FITO PAEZ - 10 puntos

Músicos: Fito Páez (teclados y voz), Juan Absatz (teclados y coros), Juani Agüero (guitarra), Vandera (guitarra y coros), Diego Olivero (bajo), Gastón Baremberg (bateria), Alejo von der Pahlen (saxos), Manu Calvo (trombón), Ervin Stutz (trompeta y fluegelhorn), Emme (voz, coros).

Voz invitada: Fabiana Cantilo.

Público: 10.000 personas.

Duración: 150 minutos.

Estadio Movistar Arena, martes 20 de septiembre (repite los días 21, 25, 26, 29 y 30 de septiembre, 7 y 8 de noviembre)

Es curioso que una revisión histórica hable a la vez tanto del presente. Fito Páez abrió el martes por la noche la impactante serie de ocho fechas a sala llena en el Movistar Arena. La excusa, si es que cabe el término en tiempos en el que la cuestión del aniversario es meneada una y otra vez, era y es el 30º aniversario de El amor después del amor, el disco-bisagra en el camino del artista. No solo por cuestiones de solidez artística -al cabo, eso Páez ya lo había mostrado en Ciudad de pobres corazones, en Ey!, en un Tercer Mundo que nadie quería editar-, sino porque vino a resituar a Fito como artista de masas. Record de ventas discográficas, la rotunda gira La rueda mágica, un Vélez en abril de 1993 y otro en diciembre a beneficio de Unicef: aquel ya lejano arranque de los '90 es algo que, efectivamente, merece ser conmemorado.

Pero Fito en realidad no necesita vivir del pasado. Fito disfruta de un presente fértil, con tres discos pospandemia soberbios, una banda ajustadísima, una performance en vivo impecable, flamantes tres nominaciones a los Grammy latinos por Los años salvajes. Entonces sí, efectivamente lo de los 30 años de EADDA es una simple excusa. Lo que importa no es tanto la revisita a esas canciones, sino lo que se sintetiza sobre el escenario. Y ese es el punto que le da primera relevancia a esta serie en el espacio de Chacarita, que seguirá este miércoles 21, los días 25, 26, 29 y 30 de septiembre, y 7 y 8 de noviembre, y tendrá gira nacional e internacional. Fito pareció haber alcanzado una cumbre en aquel 1992. Pero Fito también está en la cumbre hoy, y lo visto y experimentado por 10 mil personas en el debut no habilita muchas relativizaciones.

"Mi pasado es real, y el futuro libertad", volvió a cantar Páez ya en los tramos finales, cuando la fiesta era incontenible y "Circo Beat" hacía temblar el auditorio. En plena libertad, Fito organizó este concierto de la mejor manera, arrancando con el disco completo y en el exacto orden original. En ese repaso hubo versiones fieles, más allá de los obvios matices sonoros y nuevas contundencias que consigue la banda que lo acompaña. Pero en el centro de todo está el mismo Fito, que trabajó a conciencia para que en la performance en vivo su voz luzca mejor que nunca. No es un mero detalle de perfección técnica: el artista parece haber encontrado el centro mismo de su interpretación, el lugar ideal desde donde cantar con sentimiento y justeza a la vez, el punto desde donde cantar páginas arriesgadas como "Un vestido y un amor" -coloreado por la anécdota de sus celos cuando Caetano Veloso, nada menos, se la cantó enterita a Cecilia Roth mirándola a los ojos en San Pablo- o "Tumbas de la gloria"... y hacerlo mejor que nunca.

Los títulos, además, dan adecuada cuenta de lo que encierra aquel disco mítico. "Che, qué quilombo se armó", comentó Páez, casi desde entrecasa, al referirse a cómo creció la convocatoria del aniversario. Pero es que estas canciones están demasiado metidas en el amor del público como para que fuera de otra manera. Cuando en "Brillante sobre el mic" el lugar se convierte en arbolito de Navidad, los miles de personas que levantan su luz de celular están queriendo expresar todo lo que les despiertan estas melodías. Cuando tiembla el piso en "A rodar mi vida" y "Tráfico por Katmandú", cuando no hay piel que no se erice ante "Pétalo de sal", se celebra eso que el mismo Páez verbalizó al comienzo, "no sé qué significa, pero significa algo lindo en nuestras vidas y hay que defenderlo con uñas y dientes".

Uñas, dientes y talento tienen también los músicos a los que Fito dirige como una orquesta, que va mucho más allá de una mera banda de covers para insuflarle otra vibración a temas tantas veces escuchados. Un grupo que puede ser delicado y sutil en "Detrás del muro de los lamentos" y "La Verónica", ralentar la marcha para el comienzo de la segunda parte con una notable versión de "Al lado del camino" ("Yo puse las canciones en tu walkman", vuelve a cantar Fito, y qué importa que ya nadie use walkman si la frase es pura verdad), lanzarse a una hipnótica progresión final para ampliar aún más los horizontes de "Yo vengo a ofrecer mi corazón" o descerrajar momentos de irrefrenable furia rockera como esa "Ciudad de pobres corazones" que cabalgó sobre un solo animal del guitarrista Juani Agüero y con la que la noche bien podría haber terminado. Pero aún quedaba más, hasta despedirse con "Mariposa Tecknicolor".

(Imagen: Verónica Bellomo)

En 24 canciones y dos horas y media de show, entonces, Fito Páez hizo mucho más que un ejercicio de nostalgia. Disfrutó tener a la eterna Fabi Cantilo (que en la primera noche debió lidiar con algunos problemas en el mic) recreando esos cruces melódicos y sumándose al notable trabajo de Emme en los coros; dedicó palabras de amor -y un ramo de flores- a la misma Fabi y a Cecilia, presente y emocionada entre el público; paladeó sus propias canciones con el evidente placer de quien recorre la madurez redescubriéndose a sí mismo, encontrando nuevas profundidades. Unió puntas históricas con total naturalidad, expresando su presente en "Lo mejor de nuestras vidas" y aplicando esa sabiduría del presente para una soberbia versión de "11 y 6": una demostración de que hasta los temas trillados por tanta alta rotación pueden disfrutarse bajo una luz nueva. Se rindió ante esa multitud que cantaba un título no incluido en la lista, "Y dale alegría a mi corazón", metiéndolo de prepo aunque fuera a capella.

Y sobre todo: Fito emocionó y se emocionó, disfrutó e hizo disfrutar, vivió una cita de tantas responsabilidades con la relajada alegría del artista que se sabe vivo, que aún se apasiona, que abraza sus canciones porque siguen teniendo sentido, siguen hablando de él y de lo que lo ha animado todos estos años. Todo eso es posible cuando levanta la vista y se encuentra con miles y miles que lo acompañan en el viaje. Y también como él, afortunadamente, quieren seguir cantando.