El martillo neumático. Está desde el comienzo de la fiebre: van tres días así, 38, 39 grados. De noche la fiebre sube y me enredo en las sábanas sin encontrar una posición para aliviar los músculos, o los huesos, ya no sé; de día, el martillo neumático. Acá enfrente están terminando un edificio de cien metros de altura: el cielo que se veía desde la ventana ya no se ve, pero sus futuros habitantes alcanzarán a ver el río y tendrán más temprano el sol en sus ventanas. Uno corta, el otro elige: ¿desde dónde llega eso, era exactamente así? Dramas de pacotilla: cada día se ve más gente durmiendo en las calles. Familias enteras en campamentos, debajo de la autopista, en la Recova, en cualquier refugio. Transpirar la fiebre. Cada tanto, al toser, un gancho se clava a la altura del esternón y arranca algo. Un virus. Se viralizó. Explotó en las redes. Es trendingtopic. El martillo neumático ahora tiene la compañía de una sierra eléctrica.

   En estas noches llegan imágenes de calaveras: es algo, pienso, que se pegó desde Facebook. Alguna nota posteada. Estoy muy empastillado con analgésicos y antifebriles, pero despierto con la cabeza que se parte. Exagero. ¿Qué habilita la bifurcación, la incoherencia? Antes de la fiebre esto iba a arrancar por el lado de Aquarius, con el personaje de Sonia Braga que se aferra a seguir en el departamento en el que vivió casi toda su vida, ventanales al mar de Recife, la playa al otro lado de la calle, el viento que ondea las cortinas. En este lugar crió a sus hijos, le ganó a un cáncer, escribió libros, desplegó durante años su trabajo como crítica musical: ahí tiene su colección de vinilos, que degusta a placer y conciencia. El sitio se ha vuelto algo fantasmal: es que una empresa constructora ha comprado todos los otros departamentos y espera a que ella les venda el suyo. O que se vaya. O que se muera. Algo, porque están perdiendo plata en la demora para demoler y levantar su torre. Pero ella no quiere irse. Así que cada tanto le insisten, le ofrecen más dinero, le bajan amenazas más o menos veladas, le organizan orgías en el piso de arriba, le cagan la escalera. Su interlocutor es el hijo del empresario, uno de estos profesionales con másters que tiene bien aprendido, para el apretón de manos y para la puñalada, lo de la sonrisa. Naturalmente, un ave de estas genera recelos en el personaje de Sonia Braga que, dicho sea de paso, junto al director Kleber Mendonça Filho y a todo el equipo de la película, posaron en Cannes con un cartel que decía Fora Temer.

  No saben cuántos días durará, pero va teniendo su evolución. Al principio eran unos temblequeos como los de la momia blanca; anoche desperté con 39.5, la fiebre al galope. Lo de las sonrisas lo tienen bien junado Daniel Paz & Rudy, con ese personajito Cambiemos de jopo y nariz respingada, siempre cínico y sonriente: “¡Buenas noticias!”, le dice a un interlocutor, que pregunta: “¿Se ve la luz al final del túnel?” “No, pero una empresa amiga ganó la licitación del túnel”. ¡Encantador! Son eso, estos tipos. ¿Hay que aludir a la furia, conviene? ¿Conviene... matizarla? ¿Como en la secundaria, el que se calienta pierde? Anoche también miré ante el espejo, luz apagada y linterna de celular encendida, la garganta: Yayoi Kusama había estado ahí. 

  Por aquí estuvo la semana pasada la fenomenal cantante catalana Silvia Pérez Cruz;  en el Malba, durante este mes, además se está proyectando Cerca de tu casa, un musical que protagoniza, centrado en los desahucios masivos: Fora Rajoy, habría también que decir, pero allá lo siguen votando. Silvia Pérez Cruz compuso todas las canciones para la película (dirigida por Eduard Cortés), y las cantó también en los recitales que dio en el ND Ateneo. “Con esta canción quise ser muy directa, que las cosas se dijeran bien claras”, dijo cuando presentó “No hay tanto pan”, en la que invita a despertar al prudente y pasa a sintetizar el sistema: “Mentiras, sonrisas y amapolas/ discursos, periódicos, banqueros y trileros. / Canciones, monos y pistolas / bolsos, confetis, cruceros y puteros. / Te roban y te gritan / Y lo que no tienes también te lo quitan”.

¿Tu voz es esta, es siempre así?, pregunta una médica. La voz suena unos tres talles más gruesa, ya aproximándose a la de Aliverti. Mejor no hables, recomienda. 38.3, pero ya no se oye el martillo neumático. A ver qué viene esta noche. Un par de noches atrás soñé con Chirbes y tendrá alguna lógica: Crematorio retrata la burbuja inmobiliaria y En la orilla lo putrefacto, lo empantanado. Decía en una entrevista, poco antes de morir: “Vivimos en una contradicción tremenda: sin cultura eres un burro, un torpe, cualquiera puede hacer contigo lo que quiera, y con cultura estás a punto de ser un hijo de puta siempre, porque siempre estás a punto de venderte al poder, porque siempre estás en poder manejar a los que no la tienen, porque sabes los mecanismos y puedes pulsarlos o no, y siempre estás con la tentación de pulsarlos. En ese doble vaivén es en el que uno se mantiene”. Mejor no hables, mejor citá a Chirbes, recomienda la médica: “La dignidad del hombre está en mantener el mal fuera de tu casa, aunque sea un instante más. Sabes que va a entrar en tu casa y te va a destruir, pero no le abras la puerta, intenta aguantar, y sobre todo no seas perro que va delante del mal, intentando entrar en las puertas ajenas”.