A poco de declararse la Autonomía de Catamarca el 25 de agosto de 1821, siguieron tiempos de enfrentamientos políticos. Menos de dos meses después, el 17 de octubre, el flamante gobernador Nicolás de Avellaneda y Tula fue derrocado y apresado por un golpe organizado por los Mota Botello, el bando rival. Argumentaban que Avellaneda se había impuesto en el poder por la fuerza. El primer gobernador de Catamarca estuvo doce días preso e incomunicado, “sin dejarme hablar ni con los pájaros”, como declaró poco después el propio Avellaneda. Ese golpe fue encabezado por Carlos Olmos y Manuel Antonio Omill, hijo de un concuñado de Feliciano de la Mota Botello, a quien Nicolás Avellaneda nombraba como el tuerto Mota viejo, el líder del bando enfrentado al del gobernador prisionero.
Los conflictos entre los bandos de los Avellaneda y de los Mota Botello se remontaban a los años inmediatos a la Revolución de Mayo, cuando de manera conjunta accedieron a los más significativos espacios del poder en Catamarca. Y los momentos posteriores a la declaración de la Autonomía fueron el escenario adecuado para renovar el enfrentamiento.
El bando avellanedista había expulsado del cabildo al alcalde Carlos Olmos, quien se encolumnaba en el bando motista. Ese fue uno de los motivos del golpe del 17 de octubre. Derrocado Avellaneda, al día siguiente Olmos fue restituido en su cargo. Y poco después, con la presión de los citados Omill y Olmos, el cabildo destituye al alcalde de primer voto, Bruno del Oro, y al secretario del cuerpo, Ángel Mariano Toro, “por la estrecha amistad” que tenían con Avellaneda. Se llamó urgente a elección y, entre tres candidatos propuestos, fue elegido alcalde de primer voto Manuel de la Mota Botello, uno de los hijos de Feliciano. Se debía ahora cubrir el cargo de gobernador que dejaba vacante el apresado Avellaneda. Fue así que el 26 de octubre de 1821 un cabildo abierto eligió gobernador de Catamarca a otro de los hijos de Feliciano, Francisco de la Mota, Motita, como lo nombraba Avellaneda. De esta manera, la familia Mota Botello ubicó, en pocos días, a dos de sus miembros en las instituciones políticas más importantes de la Catamarca de la época: el Cabildo y el Poder Ejecutivo provincial.
Más tarde, Nicolás de Avellaneda y Tula fue repuesto en su cargo de gobernador, pero la situación política se tornará insostenible para el primer gobernador de la Catamarca autónoma. En su renuncia, fechada el 9 de marzo de 1822, expresó que desempeñar el poder le resultaba “insoportable”. Se fugó a La Rioja y su cargo fue ocupado, a partir del 12 de marzo de 1822, por Eusebio Gregorio Ruzo, uno de los promotores de la Autonomía de Catamarca.
En ese conflictivo entramado, tejido por los intereses de ambos bandos, se produjo el acceso de Ruzo al gobierno de Catamarca. A partir de ese momento vemos el modo en que la posición de los bandos varía: los Mota y los Avellaneda se enfrentan entre ellos o se alían de acuerdo a las circunstancias. Y en varias oportunidades, cada uno de esos bandos se acerca o se aleja de Ruzo, generando una inestabilidad política que repercutió en la organización de la provincia en los primeros años después de la Autonomía.
En ese contexto resulta revelador el comentario de un amigo político de Ruzo en 1822 y luego su archienemigo, Miguel Díaz de la Peña, cuando le dice al gobernador: “Al fin acertaron con el punto de la dificultad gubernativa de Catamarca uniendo tus intereses a la casa de Mota”. Es evidente el peso político que la familia Mota Botello tuvo en Catamarca a partir de la Revolución de Mayo y, especialmente, después de declarada la Autonomía de Catamarca. Del repaso de los acontecimientos se observa una permanente reconfiguración de alianzas y enemistades del sector “ruzista” con la “casa de Mota”.
Pocos meses después de la llegada al gobierno de Eusebio Gregorio Ruzo, Francisco de la Mota, el apodado Motita, le escribe diciéndole que “la Casa Otomana trabaja incesantemente… Oro, Marcos, Gregorio, Boter… forman el cónclave secreto…”. Lo de “Casa Otomana” hacía referencia, sin duda de manera irónica, a la dinastía osmanlí o Casa de Osmán, familia gobernante del imperio otomano que permaneció en el poder durante varios siglos. La Casa Otomana era la facción liderada por Nicolás de Avellaneda y Tula, con sus cuñados Marcos y Gregorio González, y los Boter, familia a la que pertenecía la esposa del recién nombrado Gregorio. Y menciona también a Bruno del Oro, al que vimos expulsado del cabildo por los Mota por su “estrecha amistad” con Avellaneda.
Vínculos familiares existían entre el gobernador Ruzo y Francisco de la Mota. Sus abuelas maternas eran primas segundas y, además, los padres de ambos eran amigos y compadres, lo que podría estrechar, sin dudas, las relaciones entre ambos. Sin embargo, pronto advertiremos conflictos entre ellos. Durante su primera gestión de gobierno, Ruzo tuvo que alejarse de la ciudad de San Fernando de Catamarca y Francisco de la Mota, funcionario de su gabinete, quedó a cargo del gobierno, “y el pueblo en la más perfecta tranquilidad”. De puño y letra de Ruzo sabemos que Francisco de la Mota, como gobernador delegado, “desplegó sus venganzas contra algunos vecinos, en especial contra la casa de Avellaneda”. Dice Ruzo que el resultado del ataque de Mota fue el destierro de José Ambrosio Colombres y la deposición del tesorero Boter. Colombres, hermano del congresal José Eusebio Colombres, era concuñado de Avellaneda, y los Boter, como dijimos, estaban emparentados con los González, la familia política del primer gobernador de Catamarca. Ruzo ordenará la prisión de Francisco de la Mota, “el joven más distinguido del gobierno”, encargado de la intendencia de Policía y autor de todas esas maniobras.
Los enfrentamientos entre avellanedistas y motistas describen, con claros detalles, las luchas por el poder entre bandos familiares en la Nueva Provincia de Catamarca, como es denominada en el Reglamento Constitucional sancionado en 1823.