Desde hace unos pocos años, la carrera de Dario Argento experimenta un renacimiento que lo saca del lugar de leyenda –merecido e innegable- y lo vuelve a situar en el de artista en actividad, consciente de su legado pero dispuesto a riesgos y a dejar de vivir de la gloria ganada. Este año apareció como actor en Vortex, la nueva película de Gaspar Noé (el atrevido director de Irreversible y Climax) como el esposo anciano –Argento tiene 80 años-- de una mujer que sufre un trastorno cognitivo degenerativo. La película puede parecer de las más “suaves” de Noé pero pronto se incorpora a su filmografía incómoda con escenas de puro desasosiego, difíciles de ver, llenas de desesperación. Argento está excelente como el escritor en crisis que se acostumbra (y es devorado) por esa esposa que pierde de a poco la razón. También volvió al cine con una película mucho mejor que todo su cine de los últimos veinte años, Dark Glasses, un giallo clásico protagonizado por la espectacular Ilenia Pastorelli y por Asia Argento, hija del director, en un papel de asistente de personas con discapacidad, muy diferente al personaje público de la diva, una intensa a toda regla. La película no tiene ambiciones pero en su sencillez resulta una pequeña gema y además incluye una amistad entre la modelo-prostituta Diana y un niño de origen chino, Chin, que es tierna y cómplice; que, de alguna manera, muestra en Dario Argento una capacidad para darle vida a personajes en medio de la violencia, algo que no siempre fue su fuerte. Además, en 2018 el director Luca Guadagnino, famoso por la historia de iniciación y amor gay Call Me By Your Name hizo una muy particular y aterciopelada remake de Suspiria, el clásico de 1977, con estrellas como Tilda Swinton, Dakota Johnson o Mia Goth. En 2020, Argento publicó su autobiografía, Paura (Miedo), que en Argentina editó Letra Sudaca. Este año la misma editorial lanzó Horror: historias de sangre, espíritus y secretos, relatos de ficción de Argento publicados por primera vez en castellano, con algunos giros rioplatenses que hacen cierto ruido en una traducción por lo demás sólida.

Para quien no tenga tan claro el lugar que ocupa Argento en la historia del cine, un breve resumen: el maestro italiano trabajó en los años 60 con Sergio Leone y Bernardo Bertolucci hasta que el 1970 debutó con El pájaro de las plumas de cristal, un giallo muy exitoso en Italia y en el mundo. El giallo es un subgénero híbrido que puede resumirse así: un thriller de crímenes seriales –el asesino siempre a oscuras, es común verle los guantes- con una atmósfera muy cercana al horror, erotismo convencional (y brutal: las muertas suelen ser mujeres) y algún toque fantástico. La identidad del asesino suele conocerse al final, como remate. El giallo es un antecesor del género slasher, el de los asesinos como Jason, Freddy, la saga de Halloween y demás. De sus varios giallos, quizá el mejor sea Rojo Profundo (1975), con David Hemmings y su ex esposa y colaboradora la actriz Daria Nicolodi, que murió en 2020. En Rojo Profundo se destacaba la enorme belleza de su cinematografía: la recreación de la pintura Nighthawks de Edward Hopper para escenas nocturnas en una Roma vacía, el extraordinario mobiliario de la casa de la telépata asesinada, la Villa Scott, una mansión art-noveau bellísima. Esa exquisitez también está presente en sus dos primeras películas de la trilogía de las brujas o Las Tres Madres: en Suspiria (1977) nadie podrá olvidar la coreografía del primer crimen o la reconstrucción en el set de la gótica Casa Whale, la academia de danza. En Inferno (1980), segunda en la trilogía de las madres, es inolvidable la espantosa muerte del anticuario en Central Park durante un eclipse y mucha de la espectacular escenografía del edificio, responsabilidad en parte de Mario Bava, que lo ayudó a terminar la película porque Argento tuvo hepatitis durante la producción. En los años 80 Argento no brilló, tuvo una especie de segunda venida en la primera mitad de los ‘90 especialmente con dos películas protagonizadas por Asia, Trauma (con guión del escritor nortemaricano T.E.D Klein) en 1993 y El síndrome Stendhal en 1996, rodada en la galería de los Uffizi de Florencia (es el primer cineasta a quien le cedieron tamaña locación). Pero desde entonces sus películas fueron en declive creativo y parecía que Argento quedaría en el bronce. Hasta este cimbronazo antes del fin.

Horror es un libro que no viene a reinventar el terror ni a subirse al tren de los muy buenos escritores de género (y de weird) que hay hoy en Italia como Luigi Musolino, Alessandro Manzetti, alguna novela de Evelina Santangelo. Aquí están sus obsesiones de siempre: los asesinos, los edificios misteriosos, la perversión, la historia, la brujería. “Noche en los Uffizi”, el primer cuento, es un breve giallo basado en una fantasía del maestro cuando filmó El síndrome Stendhal en esta galería de otro planeta que tiene obras de Caravaggio, Artemisia Gentileschi, Botticcelli, Bronzino. También podría incluirse en giallo Rojo Púrpura en la Biblioteca Angelica (las bibliotecas: un espacio favorito de Argento, memorable la de Inferno), con mujer fatal, intriga vaticana y una escena con gatos que, una vez más, revisita Inferno pero quizá de un modo más cruel, si es eso posible. “Villa Palagonia” toma como escenario una mansión real en Sicilia, conocida como la Villa de los Monstruos (casi como el Parque de los Monstruos que inspiró a Mujica Láinez para Bomarzo, aunque esta fantasía en piedra encargada por el duque Francesco Orsini se encuentra en Viterbo, cerca de Roma); Palagonia, en Bagheria, construida en 1715, es famosa por sus monstruos en la fachada, por una habitación hecha de espejos y porque impresionó tanto a Goethe como a Dalí. El cuento de Argento transcurre durante una visita guiada y se basa en algunas leyendas que inevitablemente hechizan a la mansión siciliana, pero como cuento de fantasmas logra, hacia el final, un clima inquietante y romántico, lejos del relato turístico. Mucho mejor es “Alquimias macabras en el castillo de Gilles” que, desde el punto de vista de una niña secuestrada por Gilles de Rais recrea el martirio de los niños asesinados por el compañero de armas de Juana de Arco y mariscal de Francia que fue ahorcado en 1440 por crímenes rituales que incluían violaciones y estados de frenesí viscerales. 

El cuento realmente notable de esta colección es “Los secretos de Menaro”. Un niño pasa el verano en el norte de Italia, cerca de la frontera con Alemania, en casa de su tía Inge, una mujer silenciosa y fornida. Deben dormir en la misma cama porque no hay lugar: todo el relato respira una sensualidad mórbida entre el chico y la mujer de ya largas canas, y Argento traspasa largamente cualquier límite de corrección. Además, y no daremos los detalles, hay escenas que de verdad dan miedo. 

Horror es un volumen inevitable para coleccionistas de Argento, gran compañero de Paura y de Giallo: crimen, sexualidad y estilo en el cine de género italiano de Editorial Rutemberg, con textos de James Gracey y Paula Vázquez Prietto entre otros. Pero también es un libro de terror clásico, anticipado por la formidable portada del artista visual Santiago Caruso, ideal para el lector que extraña el miedo que va al hueso.