En su editorial, Cynthia García repasó el origen de la Corte Suprema para hablar de la situación del poder judicial en Argentina.

El Poder Judicial siempre fue reaseguro de los privilegios. Ya desde su fundación, durante la presidencia de Bartolomé Mitre en el siglo XIX, la Corte se formó con juristas conservadores de la época, fieles representantes de las élites dominantes subordinadas al capital extranjero. Cualquier semejanza con la actualidad es pura coincidencia.

Hoy, la tapa de un diario dice que "Los empresarios quieren que la Corte lidere el Consejo de la Magistratura". Es decir, grupos empresariales quieren que Horacio Rosatti sean quien lidere la magistratura y hacia allí pujan ante la reforma que impulsa el gobierno.  

Cuando decimos que la Corte se creó para defender los intereses de la élites nos referimos también a la correlación de fuerzas. Siempre hubo que crear las condiciones para romper las estructuras de la correlación de fuerzas.

Uno de los especialistas que asesoraron al presidente Alberto Fernández en la comisión de notables para el proyecto de la reforma judicial, Gustavo Ferreira, suele repetir que la Corte es a la vez un tribunal y un poder.

Es un tribunal que actúa como cabeza de ese poder y un poder que oficia de arbitro supuestamente neutral pero inclina la cancha para donde le dicta sus patrones. 

Hacía allí van las palabras de Ricardo Lorenzetti cuando dice que nunca hubo lawfare en Argentina. Parece ridículo que lo diga, pero lo dice porque está cerrando el circulo de este entramado de protección del poder real. 

El poder real no quiere gobiernos peronistas ni populares que le disputen la correlación de fuerzas. Se trata precisamente de que las garantías constitucionales estén atadas a su apetito desembozado.  

Más ajustado a la verdad es lo que dijo Rodolfo Carnicoba Corral. "El diario La Nación era el boletín oficial del grupo de tareas que llevaba adelante el lawfare", dijo el exjuez en La García. Mitre dejó como herencia no solo un diario, sino también la Corte Suprema.