En un futuro impreciso donde los humanos conviven con los robots, dos sujetos viajan a través del tiempo con la misión del salvar al mundo del caos y la destrucción. Pero, más allá del vínculo laboral, a los personajes los une un pasado de apasionado romance, un presente de amigos con derecho a la concupiscencia ocasional y un porvenir más doloroso que impredecible.

Con la convicción de que las emociones desatadas por el amor y las rupturas son similares para todos los seres independientemente de los géneros y las identidades sexuales, el director Darío Cortés tomó una decisión original. En las diferentes funciones, los personajes están interpretados invariablemente por dos mujeres, dos varones o un varón y una mujer. Así desfilan en el escenario futurista los amores desencontrados de parejas en versión lésbica, gay y heterosexual. La sólida y delicada dramaturgia de Facundo Zylberberg permite a las duplas de actores y actrices compuestas por Rodrigo Lotto-Alan Molina, Adriana Sileoni-Chabela Ianniccellio y Mila Fazio-Julián Vanrel navegar entre la comedia, el drama y la ternura dando cuenta de las irracionalidades del amor y sus costados frecuentemente tragicómicos.

Pero, como suele suceder en el género de la ciencia ficción, El amor es el fin del mundo se vale del artilugio de situarse en el futuro para explorar paroxísticamente los problemas del presente. Así la obra indaga sobre el rol de las redes sociales y su impacto en las relaciones sentimentales, el influjo de los feminismos y los discursos neoliberales y se interroga sobre la naturaleza del amor valiéndose de la ancestral pregunta acerca de qué es lo que nos hace realmente humanos y nos diferencia de los autómatas.

En este sentido, la obra posibilita dos lecturas optimistas. La primera, la que piensa un mañana donde las relaciones amorosas gays y lésbicas no tengan que lidiar con los prejuicios, las discriminaciones y los crímenes de odio y se puedan concentrar en lo habitual de los problemas afectivos que, recurrentemente, no son pocos. La segunda, sugiere que la humanidad aún tiene esperanza y un futuro si dentro de decenas, cientos o miles de años, el cariño perdura como último sentido de las existencias y, sobre todo, que el amor seguirá doliendo como en el presente.

El amor es el fin del mundo. Viernes y sábados de septiembre a las 21.30, 22.15, 23 y 23.45 hs. Microteatro Quilmes en Club Cultural Re. Garibaldi 228, Quilmes.