos idílicos sobre situaciones que bordean lo ficcional pero que estremecen más que la llamada “realidad”. A falta de un borrador permanente de la memoria indeseada como en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, la obra se dedica a exorcizar a Victoria, la heterosexual, la ambigua, la que con novio y enfadada con Belén protagonizó en el fondo una gran nada, pero de esas nadas que lo consumen todo.

Como en Alta fidelidad, pasaje cinematográfico obligatorio post ruptura de pareja, pero en versión torta, Belén explora su pasado dirigiéndose a los ojos de lxs espectadorxs en un espacio íntimo, abriendo los restos del corazón que le quedan para buscar una conexión directa con lxs presentes y encontrar motivos para continuar con esa farsa que llamamos amor, bienestar o salvación, o en sus propias palabras: “Esto es un diario que escribí para salvarme de la obra que nunca pude hacer porque me enamoré de la intérprete. Escribí un diario con el alma consumida y la creencia absurda de que todo esto sería en pos del arte”.

Sábados 24 de junio, 1º de julio y 26 de agosto a las 21, domingo 13 de agosto, a las 21, en el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930.