“No por usar un sintetizador voy a dejar de disfrutar de la dulzura de una guitarra con cuerdas de nylon”, enfatiza la cantautora Cata Raybaud en relación al sonido de su nuevo disco, Tribu, en el que los sintes y la batería electrónica conviven en armonía con la jarana, el ronroco, la guitarra acústica y algunos instrumentos de bronce. “Suelo ser un poco reacia a lo moderno, a las novedades tecnológicas. Me gusta lo rústico. Pero también me pareció interesante no cerrarme y probar nuevas sonoridades”, amplia ella, dueña de una voz cálida, potente y expresiva. Este disco, dice, le permitió salir de su “zona de confort” y explorar nuevas texturas, formas y tópicos. Uno de los desafíos fue la construcción colectiva: de ahí el título y el concepto del trabajo. “Los dos anteriores los produje más que nada sola, pero en este todos los músicos de la banda aportaron. Buscamos herramientas y recursos nuevos para componer. Cada canción era un universo distinto. Nos hizo muy bien, nos ayudó a crecer como músicos y también en lo personal salir de nuestro lugar y ver qué necesitaba cada canción”, explica la cantora de 31 años, quien presentará el disco hoy las 21 en Caras y Caretas 2037 (Sarmiento 2037).

Una particularidad del disco radica en su anclaje regional o latinoamericano. Las canciones pasean por el Río de la Plata, suben hacia el noroeste argentino (hay una baguala) y llegan hasta México. Esto se explica, en parte, por los invitados del disco: el dúo mexicano Ampersan (Zindu Cano y Kevin García) participa en la cumbia andina “Ula” y en “Zarité”, el uruguayo Sebastián Jantos toca el cavaquinho en “Tarde” y “Milonga inmigrante”, el dúo argentino Ainda (Esmeralda Escalante y Yago Escrivá) y la pianista Agustina Paz están en “Normandia”, y la rapera Pilar Icazuriaga en “Poquito de sal”. Ningún es un músico de “renombre”, pero lo cierto es que todos desbordan talento y cada participación es un valor agregado. “Está bueno unirnos entre nosotros, porque somos contemporáneos y estamos todos en el mismo camino: haciendo música, poniendo el corazón y en la misma etapa musical”, contextualiza ella y, en este sentido, no se olvida de destacar a los integrantes de su banda: Philippe Bacqué (guitarra eléctrica y sintes), Martín Nastri (bajo y sintes), Rodrigo Genni (batería y octapad) y Lucas Espina (percusión).

En general, en las canciones aflora una intención de trascender fronteras y un tono atemporal. “Todo lo que cuento en las letras pueden ser vivencias de hoy, de años anteriores o del día de mañana. Habla de la humanidad. El disco anterior, Deja que corra el agua (2014), hacía más hincapié en la naturaleza y el amor en todas sus formas, con un estilo más rioplatense. Pero en este hay un denominador común: trascender, renacer, volver a empezar, dejar algo atrás y superar una situación difícil”, sostiene ella. Algunos ejemplos podrían ser “Zeritó”, una delicada canción inspirada en un libro de Isabel Allende que habla de una esclava africana de República Dominicana que se libera a través de la música; o “Milonga inmigrante”, que habla sobre la “mezcla de identidades” que conviven en la región. Canciones bien pop como “Mientras reís” se encuentran en este disco con piezas más experimentales y lúdicas como “Ata la chihuahua” (“Es un poco punk, un poco Bruno Mars y la letra es delirante, es un  juego de palabras en el que importa el significante, no el significado”) o “La bigüeya”, en el que directamente inventó un idioma. “Es expresión de fuerza interior, que puede ser femenina”, entiende. Una amplia paleta de colores y climas transitan momentos festivos y de reflexión interior.

En enero de 2013 anduvo de gira por Venezuela de la mano de Radio Mega Maracaibo. Y el año pasado estuvo de visita por México, en donde generó lazos fuertes con la música de allí. En diciembre próximo, de hecho, la invitaron a participar del Festival Indie Fest en Campeche. Y pronto cruzará la Cordillera hacia Chile. “Viajar es algo que no podemos dejar de hacer los músicos, porque nos enriquece mucho. El mundo está lleno de gente talentosa y conocerla es inspirador. Ver cómo es la cultura, la música de cada lugar, cómo viven, como se expresan. ‘Ula’  no la hubiese compuesto si no hubiese ido a México. También fue muy enriquecedor haber ido el verano pasado a La Serena, Uruguay (donde se generan encuentros espontáneos de músicos). Siento que en este disco adquirí otra madurez, más experiencias. Y las canciones tuvieron una búsqueda espiritual, musical y de producción enorme. Saqué toda la sinceridad que tenía adentro, toda la confianza en mí y quise transmitir seguridad”, celebra.